Patricia Cajal (Bernal, 1957 – Río Grande, 2017): Escritora y poeta, ha publicado Contraste (poemas editados por la Agrupación de Arte y Cultura Fueguina , Ushuaia, 1986) y Permanencia (ediciones La Isla Libros, Río grande, 1989). Participó, junto a los escritores Mingo Gutiérrez y Fredy Gallardo en la Fundación Poética de Río Grande en 1989. También en colaboración con Gutiérrez y Gallardo, publicó en el año 1991 la obra teatral El secreto.
Sobre sus poemas, comenta el escritor chileno Pavel Oyarzún en su artículo La nueva poesía de Tierra del Fuego: “[Patricia Cajal] hurga en la condición humana, en su desamparo, en lo que tiene de contradicción constante. En esta labor tenaz de compromiso, logra crear imágenes de una gran fuerza interior, utilizando las palabras con un atildado sentido poético. Esta poesía de alma citadina, entrega su mensaje cuestionador, a ratos imprecatorio, por medio de un verso consciente y revelador. Se trata de una poesía atenta a su tiempo, y aguda en el momento de develar verdades”. (REVISTA IMPACTOS, 04/02/1995)
El 20 de abril del 2018 se cumplirá un año de su fallecimiento.
A continuación, algunas de sus poesías:
ALAS DE ESTATUA
Es la memoria
un pájaro
con alas de estatua
Señora de los huesos
Secos sus ojos,
estalla la noche
en brusco oleaje.
Guardado el amor
Se instala el otoño
(él no moverá mi boca)
Mujer de los costados.
SOMOS AQUÍ
Bájame la piel
hasta el costado más profundo,
siendo así mi tiempo
el de la resignación de tu ausencia.
Pasan momentos malos
por estas calles grises:
el Hambre, la Desocupación,
el Desalojo, los Rostros Jóvenes-Viejos.
Si tan siquiera tuviese
tu mano sobre mi rostro..,
sería más soleado
este invierno que se aproxima.
Pero somos aquí,
en esta tierra que nos rechaza.
Mecánicos hombres de un pasado
que quieren sembrar una esperanza.
NO TE PREGUNTO
No te pregunto
por qué
sueñan
las manos
y mezclan
en palmadas
la noche
sedienta
de preguntas.
No te pregunto
pues el silencio
concilia
al verdugo
y al ingenuo
que quizás
duerman juntos.
—
Uno querría
dirigirse
a un punto más lejano
que la voz
filtra las manos
en ese espacio invisible
de los ojos atentos.
Uno querría
deslizar
el beso
hacia la clave secreta
del misterio
desabrochando la luz
ajena de la noche.
Uno querría al fin
internarse en el espacio oblicuo
de la mandíbula apretada
y aparentar una imagen más próxima
que la del espejo.