Un atleta con -aparentes- limitaciones y un equipo tenaz que lo sigue en todas, concretaron el cruce de los Andes fueguinos a través del punto más alto de la RN 3. Su próximo objetivo: una pedaleada con su bici adaptada en el continente blanco.

Alexis Padovani nació en 1977 y hasta los 20 años jugó al rugby en el Club Atlético de San Isidro.  En octubre de 1997 la Fundación Rugby Amistad lo había invitado a un partido a beneficio de los jugadores lesionados medulares. Paradójicamente, en una desafortunada jugada durante ese encuentro, Alexis sufrió una lesión similar que le provocó una cuadriplejia. Desde entonces, se dedicó a desafiar todos los pronósticos sobre cómo iba a ser  el resto de su vida. 

Conectado con Tierra del Fuego desde niño (visitaba a su abuelo, gerente del hotel Albatros de Ushuaia), Padovani eligió la Patagonia para llevar adelante parte de su rehabilitación. “Creo que a partir de ahí fue donde se despertó esto de ponerme proactivo”, le dijo a El Rompehielos en una entrevista de 2018. Fue entonces que comenzó a soñar con las “pedaleadas” como una forma de superar sus -aparentes- límites.

En 2018 pudo concretar lo que sería -hasta ahora- su travesía más emblemática: unió el cementerio de Darwin con Puerto Argentino, en nuestras Islas Malvinas. Ya había recorrido el Valle de la Luna, unido el Cerro Castor con Bahía Pataia por la RN3 y, también en octubre de 2018, enlazando el Cerro Castor con Almanza por la RP J. 

“El objetivo de las pedaleadas es desafiarnos a nosotros mismos y superarnos. Y si la pedaleada es benéfica, colaborar con alguna entidad y sino, tratar de dejar un mensaje a la sociedad de que hay que ponerse metas en la vida, tratar de ir tras ellas: a los sueños hay que salir a buscarlos”, explica el deportista que el último fin de semana de marzo pudo alcanzar otra de sus metas: cruzar la Cordillera de Los Andes por el Paso Garibaldi, uniendo Tolhuin y el Monumento a las Islas Malvinas en Ushuaia.

“De Tolhuin a Lago Escondido tuvimos la suerte de que el viento no nos entró del (lago) Fagnano. Más allá de que estaba nublado y había un poco de humedad, pudimos llegar bien hasta Lago Escondido. Antes de trepar se largó una llovizna bastante fría e incómoda. Le pusimos una hora y pico a la subida al Garibaldi, y cuando llegamos al mirador descansamos un par de minutos. Tenía las manos congeladas. Me cambie los guantes y bajamos los 8 km y pico hasta Rancho Hambre, bastante rápido bajo la lluvia. El primer objetivo real era llegar hasta Lago Escondido o al mirador, o a Rancho Hambre. Como veníamos muy bien, llegamos hasta El Castor”, cuenta Padavoani sobre la primera jornada

El segundo día arrancaron desde el Castor con una mañana soleada pero con mucho viento en contra, con ráfagas de entre 80 y 90 km/h, lo que les dificultó bastante la pedaleada. “Me resultó bastante difícil poder agarrar velocidad, así que tuvimos que ser bastante pacientes, trabajar mucho en equipo. Había mucho tráfico encima, así que, logramos sacarlo adelante. A mi me tocó dos veces que la silla se me vaya para el otro carril de la ruta, por el viento. En una, el viento me sacó al ripio, pero bueno, la sacamos”, describe. 

La preparación física de meses incluyó gimnasio en Buenos Aires y durante la cuarentena entrenar mucho en su casa. Cuarenta días antes de la travesía se trasladó con parte del equipo a Ushuaia. “Estuvimos entrenando varias veces a la semana, saliendo a pedalear. Todo planificado por Adrián Simonetti, que llevó adelante mi preparación física. En la parte logística estuvo Mariano Gaudio, que armó todo lo que se necesitaba para que las cosas salieran bien en un contexto de seguridad”. Al momento de cruzar el Garibaldi el equipo estaba integrado por cinco personas más, y contó con el apoyo de un móvil de Defensa Civil provincial. El periplo hasta Ushuaia sumó 104 kilómetros y por momentos, las bicicletas llegaron a alcanzar los 74 km/h. 

“La gente, espectacular. Nos sacaban fotos, nos filmaban. Muchas palabras de aliento. Habíamos salido en la Televisión Pública de Tierra del Fuego contando cómo iba a ser la travesía y se ve que se había visto y la gente me llamaba por mi nombre en la ruta, fue increíble”

“Cada uno de estos desafíos me dejan siempre el mismo concepto que es, por lo menos intentarlo. Atreverse a desafiarse uno mismo y tratar de lograr lo que muchas veces parece un imposible”, cuenta el atleta que ya tiene en vista su próxima hazaña para marzo de 2022: realizar una travesía en la Antártida. 

“A los sueños hay que salir a buscarlos. Uno puede estar atravesando una situación difícil, pero siempre al final del túnel hay luz. Hay que aprender y salir, reconstruirse y animarse a más”.

Tanto en sus otras vocaciones (la música con su banda “Resanta” y su rol en un instituto de rehabilitación y educación terapéutica) el “Bife” -como le dicen sus amigos- es un ejemplo de superación. Si todo se da como hasta ahora, los hielos antárticos serán, sin duda, la indómita escenografía de su nuevo logro.

Daniella Mancilla Provoste
Fotos: Gonzalo Prados

EL ROMPEHIELOS

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