En un contexto donde el debate sobre la utilidad de la ciencia cobra relevancia, con el cuestionamiento por parte de algunos sectores sobre su valor y aplicación práctica, surgen experiencias científicas que destacan como verdaderos modelos a seguir.
El Consejo Nacional de Investigaciones y Ciencias Técnicas (Conicet), es una institución fundamental en el panorama científico argentino. Promueve la investigación y el desarrollo científico-tecnológico en todo el país. Contribuye protagónicamente en el contexto nacional y en el marco de una variada red de relaciones internacionales a la formación de recursos humanos de excelencia.
En la actualidad, se ve en medio de un panorama desafiante debido al desfinanciamiento y la incertidumbre presupuestaria, impuestos por el gobierno de Javier Milei. Ante esta situación, el directorio del organismo ha tomado la decisión de suspender temporalmente el otorgamiento de becas para este año, generando preocupación y malestar entre los trabajadores y la comunidad científica.
La postergación del financiamiento de proyectos, responde a la falta de adecuación del presupuesto por parte del gobierno de La Libertad Avanza (LLA), que mantiene la misma partida presupuestaria que en 2023, a pesar de la escalada inflacionaria. Esta medida, que ya había sido advertida antes de la asunción de Milei, refleja la delicada situación financiera del Conicet y su incapacidad para mantener sus programas de investigación sin ajustes presupuestarios necesarios. Ante este escenario, la comunidad científica espera acciones concretas por parte de las autoridades gubernamentales para garantizar el futuro de la investigación en el país.
Las posturas públicas expresadas por Javier Milei respecto al Conicet y la ciencia (desde antes de llegar a la presidencia) donde menosprecia la importancia de la investigación y la inversión en el desarrollo científico, rápidamente han sido interpretadas como un respaldo implícito a declaraciones negacionistas y violentas que desafían los fundamentos científicos establecidos. Esta actitud alimenta discursos contrarios a la evidencia científica y promueven la desinformación, poniendo en riesgo el avance del pensamiento crítico y el progreso de la sociedad en su conjunto.
En medio de este debate inesperado y cuasi ridículo sobre la importancia de la ciencia y el financiamiento de instituciones como el Conicet, es relevante compartir algunas experiencias que son motivo de orgullo para el país y demuestran el valor de invertir en el conocimiento y la innovación. Son ejemplos concretos de cómo la colaboración entre científicos y organismos de investigación puede llevar a descubrimientos revolucionarios con impacto en la sociedad y la economía.
El argentino que revolucionó la agricultura estudiando las abejas
Foto: Tiempo Argentino
Walter Farina, es profesor del Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, e investigador UBA/CONICET. Logró, hace ya unos años, un avance significativo en el campo de la ecología cognitiva de las abejas, desencadenando una revolución en la agricultura con su descubrimiento sobre el comportamiento social de estos polinizadores.
Primero, lo primero, ¿qué es la ecología cognitiva? Se trata de una rama de la ciencia que estudia cómo los seres vivos, como animales y plantas, interactúan con su entorno y cómo procesan la información para tomar decisiones. En palabras simples, se centra en entender cómo los organismos piensan y se comportan en relación con el mundo que los rodea. Por ejemplo, en el caso de las abejas, la ecología cognitiva podría estudiar cómo recuerdan y utilizan la información sobre la ubicación de las flores para encontrar alimento.
Las abejas son un actor principal y vital para un tercio de la producción agrícola mundial. Son las protagonistas de la polinización, el proceso por el cual el polen es trasladado de una planta a otra, lo que permite la aparición de nuevos frutos y semillas.
En este marco, un equipo de científicos de la Universidad de Buenos Aires estudió, durante muchos años, cómo se comportan las abejas y cómo funcionan sus cerebros y crearon un método único en el mundo, para guiar a los grupos de abejas hacia áreas específicas donde pueden ayudar en la agricultura. Este desarrollo de los investigadores argentinos es parte de lo que se conoce como biotecnología, un mercado que mueve miles de millones de dólares a nivel mundial.
“Trabajo con las abejas domésticas, más conocidas como abejas de la miel, desde 1989. Nos interesa principalmente conocer cómo una abeja puede recibir información de otra, en relación con una fuente de alimento”, contó Farina en una entrevista con Tiempo Argentino.
“El nudo de nuestra investigación era comprender cómo los miembros de una colmena adquieren y administran la información que guía la recolección de recursos”.
El descubrimiento clave de Farina surgió al manipular la memoria olfativa de las abejas, lo que le permitió influir en sus elecciones de alimentos. Al crear un perfume artificial que evocaba ciertos olores, introdujo ese perfume en la colmena y observó hacia qué cultivo se dirigían las abejas. El resultado fue sorprendente: las abejas mostraron una preferencia marcada por el cultivo asociado al aroma artificial, aumentando el rendimiento de la cosecha en más del 50 %.
Esos primeros experimentos fueron hace más de 10 años, pero el equipo de investigación se dio cuenta de que estaban frente a un desarrollo único en el mundo, que tenía un potencial económico importante. Su innovación, fue patentada, incluido un perfume para el cultivo de girasol, y fundó BEEFLOW, una startup biotech con sede en Argentina y Estados Unidos. En un hito notable, la empresa cerró una ronda de inversión en 2021, recaudando 8 millones de dólares para expandir su investigación y aplicaciones.
Durante este tiempo han logrado seis patentes para fragancias que pueden potenciar cultivos de girasol, peras, manzanas, almendros, arándanos y kiwi. Actualmente, están en etapa de investigación y desarrollo en alfalfa, paltas, cerezas y frutillas. Se han logrado patentes en Argentina, Estados Unidos, China, y en trámite en la Unión Europea, Australia y varios países de América Latina.
En un momento donde se debate (increíblemente) la utilidad y el valor de la ciencia, experiencias como la de Farina demuestran cómo el conocimiento generado puede no solo enriquecer nuestro entendimiento del mundo natural, sino también impulsar avances significativos en sectores clave como la agricultura.
En medio de este contexto, es crucial destacar el invaluable aporte de instituciones como el Conicet y el talento de los profesionales que día a día contribuyen al avance científico en nuestro país. Mientras, tristemente algunos revisan diariamente con incertidumbre las listas y los correos electrónicos, rogando no figurar entre los despedidos, es fundamental reafirmar el compromiso con la ciencia y la protección de quienes la hacen posible.
Daniella Mancilla Provoste, con información de Tiempo Argentino y CONICET