Vanesa y Carlos están llegando del supermercado, hubo 3×2 en conservas y productos lácteos. No les queda cerca, pero el que está a 10 cuadras hoy no tiene ninguna oferta que les sirva para su familia de seis.
“Antes iba cada quince días, un mes; cargaba uno o dos changuitos y me venía”, dice Vanesa mientras golpea contra la mesa un bollo de masa que será el pan de la cena. “Ahora voy poco a este que me queda cerca, como es sucursal no tiene todas las ofertas y mucho no me sirve, además ahora son pocas cosas las que compro por mes y para eso voy directamente al mayorista”.
Carlos ceba mate y ensaya una especie de disculpa: “antes tomábamos una yerba mejor, pero preferimos cambiar por esta así podemos comprar dos paquetes, tomamos mate y hacemos mate cocido para que los chicos desayunen antes de ir a la escuela”.
Vanesa es modista -costurera, dice ella, pero hace mucho más que coser- y Carlos hace trabajos de albañilería, también se da maña con la plomería: “nunca nos sobró nada, pero medianamente nos dábamos algunos gustitos”.
Cuando el dinero no alcanza para llegar a fin de mes, las familias deben adaptarse, sin demasiada opción, a las nuevas realidades y asumir nuevos hábitos de consumo. Un indicativo recurrente es la disminución de las ventas de productos de primeras marcas y un aumento en la opción en segmentos de segunda y tercera línea, sobre todo en productos como arroz, fideos, harinas y bebidas.
Según indica el diario BAE Negocios, los alimentos hacia donde más migró el consumo son los fideos secos, las tapas de empanadas y pascualina, el arroz, el azúcar, leche entera, patés, bebidas sin gas, harinas y galletas saladas. En contraposición, los productos más reemplazados son las bebidas gaseosas, cervezas, yerba mate, manteca, carne vacuna, pan de molde, pastas frescas, yogures, vino y conservas dulces.
Desde Kantar Worldpanel, experto global en el comportamiento del consumidor, explican que los movimientos en los patrones de consumo afectaron en forma más leve a los alimentos, ya que fueron los únicos que lograron sostener su volumen al ser “el segmento que menos se puede resignar”. Claro, comer no es opcional, pero así y todo las bebidas y los lácteos fueron los rubros más afectados.
Para los economistas la modificación en los hábitos del consumidor tienen un objetivo directo: que los ingresos alcancen todo el mes.
Juan tiene un pequeño multirrubro, abre bien temprano todos los días; mientras pone el agua y empieza a acomodar su lugar de trabajo cuenta: “a veces me sorprendo que vienen los vecinos a comprar una cosa determinada y nos dicen que tenemos casi los mismos precios que en el supermercado. Como que ya perdieron la costumbre de ir a hacer una compra grande cada tantos días, acá viene todos los días o día por medio y llevan lo que van a hacer en el momento. Creo que así hay menos ‘riesgo’ de comprar cosas innecesarias”.
Él también recortó gastos. Ya no tiene empleados -cubre con su esposa todo el horario de apertura del local- y su hija pasó de una escuela privada a una estatal: “la verdad que no me arrepiento”, dice con seguridad.
Así como el de Juan, los pequeños almacenes van apareciendo como parches improvisados. “Es que el vecino me fía a veces, además prefiero de ultima aportarle a él que veo cómo labura todos los días, todo el día, que ir a ponerle plata a los bolsillos gordos de José supermercado”, dice Oscar, empleado de una agencia de autos.
“Hace como siete años que tenía la prepaga”, cuenta Oscar, “pero se volvió imposible, así que lo hablamos con mi señora y ese fue un gasto que recortamos. Otra cosa que hicimos fue dejar de usar el microondas, tratamos de cuidar mucho la luz porque se fue a las nubes. Con el gas menos mal que no tenemos problemas (se ríe), porque con estos fríos que anduvo haciendo no sé de qué nos íbamos a disfrazar”.
Según los datos estadísticos, en el último año:
- Creció un 75% el consumo de segundas y terceras marcas;
- Se derrumbó un 32% la compra de carne;
- El consumo de leche mermó en un 37%;
- Cayó un 25% la venta de alimentos y bebidas;
- El consumo total cayó un 18%.
Héctor Polino, titular de la ONG “Consumidores libres” sostiene que los consumidores resignan la calidad de los productos para poder subsistir: “al haber abandonado el Estado sus funciones de control a las grandes empresas, que son las formadoras de precios, están actuando con actitudes claramente antisociales, subiendo los precios en forma injustificada y aprovechando los aumentos que provoca el propio Gobierno, como el gas, la energía, el agua, etc. Como se producen aumentos constantemente, por las dudas van remarcando todo el tiempo los productos”.
Por su parte, Osvaldo Riopedre, vicepresidente de ADECUA, señala en declaraciones a la prensa que “hay un mayor cuidado de la gente por su bolsillo. Además se cuidan y se fijan dónde están las ofertas y las compras se hacen en dos o tres locales diferentes”.
“Es preocupante la baja en el consumo de la leche que es un alimento que sí marca algún tipo de tendencia y es importante”, añade.
Claudia, que ahora también vende artesanías por internet para sacar algún peso extra, confiesa: “dejé de comprar leche y yogur hace un año”, ninguna marca vale menos de $20 por litro y las de primera línea pueden superar largamente los $30.
El hábito de consumo, diezmado por la realidad que atraviesan el país y la provincia, se convierte en una especie de escalera mecánica defectuosa en la que los escalones se mueven erráticos para adelante y para atrás, en la que la estabilidad no existe y hay permanentemente riesgo de salir lastimado.
María Fernanda Rossi