En el marco del Congreso Antártico organizado por FINNOVA, el biólogo Rodolfo Werner, especialista en conservación marina, dialogó en exclusiva con EL ROMPEHIELOS sobre la importancia estratégica del océano austral y los desafíos que enfrenta la región en un contexto de creciente presión humana.


Werner explica que el océano que rodea al continente blanco cumple un rol central en la sustentabilidad de la Antártida: “Todas las especies que vemos en la Antártida dependen del mar, y especialmente del krill antártico, ese pequeño crustáceo que es la base de todo el ecosistema marino”. Por eso, conservar el océano austral —y en particular el krill— es fundamental para garantizar la continuidad de la vida en el continente.

Un territorio único destinado a la paz y la ciencia

La preservación de la Antártida no solo tiene un valor ambiental. También responde a un marco político singular: el Tratado Antártico, firmado en 1959 y en vigor desde 1961. Inicialmente integrado por 12 países y hoy por 58, congeló los reclamos de soberanía existentes y estableció que todo el territorio al sur del paralelo 60 quede destinado exclusivamente a fines pacíficos y científicos.

Para Werner, ese acuerdo internacional es la base que permite sostener la protección ambiental del continente y su mar circundante.

Uno de los temas que más debate genera es el avance del turismo antártico. Según Werner, se trata de una industria ya instalada, principalmente a través de cruceros. “Hace unos diez años hablábamos de 20 o 30 mil personas al año; hoy estamos cerca de 120 mil”, señala.

El especialista aclara que existen lineamientos que regulan los sitios de visita, la cantidad de personas que pueden desembarcar y las prácticas que deben cumplir las empresas. La actividad, plantea el biólogo, puede tener un efecto positivo: quienes conocen la Antártida suelen convertirse en promotores de su conservación.

Además del turismo, la región concentra pesquerías, entre ellas la de merluza negra, aunque esta se desarrolla mayormente en el océano Índico. En el área de la península Antártica, las islas Orcadas del Sur y Georgia del Sur, el foco está puesto en la pesquería del krill antártico.

La Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos —que integra el sistema del Tratado Antártico desde 1982— trabaja en regular esta actividad. Según Werner, la biomasa de krill es muy grande, pero la pesca se concentra en puntos específicos que coinciden con zonas de alimentación de ballenas, pingüinos y lobos marinos. Por eso, el manejo debe ser especialmente cuidadoso.

El especialista destaca que hoy se avanza en dos frentes: mejorar la gestión pesquera para que sea sustentable en el tiempo y crear áreas marinas protegidas cerradas a la pesca, con el objetivo de equilibrar la explotación con la conservación.

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