Por Juan Terranova
La idea de un casquete polar de hielo que va hasta el horizonte es una herencia y, hasta cierto punto, una rara imposición del norte. Nuestra Antártida, la Antártida peninsular e insular no tiene nada que ver con eso. Más bien es una prolongación natural, primero, de la Patagonia y sobre todo de Tierra del Fuego, provincia a la que pertenece desde 1991. Montañas y mar, juntos, alternando un paisaje que muy rápido va de la desmesura al asombro pero nunca deja de exhibir colores y formas, conectan la península con la Patagonia. Nuestra Antártida argentina se extiende desde el Océano Atlántico –no existe tal cosa como el “mar antártico”– hasta el polo sur, pasando por archipiélagos, elevaciones, playas, volcanes, planicies, glaciares, bahías y caletas. La Antártida es un continente y como tal una suma imposible de abarcar de detalles y geografías distintas. Así las cosas, cada una de las bases antárticas argentinas tiene su idiosincrasia, su carácter, su idiosincrasia.

En el 2023 me tocó conocer cuatro bases argentinas y las cuatro me ofrecieron experiencias muy diferentes. Por ser el aeropuerto antártico, el punto de llegada de los aviones Hércules que salen de Río Gallegos, como se dice “la puerta de entrada aérea de la Antártida argentina” cuando a un argentino se le pide que nombre una base es muy probable que diga Marambio. Pingüinos, frío, hielo y Marambio, para muchos argentinos la Antártida es eso. Pero la Base Conjunta Vicecomodoro Marambio es mucho más. La base está en una meseta, arriba, casi en una montaña, varios metros por encima del nivel del mar, en la Isla Marambio. Fundada de forma tardía, en 1969, mucho más nueva que bases históricas como Orcadas o Esperanza, Marambio es un aeropuerto y un lugar privilegiado de tránsito.


A Base Marambio llega muchísima gente por el verano y luego es llevada por tierra o aire a su destino en otras bases. Su dotación es grande y sus largas pasarelas y pasillos muestran su desarrollo y su comodidad. Marambio tiene biblioteca, gimnasio, un auditorio y un comedor enorme y se suele decir que sus paisajes no son lindos, lo cual es falso.

Ocurre que la mayor parte de los antárticos que la visitan no terminan de conocerla. Están un rato y siguen viaje a sus bases, o están de regreso y esperan el Hércules para volver a Río Gallegos y a Buenos Aires. Marambio es la casa de los dos helicópteros Bell 212 y de su tripulación, el Escuadrón Skua. Ahí se elaboran también los partes meteorológicos para todas las demás bases.

La Base Carlini, antes Base Jubany, queda en la Caleta Potter, en la Isla 25 de Mayo y es una base con una gran cantidad de personal civil. Alrededor de sesenta científicos llegan cada verano para hacer la campaña estival. También hay meteorólogos, informáticos y técnicos que pasan el invierno junto al personal militar que gestiona la base.

Es una base cómoda, bien desarrollada, casi un pequeño pueblo, donde se puede hacer mucha vida al aire libre, con varios lugares para visitar como el Cerro Tres Hermanos, un enorme glaciar, el refugio Elefante y también un pequeño atracadero de donde, si el clima lo permite, salen botes de goma con los buzos antárticos para hacer mediciones subaqua de todo tipo. En general, a los periodistas y fotógrafos los mandan a esta base cómoda y amigable que llegó a tener un cine con butacas y una discoteca. La casa dormitorio de Carlini es grande, nueva, y sus cuartos tienen escritorios y placares, y también una cocina propia. El comedor tiene una cocina bien equipada y parece un bodegón patagónico.


Con muchos laboratorios, e incluso una casa-laboratorio hecha en colaboración con Alemania, Carlini es la base mejor equipada para desarrollar estudios biológicos sobre la fauna y la abundante y sorprendente flora antártica. Aunque en todas las bases hay paisajes hermosos, Carlini se caracteriza por su buen clima, sus vientos amables y sus días de sol lo que la transforma en un emplazamiento ideal para un futuro turismo.

La Base Decepción es una base de verano. Esto quiere decir que en el invierno queda deshabitada y todos los años se vuelve a abrir para recibir, sobre todo, a geólogos. La isla donde está, Isla Decepción, es una gran herradura de tierra que tiene actividad volcánica. El poco tiempo que estuve en Base Decepción sirvió para darme cuenta de que no toda la Antártida es blanca, de hecho, esta isla volcánica es negra y ofrece todos los tonos del gris, muchos de ellos opacos.

Todas las construcciones recuerdan a los refugios de montaña que hay en nuestra cordillera. decepción es una base pequeña en una isla pequeña pero sorprendente. Es una de las pocas que tienen contacto habitual con otras bases, sobre todo con la española que está más arriba en la montaña. Cuando estuve pude subir hasta una cruz que la dotación de ese año había recuperado y sacar unas fotos que todavía me emocionan.


La BAC Petrel, Base Antártica Conjunta Petrel, es la recuperación de una antigua base de la Armada que se incendió y quedó como base de verano. A partir del 2022 se le devolvió, con mucho trabajo, su carácter de permanente.

Petrel, aunque no deja de tener cierto aire telúrico de puesto de frontera, es hoy la apuesta a una logística argentina más ordenada y aguerrida en la península. Ubicada en la Isla Dundee, la base tiene una amplia playa donde se construyó una pista en la que hace muy poco aterrizaron aviones pequeños de la Armada y un acceso directo al mar.

A espaldas de la base, que cuenta con un gran hangar se abre el glaciar Rosamaría. En Petrel se proyecta un puerto y en la actualidad se construyen módulos que en el futuro van a generar habitabilidad para cien personas, entre militares y civiles. Estar en una base en construcción es difícil. Las comodidades son pocas, el espacio interior es limitado, hay que arreglar todo, proyectar, cumplir plazos. Se trabaja todo el tiempo.

Cuando yo estuve no había científicos, ni personal civil, ni mujeres. Eran veinticinco hombres del Ejército argentino, más dos informáticos de la Fuerza Aérea y un cabo de la Armada. Construir en la Antártida implica un grado de perseverancia que la Argentina asumió con un compromiso inobjetable. Petrel propone, muy pronto, conectividad y confort. Es importante que, para concretar esa promesa, se respete ese compromiso y esa visión de futuro.

Si en sus Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina consignó que gobernar era poblar, estas otras bases, la antárticas, parecen demandar un mismo programa. Es necesario y natural que la Argentina ocupe su territorio, navegue sus mares y se reconozca en su geografía nacional. El siglo XXI será antártico para nuestro país. ¿Qué nos falta para concretarlo? Cuando empieza su viaje antártico siempre alguien le avisa. Para ir a la Antártida se necesitan dos cosas, medias y paciencia. Y si podés llevar solo una, elegí la paciencia.
Juan Terranova es historiador y escritor. Trabaja desde su fundación en el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur. Es autor de novelas y ensayos sobre el Atlántico Sur y en 2024 publicó El arte de la novela antártica. Su primera película, Petrel, puede verse en YouTube.
Todas las fotos son de Juan Terranova y se las puede encontrar en su cuenta de Mediun https://juanterranova.medium.com/
