Todavía no tiene un año, pero escucha que su mamá le dice “llega el invierno” y Lola se ríe y se entusiasma. Sabe que así comienza su cuento favorito. El libro, de goma, impermeable, resistente a los golpes, ya está un poco descolorido después de tantos viajes. La familia no sale sin él.

Leerle a nuestros niños desde muy temprana edad es una idea sobresaliente. Cuando son chiquitos y solo quieren morder el libro y nos parece que no les interesa nada lo que les estamos diciendo, ese es un gran momento. Aunque no parezca, los niños, desde muy pequeños, están incorporando no solo algún conocimiento, sino que se refuerzan lazos e, incluso, se empiezan a conocer algunos sentimientos y estados de ánimo.

El acercamiento de los más pequeños de la casa a la lectura es, sin dudas, responsabilidad de los adultos. Un niño que tiene trato cotidiano con los libros tiene mayores posibilidades de convertirse en un ávido lector cuando crezca.

Según la Academia Americana de Pediatría, la edad recomendada para empezar a leerle a los bebés es alrededor de los 6 meses.

Alba Caraballo, editora de Guía Infantil, afirma que leer en voz alta contribuye al desarrollo emocional del niño y pone las bases de su capacidad de comunicarse. Los beneficios que la lectura y leer en alto al niño aportan son múltiples:

– Los niños educados en el hábito de la lectura se convierten en la edad adulta en buenos lectores.

– Los psicólogos han comprobado que leer cuentos o libros al niño le ayuda a desarrollar y conocer sus emociones.

– Más del 50% del desarrollo intelectual se produce entre el nacimiento y los cuatro años de edad, es por tanto una edad ideal para poner los cimientos del hábito de la lectura. Una encuesta de la UE reveló que el 80% de los adultos que acudían a bibliotecas públicas ya iban a las mismas cuando eran niños.

– Los estudios confirman que los niños educados en el gusto por la lectura en casas donde es costumbre leer en voz alta a los más pequeños, están más preparados para desarrollar sus capacidades de aprendizaje.

– La lectura, a diferencia de la televisión, los ordenadores y otros medios, estimulan al niño a llenar la mente. Se desarrolla así la capacidad de imaginación y creatividad del niño que ha de crear en su cabeza las imágenes de lo que lee o le están leyendo.

– Leer al niño en voz alta, potencia su concentración y atención, ya que tienen que centrarse en comprender lo que están escuchando

– El desarrollo de las capacidades lingüísticas del niño es, asimismo, uno de los principales beneficios de la lectura en voz alta.

Para aquellos que hemos superado la barrera de los 40, los libros son una cosa sagrada, que no se pueden marcar, ni dibujar, ni manipular. Si bien la recomendación no pasa por permitir a los infantes ser “destructivos”, sí es importante que puedan tener un contacto con el formato físico más relajado. Hay que dejarlos tocar los libros, explorarlos, olerlos, hasta olfatearlos; ahí también está naciendo una relación que puede ser para toda la vida.

Claro que no le vamos a dar una primera edición de un clásico de la literatura para que hagan esa exploración, pero hoy en día existen una innumerable cantidad de posibilidades. Libros de tela, de goma Eva, impermeables, irrompibles, con aromas, con texturas, interactivos. Ahí también hay magia, aunque aún no sepan leer o no entiendan del todo la historia que le contamos.

Victoria trata de comodarse mientras Emma le salta encima, la escena es bastante graciosa porque la nena lo único que quiere es que la mamá deje de charlar y le lea el cuento que tiene en la mano.

Mamá empieza la ansiada lectura “Luisiana era una hormiga azafata” y se escucha de fondo una voz finita que grita impaciente “Lumumba, Lumumba”, después de un par de hojas y muchas interrupciones de la divertida Emma, nos enteramos que Lumumba era un moscardón que oficiaba de taxi aéreo.

Todas las veces pasa lo mismo”, cuenta Victoria, “intenté mil veces contarle otro cuento, compramos más libros, le regalaron para el cumpleaños, el Día del niño, pero ella quiere a Lumumba. Ojo, leemos los otros cuentos, pero a ella le gusta este más que nada, se lo sabe de memoria. A veces estoy cansada y me quiero saltear un par de hojas para terminar más rápido, pero es imposible”, se ríe.

Según publica en 2011 la revista de ciencias Muy Interesante, repetir una y otra vez el mismo cuento es bueno para el aprendizaje de los niños, según un estudio de la Universidad británica de Sussex, cuyos autores consideran que es esta repetición lo que acelera la adquisición del vocabulario.

El estudio fue dirigido por la psicóloga Jessica Horst y sus resultados son consecuencia de un experimento en el que se expuso a dos grupos de niños de 3 años al aprendizaje de dos palabras nuevas. Cada una de ellas era una palabra inventada para designar un objeto desconocido, como por ejemplo “sprock” para referirse a un artículo manual empleado para mezclar comida. Durante el plazo de una semana, uno de los grupos escuchó tres historias diferentes con estas palabras, mientras que el otro grupo escucho una única historia con las mismas palabras nuevas. Pasado ese periodo, se constató que los niños a los que se había contado sólo un cuento recordaban mejor las nuevas palabras que los niños a los que se había contado tres historias diferentes.

Sabemos que cuanto mayor es el número de libros que se tienen en casa, mejores son los resultados académicos de los niños, pero lo que no habíamos comprendido es cómo ocurre ese aprendizaje“, dijo Horst. “Lo que esta investigación sugiere -explicó la psicóloga- es que lo importante no es el número de libros, sino la repetición de cada uno de ellos, porque es lo que propicia un mayor aprendizaje“.

Horst indicó que ya era conocido que los niños que ven el mismo programa de televisión o la misma película una y otra vez “ofrecen mejores resultados en los posteriores exámenes de comprensión“. Según Horst, lo que ocurre con la lectura es que cada vez que un niño escucha el mismo cuento está adquiriendo nueva información. “La primera vez puede ser sólo la comprensión de la historia, la segunda la percepción de los detalles y la descripción, y así progresivamente“, explica. “Y si la nueva palabra se introduce en una variedad de contextos, como ocurrió con aquellos a los que se les leyeron tres cuentos diferentes, lo más probable es que los niños no logren concentrarse tanto en la palabra nueva“, añade la investigadora.

En conclusión, indicó Horst, “el mensaje podría ser que los niños no precisan necesariamente de una gran cantidad de libros, sino que se benefician de una exposición repetida a los que tengan“. La investigación completa se publica este mes en la revista Frontiers in Psychology.

Leer se transforma en un momento enriquecedor, se comparte el mismísimo instante en que nuestros hijos van aprendiendo cosas, uno puede ser testigo presencial de cuando se adquiere una nueva palabra, se reacciona ante un mensaje dentro de la historia y se incorporan hábitos saludables.

Leerle a los niños se convierte en una gran aventura, no solo para ellos.

 

María Fernanda Rossi

Deja tu comentario