Se estima que quedan solo unos 6.700 ejemplares de esta ave, símbolo máximo de la fauna americana. Se multiplican las acciones para preservar a estos reyes de los cielos andinos.
El cantautor santacruceño Eduardo Guajardo lo describe como el “Vigía del horizonte, centinela del silencio”. Su porte esbelto y elegante, sus lustrosas plumas blancas y negras y el “collar” blanco que le rodea el cuello, hacen del Cóndor andino un verdadero “Emperador de los Andes”.
Habitan desde Venezuela hasta Tierra del Fuego, a lo largo de los 7500 km de la cordillera de los Andes y es el emblema nacional de Bolivia, Chile, Colombia y Ecuador. En la Argentina se lo puede encontrar en 14 provincias.
Es el ave voladora más grande del mundo, capaz de cubrir distancias de más de 300 km en un día, adaptando su vuelo a las corrientes de aire. Su envergadura alcanza los 3,50 mts y son capaces de comer hasta 4 kg de carne. Como carroñero, cumple un rol ecológico central: se encarga de comer restos de animales muertos, que pueden ser transmisores de infecciones. Además, al poder abrir cueros de animales grandes, facilita que carroñeros más pequeños accedan a comida.
“En mis tiempos de boy scout, hacíamos excursiones en la zona con mis compañeritos” relata Franco Paz, periodista e integrante de la ONG “Huellas Patagónicas” de la localidad de 28 de Noviembre. “Llegar a las zonas más altas era una de las cosas que más esperábamos, porque nos tirábamos al suelo y veíamos a los cóndores pasar arriba nuestro. Yo quedé prendado con esa imagen”. El periodista explica que esas experiencias en la infancia, marcaron a fuego lo que sería “una filosofía de vida” y fueron generando una conciencia ambiental, un sentido de pertenencia que lo llevó seguir trabajando para generar lo mismo en las nuevas generaciones.
Durante cientos de años, el Cóndor andino fue considerado una plaga que atacaba al ganado para comer. Hoy sigue siendo víctima de cazadores, de envenenamiento con balas de plomo a partir de animales que fueron abatidos o envenenados. El choque con los cables de alta tensión, la perturbación humana en sus áreas de descanso y nidos, la reducción de especies, como el ciervo o el guanaco, que son parte de su dieta y la alteración de su hábitat natural, ponen en peligro su supervivencia. A esto se suma el tiempo que tardan en alcanzar la madurez sexual y la baja tasa de nacimientos (un pichón cada dos o tres años).
En Patagonia, sobrevuelan los cielos cordilleranos de la Cuenca Carbonífera y han hecho que 28 de Noviembre sea conocida como la “Capital Nacional del Cóndor Andino”. En esa región, este grupo de apasionados y profesionales de la conservación encontraron dos lugares muy importantes para la especie: las condoreras de Stag River y de Glen Cross, “que es un morro donde está la condorera más grande”. Ambos lugares los hemos estado estudiando durante los últimos años”, dice Franco Paz.
“Por cada Cóndor que encontramos muerto, retrocedemos 15 años. Huellas Patagónicas logró rescatar 35 ejemplares“. Pero “sentimos que es una pelea desleal”, transmite Paz. “El desconocimiento es el peor enemigo”, por eso en la Cuenca Carbonífera han realizado un trabajo de educación ambiental y “se están tomando acciones vinculadas con la conservación de la especie”.
Durante la campaña para que se reconozca a 28 de Noviembre como la capital nacional, el ambientalista resalta que “participaron muchos actores de la comunidad y hoy la gente concretamente habla del Cóndor, lo siente propio y disfruta de verlos volar arriba de nuestras ciudades”.
Para Franco Paz “el Cóndor es eso, es nuestra especie bandera. Hay que seguir educando, es la base del éxito de este trabajo. Es una filosofía de vida cuidar a esta especie tan vulnerable. Algunos lo tenemos tatuado en la piel (se ríe)”.
Daniella Mancilla Provoste
Fotos: Franco Paz