El 11 de setiembre de 1888, en Asunción del Paraguay, murió Domingo Faustino Sarmiento. Cincuenta y cinco años después, en 1943, un grupo de pedagogos de América latina decidió que esa fecha era la más oportuna para homenajear a todos los maestros latinoamericanos.

Desde entonces, el 11 de setiembre es el día para recordar a Sarmiento y para reconocer y valorar la labor de todos los docentes.

Es muy difícil resumir la vida y las actividades que desarrolló Sarmiento (1811-1888). Sin embargo, sus acciones tuvieron siempre objetivos muy claros: la educación y la cultura de la sociedad argentina.

A través de sus estudios y de sus viajes, Sarmiento había llegado al convencimiento de que un país sólo podía ser democrático y avanzado en lo económico si su sociedad era educada. Creía, por lo tanto, en la educación común: extendida a toda la población, para todos los sectores sociales y para los dos sexos.

Sus acciones

A los quince años Sarmiento fundó una escuela en San Francisco del Monte, provincia de San Luis. Tiempo después se enroló como soldado para luchar contra los federales y tuvo que exiliarse en Chile, adonde se empleó como periodista y minero. De nuevo en San Juan, fundó el periódico El Zonda e inauguró un colegio para señoritas. En 1840 volvió exiliado a Chile, donde continuó su labor como periodista y participó en la fundación de la Facultad de Humanidades de ese país. En esos años dirigió una escuela e inventó un método para enseñar a leer y escribir: el Método de lectura gradual.

En 1852, cuando los federales dejaron el poder, retornó a la Argentina. En los años siguientes ocupó diversos cargos públicos: concejal municipal de Catedral al Norte (1856-1857), senador de la Legislatura (1857) y director del Departamento General de Escuelas. Fue gobernador de San Juan (1862-1864), y años más tarde, entre 1868 y 1874, presidente de la República y luego senador nacional.

Durante su gobernación de San Juan decretó la obligatoriedad de la enseñanza primaria y fundó una escuela para más de mil alumnos. En el lapso de su presidencia fueron muchas las acciones destinadas a la educación: entre otras, creó varias instituciones escolares primarias, secundarias y terciarias (como el Colegio Militar, la Escuela Naval, las Escuelas Normales de Paraná y Concepción del Uruguay, y los Colegios Nacionales de Santa Fe, San Luis, Santiago del Estero, Corrientes y Rosario). Fundó un sistema de bibliotecas populares, impulsó la construcción del Observatorio Astronómico de Córdoba y la Academia de Ciencias de esa provincia y organizó la Primera Exposición Nacional en la ciudad de Córdoba. Durante su mandato, la cantidad de alumnos primarios creció de 30.000 a 100.000.

Para estos trabajos tuvo la colaboración de docentes argentinos y extranjeros, como Juana Manso, y Horace y Mary Mann.

Para recordarlo hemos elegido un fragmento del libro Manual de zonceras argentinas, de Arturo Jauretche, donde reflexiona sobre su condición de alumno modelo y su asistencia perfecta a la escuela.

El niño que no faltó nunca a la escuela

La imagen del niñito Domingo Faustino Sarmiento que usted lleva metida adentro, es la de una especie de Pulgarcito con cara de hombre, calzado con grandes botas y cubierto con un enorme paraguas, marchando cargado de libros bajo una lluvia torrencial. (Los niños sanjuaninos son los únicos a quienes esta imagen no impresiona, pues saben que jamás llueve en San Juan durante “el período lectivo” como dice la prestigiosa “docente” doña Italia Migliavacca. Más bien a San Juan le da por los temblores y los terremotos).

¿A quién no le han machacado en la edad escolar cuando uno prefería quedarse en la cocina junto a las tortas y al maíz frito en los días lluviosos, conque Sarmiento nunca faltó a clase así lloviera, nevara o se desataran huracanes?

Lo dice el mismo niño modelo en Recuerdos de Provincia: “Desde 1816, fecha en que ingresé en la escuela de primeras letras, la Escuela de la Patria, a la edad de cinco años, asistí a ella durante nueve regularmente, sin una falta”.

Esta es una de las virtudes del niño modelo que más ha torturado a la infancia argentina hasta la aparición de la nueva ola de niños malos (“revisionistas”). “¡Nueve años sin una falta a la escuela de primeras letras!”, comentan estos malvados. Y agregan ante el contrito magisterio: “¡Flor de burro el tal niño modelo para pasarse nueve años aprendiendo las primeras letras! ¡Y después lo critican a uno si repite el grado!”.

Conviene poner las cosas en su lugar.

El mismo niño modelo nos dice que en 1821, a los seis años de su ingreso en la escuela de primeras letras fue llevado al Seminario de Loreto de Córdoba, con lo que los nueve años de  asistencia perfecta que nos cuenta quedarían reducidos a seis.

¿Volvió el niñito modelo a la escuela primaria por tres años después del rechazo en el Seminario?

Es indiscutible que una asistencia escolar perfecta de seis años a la escuela de primeras letras es una dosis excesiva hasta para un niñito un poco tarado. Mucho más si se trata de nueve. Y Sarmiento era un niño precoz. También lo dice en Recuerdos de Provincia cuando relata que ingresó a la escuela a los cinco años “sabiendo leer de corrido, en voz alta, con las entonaciones que sólo la completa inteligencia del asunto puede dar”.

Con esto se derrumba la leyenda de los nueve años de asistencia perfecta, pero también la pretensión vengativa de los niños malos (revisionistas) que sostienen que era un burro. Ni un burro ni asistencia perfecta. Un niño cualunque; pero más bien aventajado, pues siempre fue el primero de la clase.

Don Leonardo Castellani, que es fraile y conoce mucho a los chicos, dice que “el chico que nunca se hizo la rabona es sospechoso”. En general todos los chicos afirman, como Dominguito, que nunca “se la hicieron”, pero conviene desconfiar.

Zoncera N ° 17 del libro Manual de zonceras argentinas de Arturo Jauretche.

 

 

Fuentes: El Historiador y educ.ar

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