El proyecto PARANTAR mide el movimiento de las rocas en las costas de la Antártida para averiguar el impacto del cambio climático en la región.
Cada día, a las 8 de la mañana, te esperan en el comedor para desayunar junto a los otros miembros de la Base Antártica Española Juan Carlos I. Los horarios son bastante estrictos, ya que a las 8:30 empieza la reunión con los técnicos de montaña donde se explica la meteorología y las misiones del día para cada proyecto.
A las 9 se sale a trabajar, con temperaturas casi siempre bajo cero y vientos que te zarandean cuando intentas avanzar. A la vuelta, toca hacer recuento para asegurar que todas las personas han regresado a la base. Así nos cuenta Alejandro Gómez Pazo cómo era su día a día en la Antártida.
Aunque las condiciones pueden parecer duras, Alejandro destaca el compañerismo y la solidaridad de todos los miembros de la base, fundada en 1988 y renovada en 2011. Por ello, a pesar de estar a miles de kilómetros de las costas gallegas, su hogar, le guarda cariño a lo que fue su segunda casa. Pero, ¿qué puede llevar a un geógrafo gallego a las costas de la Antártida? Pues nada más y nada menos que el movimiento de las rocas.
Y, sin embargo, se mueven
Es un hecho que el cambio climático antropogénico está acabando con las grandes masas de hielo continentales. Por ello, los investigadores todavía tratan de comprender qué efectos tendrá esta situación en los procesos de erosión y en las especies de las zonas glaciares. Desde hace décadas se emplean fotografías realizadas sobre el terreno y datos satelitales para medir la regresión de las enormes lenguas de hielo en los distintos continentes.
Sin duda, uno de los mejores lugares para investigar los efectos de la subida de las temperaturas es la Antártida. Este continente, cubierto en su mayoría por enormes capas de hielo, ha experimentado importantes cambios que podrían afectar a nivel global. Por ello, además de fotografías, se pueden emplear otras técnicas de medición más precisas que permitan cuantificar más variables y comprender todos los aspectos de lo que se conoce como deglaciación.
Y esta es la misión del proyecto PARANTAR, liderado por Jesús Ruiz Fernández, de la universidad de Oviedo, donde participan más de 11 universidades. En este estudio, además de las cámaras, emplean técnicas avanzadas que permiten comprender el movimiento de las rocas y la dinámica de los procesos de erosión que ocurren en las islas Shetlands del Sur. Además, también datan isótopos cosmogénicos para estudiar el pasado de los glaciares.
Durante su tesis doctoral, Alejandro se dedicó a investigar el movimiento de las rocas en las costas gallegas. De este modo, cuando se obtienen suficientes datos, es posible modelar cómo era el pasado de la costa y tratar de averiguar qué sucederá en el futuro.
Aunque no podemos saber lo que pasa por la mente de un geógrafo, es razonable pensar que hasta para él hubiese sido insufrible recopilar datos con un metro en la mano. Por ello, empleó drones, así como sensores de radiofrecuencia con los que marcar las rocas, para medir de forma precisa la dinámica de los procesos de erosión y desplazamiento de las mismas en las costas gallegas.
Tras defender su tesis y validar que los métodos de medición proporcionaban información valiosa sobre el terreno, le ofrecieron emplear estas mismas técnicas en los alrededores de la Base Antártica Española, situada en la península Hurd de la isla Livingston.
Cómo investigar en la Antártida
La base Antártica Juan Carlos I está dirigida por el CSIC a través de la Unidad de Tecnología Marina y opera durante los meses de verano del hemisferio sur (entre noviembre y marzo). Situada cerca de la costa, se encuentra en un enclave relativamente protegido ante las inclemencias del tiempo y que permite salir al mar para desplazarse a otros lugares.
El deshielo de al menos una parte de la Antártida ya es inevitable
Ahora bien, durante años, la erosión de la costa ha sido un motivo de preocupación para los científicos, ya que podría acabar poniendo en peligro las instalaciones. Sin embargo, hasta ahora no se habían realizado mediciones precisas para comprender la magnitud del problema.
Por ello, este es uno de los objetivos del proyecto PARANTAR, que además de determinar la dinámica de los arroyos y los glaciares cercanos, se encuentra analizando cómo las rocas costeras se han ido moviendo durante los últimos meses. De esta manera podrán averiguar si el cambio en las condiciones podría afectar a las estructuras o a la logística y trasladar este conocimiento al resto de costas del mundo para comprender el impacto del cambio climático.
El buque de investigación oceanográfica Hespérides surcando las aguas cercanas a la Antártida. Este buque opera para reabastecer la base de operaciones y para el traslado de personal.
Reconstruyendo el pasado
En PARANTAR, los distintos grupos involucrados emplean técnicas de análisis para recrear varios aspectos relacionados con la deglaciación. Las islas Shetlands son el escenario perfecto, ya que más del 85% de su superficie está cubierta por hielo. Sin embargo, el porcentaje disminuye cada año, tanto en las islas como en la masa continental.
En algunas zonas esta regresión puede llegar a varios metros al día, pero los investigadores temen que estos números puedan incrementarse rápidamente. Por ello, conviene estudiar el pasado y observar las huellas de la última gran deglaciación ocurrida hace entre 20.000 y 11.000 años. Según muestran otros estudios, se estima que en aquella época el hielo pudo retirarse hasta 600 metros por día en algunas zonas de Noruega.
Por ello también recaban información de las montañas de los alrededores para medir la salud de los glaciares se deslizan lentamente en busca del mar, así como los isótopos cosmogénicos, reliquias que indican la evolución del terreno con el tiempo. “Lo que más impresiona del lugar es el silencio” Nos explica Alejandro.
El equipo de PARANTAR midiendo distintos parámetros de deglaciación.
“Cuando estás trabajando cerca de la costa o de la base, sí que oyes el rumor del mar o de los generadores de la estación, pero cuando realizas una expedición por las montañas de los alrededores te das cuenta de lo vasto e inhóspito del terreno”. Ahora bien, de cuando en cuando, un ruido similar a un trueno revuelve las entrañas de la tierra. “Son los glaciares moviéndose”, indica Alejandro. Los millones de toneladas de hielo se deslizan lentamente y generan tensión que al liberarse provocan el estruendo.
Alejandro nos contesta la llamada desde su casa, en Galicia, donde con la ayuda del resto del equipo de investigación están analizando los datos recogidos para obtener los resultados. Estos datos servirán, entre otras cosas, para comprender los cambios que están sufriendo las costas y que las futuras acciones climáticas se apliquen a partir de resultados robustos.
Pero no es el único proyecto que se ha llevado a cabo durante este año. Por sus instalaciones han pasado cientos de científicos que han estudiado desde la fauna y la flora local hasta la química y la física atmosférica.
Fuente: National Geographic