Si uno piensa en la Antártida y en Colombia le resulta difícil unir a ambos territorios en una misma acción. El continente blanco patrón del frío y de la nieve y el país cafetero dueño del color de paisaje y los ritmos calientes.
Si a todo esto, además, le agregamos pingüinos, definitivamente la cuenta no nos cierra por ningún lado. Eso, claro, si no conocemos a Paola Tello Guerrero.
Paola es graduada de Física de la Universidad Industrial de Santander y con siete años de experiencia en geociencias lidera los talleres “Antártida para valientes”, una iniciativa apoyada, entre otros, por el banco BBVA.
Niños y jóvenes de Colombia enviarán mensajes a los pingüinos de la Antárida, en los que se comprometen a cuidar el planeta, animados por la joven científica colombiana que hará parte de una expedición de investigadoras que viajará al continente blanco. Así lo confirmó a la agencia de noticias Efe la propia Paola, en una entrevista vía correo electrónico.
Los mensajes son producto de talleres, en los que de forma lúdica se busca concientizar a niños y jóvenes, enamorarlos de las ciencias e invitarlos a cuidar el planeta, en especial los océanos.
Andrés Barbosa es un investigador científico del CSIC que ha estudiado la relación entre la ecología, la morfología y la fisiología de las aves en distintos tipos de hábitats, con especial interés en ambientes extremos como las montañas, las áreas desérticas y las zonas polares.*
El cambio global influye en los ciclos biológicos de los pingüinos pero no parece afectar por igual a las distintas especies. ¿Cuál es el motivo de estas diferencias?
En la Antártida hay cinco especies de pingüinos y sólo dos son estrictamente antárticos: el pingüino emperador (Aptenodytes forsteri) y el pingüino de Adelia. Uno de los cambios detectados con el incremento de la temperatura es la disminución del hielo marino que se forma durante el invierno austral. Esta pérdida de hielo marino en la península Antártica tiene graves consecuencias, ya que es ahí donde viven las algas unicelulares de las que se alimenta el krill, la principal presa en la que se sustenta la red trófica en la Antártida. La abundancia de krill ha disminuido en los últimos 25-30 años y es la causa de la regresión de dos de las especies de pingüinos de la península Antártica, el pingüino barbijo y el pingüino de Adelia, que son muy dependientes de krill. Inicialmente, se pensaba que el único pingüino afectado sería el de Adelia, porque el barbijo, al proceder de otra zona más templada, tendría menos querencia por el hielo, pero aunque al principio se vio que esto era así, la disminución del krill ha terminado por afectarle también. Por su parte, la otra especie que habita en la península Antártica, el pingüino papúa o juanito, tiene una dieta más amplia y le afecta menos la disminución del krill; de hecho, su población está aumentando. Esto nos ofrece una oportunidad muy interesante de estudiar especies con respuestas diferentes ante cambios ambientales.
La evolución del pingüino emperador es más difícil de interpretar, ya que no vive en la península Antártica, sino en la parte continental, donde se da la paradoja de que hay una disminución de temperaturas y un incremento de la presencia de hielo. Esta especie cría en invierno cuando el mar está congelado. El macho incuba el huevo, mientras las hembras se alimentan a miles de kilómetros y vuelven al cabo de cuatro meses. Se ha observado que el incremento de hielo puede afectar a la vuelta de las hembras y dar lugar a desajustes que podrían disminuir el éxito reproductor.
¿Qué otros factores relacionados con el cambio climático pueden influir negativamente en la reproducción?
Otro aspecto que afecta negativamente a las poblaciones de pingüinos es el aumento de las temperaturas; con ello, también puede haber un incremento de la precipitación y nevadas tardías y muy intensas, lo que puede provocar una pérdida reproductiva importante al cubrirse los nidos de nieve, afectando al desarrollo de los huevos o de los pollos.
“Lo siento, amigos. De ahora en adelante, cuidaré más del medio ambiente, porque los quiero como una familia”, reza uno de los mensajes con los que Paola Tello viajará en febrero próximo hacia la Antártida, como parte del programa “Homeward Bound: la madre tierra necesita a sus hijas”.
Esa iniciativa, que en su segunda edición reunirá a 80 científicas de más de 13 nacionalidades, busca la formación en divulgación científica y cambio climático de 1.000 investigadoras de todo el mundo durante los próximos 10 años.
“Ustedes son los animales más tiernos del mundo y yo los quiero salvar. Por favor, no se extingan”, pidió otro de los chicos participantes de los talleres en la ciudad de Quibdó, en el departamento de Chocó, y beneficiario de la ONG Fundación Pies Descalzos, creada por Shakira.
Tello explicó que con estos talleres busca que niños y jóvenes puedan “aprender jugando” e indicó que surgieron porque cree que “la educación construye país” y que “tener oportunidades únicas implica una responsabilidad profunda de cómo aportar a nuestra sociedad”.
“Desde esta gran experiencia en la expedición Antártica, vi una oportunidad de compartir con niñas y niños de Colombia cómo estudiar ciencias abre las puertas de conocimiento y contarles acerca de aventuras fascinantes y animales enternecedores”, explicó.
También consideró importante analizar “temas profundos, como el rol de la mujer en nuestra sociedad, la importancia de estudiar ciencias y el cuidado del planeta con acciones concretas”.
Esta colombiana, quien actualmente trabaja en un laboratorio de petrofísica en el Reino Unido, explicó que “Antártida para valientes” es también “una provocación a la curiosidad”.
“Hablamos de los primeros hombres que fueron al lugar más frío del planeta en 1911, escuchamos sobre prohibiciones de mujeres para trabajar en la Antártida, conocemos animales que pensábamos tontos y salimos convencidos que es nuestra responsabilidad cuidar nuestras decisiones diarias para preservar el único planeta que tenemos”, sostuvo.
Las cartas de los alumnos del taller con las que esta colombiana llegará para ser parte de la historia científica de la humanidad, las consideró como “el broche de oro” de estos encuentros educativos, ya que permiten que los asistentes -quienes, según ella, pueden ser de todas las edades, desde los 6 hasta los 99 años- escriban “qué van a hacer diariamente para cuidar el planeta”.
Y, finalmente, de eso se trata: de empezar a realizar pequeñas acciones, cada uno desde su lugar, aunque a veces nos quieran convencer que las pequeñas acciones individuales no sirven para nada. Apagar la luz, evitar que la canilla quede goteando, bajar el calefactor, mantener la puerta de la heladera cerrada en lugar de abrirla cien veces para seguir encontrando lo mismo, caminar más y usar menos el auto y tantas otras decisiones que podemos tomar y que, en definitiva, no son más que para nosotros mismos, y todos los que vendrán después.
*elespectador.com
María Fernanda Rossi