Como un reloj bien calibrado, cada temporada asistimos al mismo lamentable espectáculo de las llamas consumiendo todo lo que encuentran a su paso. Los bosques de nuestro país parecen no tener respiro entre el avance de las fronteras agropecuarias, los negocios inmobiliarios y el implacable poder destructivo del fuego.
En el año 2012 los fueguinos fuimos testigos de un espectáculo doloroso que tuvo lugar a orillas del Lago Fagnano. Un voraz incendio forestal consumió alrededor de mil hectáreas de bosque nativo en las inmediaciones de Bahía Torito. La causa: imprudencia y la falta de políticas públicas que garanticen control y educación.
Lamentablemente, esta historia se repite todos los años, en diversos puntos de nuestro país y en magnitudes cientos de veces superiores a la catástrofe fueguina.
A principios de 2017, los incendios consumieron cientos de miles de hectáreas en Argentina, muchas de ellas en ambientes naturales con flora nativa. Las pérdidas son inconmensurables.
Recordemos que los bosques cumplen un rol fundamental: los servicios ambientales que brindan garantizan la supervivencia de especies animales y vegetales, son reguladores climáticos, son una barrera de protección de los suelos, recolectan agua alimentando los acuíferos, absorben dióxido de carbono mitigando los efectos del cambio climático, etc.
Por desgracia, los incendios sólo representan uno de los factores que amenazan a los bosques.
Las actividades productivas agropecuarias y los negocios inmobiliarios se incrementan exponencialmente, avanzando sobre los ambientes naturales que cada día se ven más deteriorados
Frontera agropecuaria, negocios inmobiliarios y deforestación
El avance de las fronteras agropecuarias representa una de las principales causas de pérdida de bosque en nuestro país. El crecimiento de esta actividad ha provocado que en las últimas décadas la deforestación se haya disparado. Una de las provincias más afectadas por esta realidad ha sido Córdoba, que ha perdido, en menos de 100 años, casi toda su superficie boscosa. Se estima que hoy sólo se conserva un 3% de los bosques nativos originales del territorio.
La actividad que más ha crecido en los últimos tiempos ha sido la agricultura. En particular el cultivo de soja. Esta actividad ha representado grandes ganancias para ciertos grupos productores, con el poder suficiente como para influenciar gobiernos y poder avanzar sobre los bosques, incluso en zonas donde la ley los protege.
Las plantaciones de especies arbóreas exóticas, como el pino para la explotación maderera, también han tenido un fuerte impacto. Miles de hectáreas se encuentran actualmente afectadas a este tipo de producción. El problema con los monocultivos como la soja o los pinares es que cambian completamente las condiciones ambientales, poniendo en riesgo la biodiversidad, el suelo y los regímenes climáticos. El pino en Córdoba, por ejemplo, consume mucha más agua que las especies autóctonas, impactando directamente en la cantidad de agua del suelo.
Otro negocio que ha avanzado sobre los bosques es el inmobiliario: urbanizaciones privadas como countries, barrios cerrados y complejos de cabañas han tenido un boom en las últimas décadas y extensos territorios de ambiente nativo han sido afectados a estos emprendimientos.
Los incendios forestales
Detrás de cada incendio forestal está el ser humano, y lamentablemente muchas veces no tiene que ver con negligencia. Muchos son los casos de incendios cuyo origen es intencional. Algunos inician como una travesura, otros por mano de pirómanos y muchos, bastantes, son provocados con la intención de deforestar ilegalmente. Por desgracia, el resultados siempre es el mismo: miles de hectáreas arrasadas anualmente. Pérdidas millonarias. Esfuerzos inhumanos por contener las llamas. Cada año, luego de los incendios, el ambiente está un poco más deteriorado. Hábitats enteros destruidos, especies animales desplazadas, ríos contaminados por el arrastre de cenizas y sedimentos. La atmosfera saturada por el carbono liberado en la ignición. Suelos desprotegidos erosionándose rápidamente y el fantasma de la sequia y la desertificación.
Todo alimenta un circulo vicioso que hace que cada año los incendios sean peores que el anterior. Mientras escribo estas líneas hay varios focos de incendio sin control en la sierras de Córdoba, amenazando a la vida en esa región.
Lamentablemente la ambición desmedida y la búsqueda de ganancias no parecen menguar. Es necesario tomar decisiones políticas que de una vez por todas pongan en foco la defensa del ambiente como una política de estado y que la naturaleza no continúe como hasta el momento al servicio del progreso y de la explotación, sin tener en cuenta las irreversibles consecuencias.
Abel Sberna