Por más que usted no sepa quién es Arvo Pärt, es probable que haya escuchado su música.
Además de ser uno de los compositores más interpretados en el mundo (según la base de datos de conciertos de música clásica del sitio Bachtrack), sus piezas han sido utilizadas por grandes directores de cine.
Es allí donde su obra única, minimalista, de resonancias sacras, quizá haya entrado subrepticiamente en su conciencia.
En el Internet Movie Data Base, Pärt tiene 78 créditos.
Algunos largometrajes donde su música ha sido central son Fahrenheit 9/11, de Michael Moore; Petróleo sangriento, de Paul Thomas Anderson; La gran belleza, de Paolo Sorrentino y las últimas dos películas de Terrence Malick.
Músicos populares como Nick Cave, Thom Yorke y Michael Stipe lo citan como influencia.
Nacido en Estonia el 11 de septiembre de 1935, Pärt es de los artistas que trabajan con una concepción del tiempo abismalmente amplia, como los antiguos constructores de catedrales.
El presente de Pärt es un círculo que contiene siglos.
Escuchar su música por primera vez es desconcertante: suena como si perteneciera a otra época histórica, el Medioevo o más allá.
Sin embargo, no es kitsch ni pretenciosa.
Es música de hoy.
De hecho, Pärt ha inventado una forma original de componer que él llama tintinnabuli.