Cuando Mateo la vio sana y fuerte, con el pequeñuelo en brazos, la besó apasionadamente, porque vencía una vez más a pesar de todo y de todos. Tenía un nuevo hijo, es decir, nueva riqueza y más poder, una nueva fuerza lanzada al mundo, otro campo sembrado para el porvenir. Así continuaba la gran obra, la nueva obra, la obra de fecundidad ensanchada por la tierra y por la mujer, vencedora de la destrucción, creando subsistencias a cada nuevo hijo, amando, queriendo, luchando contra el dolor y la muerte, buscando sin cesar más vida, más esperanza.

 

fragmento de FECUNDIDAD (LOS CUATRO EVANGELIOS) de Émile ZOLA, 1899.

Deja tu comentario