En el año 2008 se sancionó la ley Nacional 26.396 referida al tratamiento de los trastornos alimentarios. Siguiendo con esa política nacional, en materia de salud, se inició el trabajo hacia la aprobación de la norma provincial, con el objetivo de darle a Tierra del Fuego una ley propia; ley que viene a reglamentar derechos consagrados constitucionalmente, que resultan fundamentales para la salud de la población, y que finalmente fue aprobada por la legislatura de la provincia en el año 2014.
En aquel entonces, la iniciativa fue presentada por la -ahora también- legisladora Myriam Martínez. Por aquellos días, la parlamentaria sostenía que “la idea era poder consensuar, adaptar y mejorar alcances de la ley Nacional 26.396, adecuándola a las reales necesidades de nuestra provincia, ampliando su cobertura y mejorando en muchos aspectos la normativa nacional, de modo de dar cumplimiento con la manda Constitucional referida a garantizar el derecho a la salud a la población de la provincia”.
Advierte que todavía le cuesta hablar de “eso” y en la próxima hora y media que durará la charla, jamás va a llamar por su nombre a su trastorno alimentario, en 90 minutos no dirá ni una sola vez la palabra anorexia.
“A veces no las puedo mirar, pero en el fondo agradezco tener fotos de esa etapa de mi vida, no quiero volver ahí. Y ojo, no es que ya me recuperé y listo, soy bien consciente que voy a estar conviviendo con ese fantasma para siempre”, dice Luciana mientras tira de una pulsera de goma que tiene en su muñeca.
Esa pulsera de goma es un recurso que le dio uno de sus terapeutas, cuando se pone ansiosa tira de ella, sabe que no se va a romper y la ayuda a controlar ese estado momentáneo. En estos 90 minutos la pulsera de goma aparecerá reiteradas veces.
“Simplemente dejé de comer. Si bien me daba cuenta y hasta era ‘una elección’, al mismo tiempo era como una realidad paralela, no me terminaba de dar cuenta. Yo me miraba al espejo y ahí siempre había algo que no me gustaba. Fui eliminando los alimentos de a poco. Primero lo más grasoso o lo más calórico, abandoné las golosinas, las galletitas, las gaseosas. Después dejé cualquier tipo de alimento sólido, así sea una lechuga, y por ultimo dejé también todo lo que eran sopas, caldos, compotas. Literalmente vivía a agua”.
Sobre el objetivo principal de la ley, Martínez dijo que sin lugar a dudas “es la prevención y control de los trastornos alimentarios y sus enfermedades relacionadas, quedando comprendidas en estos términos la obesidad, la bulimia, la anorexia nerviosa, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, el síndrome metabólico, las dislepemias, la hipertensión arterial y toda otra enfermedad que se relacione con la ingesta inadecuada de los alimentos“.
De esta manera, debían incorporarse al Plan Médico Obligatorio (PMO) la cobertura integral de los trastornos alimentarios. Así, la comunidad se encuentra amparada por el sistema de salud ante este tipo de contingencias, quedando obligadas la totalidad de las obras sociales, sean Nacionales o Provinciales, como las medicinas prepagas a dar una amplia cobertura que incluya todos los tratamientos médicos necesarios, incluyendo los nutricionales, psicológicos, clínicos y quirúrgicos.
“Vivía en un mundo marrón, porque ni siquiera era gris: marrón, horrible. Solo tomaba agua y mate. A veces le ponía limón al agua para engañarme y creer que estaba consumiendo algo. La ropa me empezó a quedar grande y yo me ponía contenta, hasta que me volvía a mirar al espejo y seguía sin gustarme. Ahora me doy cuenta que tenía algo ‘roto’ adentro mío”.
“Me acuerdo que todas mi amigas ya se habían indispuesto y yo todavía no, eso me hacía sentir peor, yo seguía ahí, con mi cuerpo aniñado ¡tenía 13 años, cómo no va a parecer el cuerpo de una nena!, no soportaba ser la única chata, petisa, rellenita, las tenía todas”.
Según el Ministerio de Salud de la Nación, la anorexia es un trastorno alimenticio que altera la relación de la persona con la comida.
Se caracteriza por la obsesión de perder peso. La persona limita exageradamente la ingesta de alimentos al punto de poner en riesgo su vida. Se sufre además una distorsión de la percepción: la persona con anorexia se ve con sobrepeso, a pesar de estar muy por debajo de los parámetros saludables.
La anorexia no sólo representa un problema con la comida, sino que además, esconde una incapacidad de lidiar con otros problemas de estrés o ansiedad. El control ejercido sobre la comida calma momentáneamente estas tensiones.
¿Cuáles son los síntomas?
Los síntomas más notorios son el rechazo a la comida y la insatisfacción con el propio cuerpo. Quienes la sufren hacen una dieta muy estricta y están obsesionados por su apariencia. Tienen muy bajo peso y pueden a su vez obsesionarse con la actividad física. No son conscientes de su aspecto ni del peligro que representa su bajo peso para su salud. En el caso de las mujeres, otro síntoma es la falta de menstruación o incluso la infertilidad.
Físicamente puede observarse:
– Uñas y cabello frágil y fino;
– Piel seca y amarillenta;
– Tono muscular débil;
– Cansancio-
Esta enfermedad puede aparecer acompañada por otros desórdenes, como ansiedad, depresión y otras adicciones.
¿A quiénes afecta?
Si bien puede aparecer en cualquier momento de la vida, mayoritariamente suele darse en la adolescencia, entre los 14 y los 18 años. Afecta tanto a mujeres como a hombres, pero las víctimas suelen ser preponderantemente adolescentes y mujeres jóvenes, especialmente atletas, estudiantes de ballet o de modelaje.
Los factores de riesgo que propician la enfermedad son:
– Los modelos sociales de belleza alejados de parámetros saludables;
– La influencia de familiares y amigos que recalcan estos modelos;
– La falta de afecto y/o la presencia de otros conflictos afectivos;
– El abuso sexual;
– La baja autoestima;
– La dificultad para enfrentar el estrés.
“Hoy soy una persona adulta, con planes, otra vida totalmente distinta, pero también siento que esa Luciana quedó adentro mío, no me puedo distraer. Esta sociedad es muy difícil y cuando uno no tiene bien los pies sobre la tierra, te lleva puesta”.
Todavía revisa las calorías de lo que consume y revisa minuciosamente la información nutricional de las galletitas y el queso blanco que están sobre la mesa. El café es amargo y desliza tenerle un poco de miedo al azúcar, pero come. Con paciencia y sin presiones ha transformado su cuerpo y su salud. Las caderas volvieron a tener forma, sus piernas volvieron a tener fuerza y su boca deslumbra con una sonrisa de dientes y encías sanas.
Cada comida es un ritual. Un ritual que le da tranquilidad y hace que las ansiedades se disipen. La pulsera de goma se estira de nuevo. Una, dos, tres, cinco, ocho, diez veces. En el único momento en que sus ojos pierden el brillo, es cuando habla de su mamá.
“Mi mamá, al día de hoy, se sigue culpando. Tardó en darse cuenta pero yo era muy hábil, de verdad, había desarrollado toda una técnica para ocultar la comida o estar ocupada a la hora que mi familia se sentaba a la mesa. Cuando ya no hubo manera de esconderme y empezamos con todos los tratamientos ella se castigó mucho. Lamento más eso que haberme hecho daño a mí misma. Por suerte, las dos crecimos y ahora tenemos una relación hermosa, ella, mi papá y mi hermano siempre estuvieron ahí en el peor momento, ¿cómo no van a ser mis mejores amigos?”.
La asociación de lucha contra la bulimia y la anorexia (ALUBA), reza en su página de internet (aluba.org.ar): “Sabemos que las pautas culturales han determinado que la delgadez sea un sinónimo de éxito social. Muchos de nuestros jóvenes luchan por lograr ‘el físico ideal’, motivados por modelos, artistas o por la publicidad comercial. Muchos de ellos creen sinceramente que ‘el mundo es de los flacos’”.
Otros, cuyo peso natural excede el standard de delgadez que la sociedad impone, se deprimen, se autocritican y se sienten perdedores y desvalorizados.
“Ser flaco es sinónimo de éxito” o “si soy flaco todo será más fácil”, es lo que la mayoría cree firmemente y esto hace que todos los esfuerzos se centren en una “dieta mágica”.
Cualquiera sea la restricción alimentaria que se adopte, se ha dado el primer paso hacia el abismo.
A la Anorexia Nerviosa y a la Bulimia se llega siempre por el camino de la dieta. La presión social es muy grande; tanto, que no hay reunión en la que no se toque el tema del “peso”, de los “kilitos de más” o de “la dieta de moda”. Toda la población en general está preocupada por la figura.
El culto al cuerpo es el caldo de cultivo donde la enfermedad brota y se expande.
Uno de cada veinticinco jóvenes argentinos sufre de Bulimia o Anorexia.
Es importante que tomemos conciencia de lo que estos porcentajes reflejan, y que intentemos detectar qué pasa a nuestro alrededor, en nuestra familia y en la escuela, qué pasa con nuestros hijos y con los amigos de nuestros hijos.
Luciana se relaja por primera vez en la tarde. Acaba de llegar su novio, a quien conoce desde la escuela primaria y con el que se reencontró dos décadas después. Él la abraza, le dice lo linda que es y qué feliz que lo hace, parece un ritual encantador que renueva la esperanza de aquel que está perdido.
“Ojalá que todos los que pasan por esto entiendan que hay salida, que se puede vivir mejor, que el peso no tiene que determinar y que lo que te dicen los que no te quieren o no te conocen no es relevante para tu vida. Y no se trata solamente de como y cuanto comés, se trata del control que puedas tener sobre vos mismo, que seas una persona libre”.
Libre. De eso se trata siempre.
María Fernanda Rossi