Toda la casa parece un santuario. Hay imágenes en las paredes, en la heladera, sobre los muebles. El rito es inevitable. Se levanta cada día a la misma hora y antes de saludar a su marido besa la foto del portarretrato que descansa sobre su mesa de noche.

La habitación matrimonial parece la de una adolescente. Los posters y las banderas enmarcan una vida absolutamente única: allí conviven Verónica, su marido y Ricky Martin.

He llegado a cancelar vacaciones porque yo había comprado un paquete con mucha anticipación y después llegaba el anuncio de que Ricky venía a tocar a Argentina. No me importa nada, es más fuerte que yo. Mi marido lo sabe, mis hijos lo saben, mis padres lo saben; a mí me quieren con Ricky o no me quieren”.

Según la Real Academia Española de la lengua, la definición de fanatismo es la siguiente: “apasionamiento del fanático, una persona que defiende con tenacidad desmedida sus creencias u opiniones. Un fanático también es aquel que se entusiasma o preocupa ciegamente por algo”.

En una taza de Racing, con su buzo de Racing, sobre su remera de Racing, Adrián ofrece un café. El departamento en el que vive está adornado por un mural gigante de El Cilindro de Avellaneda. El sillón viste almohadones celestes y blancos y nada, absolutamente nada de color rojo puede entrar a su vivienda.

Mi novia para mi cumpleaños me regaló un suéter rojo. Primero creí que era una broma de mal gusto pero ella lo había hecho sin pensar. Me decía que como tengo ojos claros ese color me iba a quedar rebien, pero qué me importan los ojos, yo no me ponía eso ni que fuera la última prenda de la Tierra. Vos vieras cómo se enojó, me decía que no podía rechazar algo solamente porque era de determinado color. Yo la amo a la flaca y si quiere salgo en sunga, pero no me pongo un suéter rojo, no señor”.

El fanatismo es una pasión exacerbada, desmedida y tenaz, particularmente hacia una causa religiosa, política, pasatiempo o hobby.

Consta de una apasionada e incondicional adhesión a una causa, un entusiasmo desmedido y monomanía persistente hacia determinados temas, de modo obstinado, algunas veces indiscriminado y violento.

El fanatismo es pintoresco siempre y cuando guarde ciertos límites de racionalidad: en nombre de equipos de fútbol, políticos y hasta religiones, individuos cegados por su extremismo han causado muertes innumerables alrededor del mundo.

Hecha esta aclaración, hoy en particular nos queremos detener en aquel que vive a través de esa pasión insólita e incomprensible, incluso para la gente que lo rodea en su vida cotidiana, familia, trabajo, pareja, compañeros de estudio, que inmediatamente identifican a una persona con su divertido fanatismo.

Mayormente, no acepta consejos ni modificaciones, por lo cual es extremadamente difícil que pueda cambiar su pensar. Se ha podido reflejar como un núcleo social en el cual se ha exaltado el deseo de suprimir a los que se le oponen a sus creencias o a su modo de ver la vida.

Esto generalmente va más allá de lo debido, por el modo desproporcionado de entender y defender una causa, a ser capaz capaz de recurrir a todos los medios con tal de “triunfar”.

Si al otro día juega Racing, yo la noche anterior tengo toda una serie de pasos que tengo que seguir: como lo mismo, tomo lo mismo, uso el mismo vaso, el mismo tenedor, miro la misma película, todo. No me importa si es sábado, martes, navidad o pascuas. Primero Racing y después vemos qué hacemos”.

El fanático cree poseer la verdad de manera tajante. Afirma tener todas las respuestas y, en consecuencia, no necesita seguir buscando a través del cuestionamiento de las propias ideas que representa la crítica del otro.

Yo debería haber sospechado, pero caí como una ‘chorlita’. Vino con los pasajes comprados y me dijo que me invitaba a un viaje por Europa. No lo podía creer, el sueño de mi vida, pero era demasiado bueno para ser cierto”, dice con una sonrisa cómplice Lourdes, novia de Ramiro.

Ramiro se defiende y afirma que jamás mintió. Los pasajes estaban y el viaje por Europa era totalmente cierto; que recién en el aeropuerto internacional de Ezeiza le dijera que el itinerario estaba armado para ver a los Rolling Stones en 4 países diferentes había sido una simple casualidad.

La pasamos genial”, admite Lourdes “pero si hubiera sabido hubiera llevado más calzas y zapatillas; en fin, podría decirse que finalmente conozco Europa gracias a que Mick Jagger sigue tocando en vivo”.

Tenía miedo que si le decía que las vacaciones era seguir a los Stones por diferentes países me mandara a pasear, así que armé todo y se lo dije cuando estábamos por subir al avión. Contrario a todas mis ideas, se entusiasmó y me dijo que iban a ser las mejores vacaciones. Ahora casi le gusta la banda y todo”, dice Ramiro mientras la abraza fuerte.

Según el psicólogo José Pinedo, la idolatría en sí es patológica y lo sano es la admiración, el respeto y la identificación con los valores, principios y conductas del modelo a imitar. Al contrario, lo patológico de la idolatría es una distorsión de las características de “lo idolatrado”, por lo tanto, inalcanzable y sobrevalorada. Al ser un rasgo desvirtuado o patológico de la admiración y del respeto, genera en los seguidores una reacción desregulada de sus conductas (lo que socialmente se conoce como histeria, aunque debiese llamarse desregulación conductual).

En el contexto de necesitar una “figura idealizada” para poder “esforzarse en ser mejor y parecerse” a esa figura, el tener un ídolo es positivo. Sin embargo, cuando este ídolo es magnificado, idealizado y no se ve en su totalidad (con las características buenas y malas en un todo integrado) es perjudicial, porque se pierde autonomía y capacidad reflexiva sobre lo que es bueno, malo, real y fantaseado.

No es mucho lo que se puede hacer frente a un fan histérico, porque la persona en un estado de desregulación emocional-conductual (mal llamado histeria), no escuchará razones ni desistirá de la necesidad de estar lo más cerca de su ídolo. Por lo tanto, lo único que se puede hacer es acompañar y cuidar al ‘fan’ para que no cometa algún error o ponga en riesgo su integridad, porque un seguidor o fanático ‘desregulado’ no entiende razones”, puntualizó el especialista.

Todos los extremos son malos y cualquier fanatismo que pase los límites de la seguridad, ya sea individual o grupal, ha de ser observado y atendido; mientras tanto, seguiremos disfrutando de aquellos personajes inofensivos que simplemente nos invitan a ser parte de un mundo en el que se sienten cómodos y reales.

Y tomaremos café en la taza de Racing, le daremos un beso de buenos días a la foto de Ricky Martin y moveremos los brazos como simulando un aleteo para completar el ritual.

 

María Fernanda Rossi

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