DIANA ALONSO (Rosario, 1924-2011). Artista plástica y escritora que residió en la ciudad de Ushuaia.

Con formación en artes plásticas, se desempeñó en docencia y publicidad.

Su obra plástica fue reconocida con varios premios y menciones.

Desde 1978 realizó los dibujos científicos del Proyecto Arqueológico Canal Beagle, tomando contacto con la fascinante historia de los pueblos originarios más australes.

Cuando la artritis limitó su actividad en artes plásticas, canalizó la creatividad en la escritura.

Su producción en poesía, aunque escasa, también fue galardonada.

Con su novela ¨Memoria y Olvido – Nómades canoeros en el País Yámana¨, que fue editada por primera vez en 1992 (Cabo de Hornos Ediciones) y tuvo una segunda edición en 2009 (Bouquet Editores), recibió el Primer Premio de Literatura Regional – Patagonia (1989 – 1992), otorgado por el Ministerio de Cultura y Educación de la Nación.

¨Memoria y olvido¨ es una ficción atemporal en la que la autora integra magistralmente una muy abundante y documentada información histórica, etnográfica y arqueológica, para combinarla en una atrapante trama que nos permite percibir el mundo de los canoeros australes.

Compartimos con las lectoras y los lectores de EL ROMPEHIELOS, el comienzo de la novela ¨Memoria y olvido¨ de Diana Alonso.

Las ballenas australes pueden ser divertidas, alegres, confiadas, sobre todo a principios del verano, cuando emigran rumbo al paisaje antártico.

Cada año, a medida que las aguas moderan su frío, se desplazan hacia el sur en rebaños piloteados por machos. Dinámicas, sonoras, atraviesan el intrincado archipiélago austral, ese triángulo resquebrajado con el que se agudiza el continente americano.

Retozan. El verano es la época fecunda, cuando la mayoría de las ballenas vuelve a nadar en pareja y las madres estrenan sus crías.

No tienen apuro. Algunas desdeñan el mar abierto, las profundidades oceánicas y se internan por el islario recorriendo canales ramificados. Merodean. Revisan fiordos y bahías: rincones. Siempre hambrientas, buscan el rojo alimento que abunda en las cuencas protegidas.

Un grupo se desvía al oeste. Incursiona por el atrayente cana Onashaga, ancha avenida, vía espaciosa y tentadora que corre entre islas con cerros boscosos en cuyas playas brillan los fuegos que revelan la presencia de los pequeños humanos. Desde hace tiempo las ballenas han advertido que tanto las costas como las aguas están invadidas por diminutos hombrecillos, canoeros que también deambulan en busca de comida. No hace mucho que han aparecido estos portadores del fuego, apenas algunos milenios. Llegaron cuando muchos glaciares se habían licuado y la piedras, liberadas, ya lucían los rojos, ocres, naranjas y amarillos de líquenes y musgos.

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