“En un mundo signado por el avance tecnológico como fruto del conocimiento humano, se agita invisiblemente un mundo desconocido que se debate entre la fantasía y lo real, entre la oscuridad y la luz, un mundo mágico donde la imaginación de mujeres y hombres da forma a los seres más extraños, más temibles o amigables, espeluznantes o esperados salvadores… Muchos de estos seres inexplicables, aún palpitan en nuestra memoria colectiva, y a pesar de los avances de la tecnología y la informática, dichas criaturas encarnan nuestros temores más profundos, cubriendo con su velo de misterio el significado de nuestra existencia y supervivencia. Ese mundo desconocido está allí, es la materia de nuestras creencias, las que se hicieron leyendas y se convirtieron en mito.”
Con estas palabras, el artista plástico Jorge Bernard nos introduce en Mitos, creencias y leyendas. Esta muestra se inauguró el 4 de agosto en el Museo de Arte Fueguino (C.C. Los yaganes, ciudad de Río Grande) y, hasta el 1 de septiembre, se propone deleitar la imaginación de grandes y pequeños.
En la planta baja del museo, nos encontramos con las pinturas, los dibujos y las esculturas que abarcan el amplio mundo de las hadas, esos seres etéreos que protegen la vida y son personificados como mujeres hermosas. Con su magia, las hadas florales cambian de cuadros y de paisajes, recorriendo los desiertos, el agua o las montañas, para sanar el mundo y a los pobres mortales que lo habitamos.
En el piso superior, Bernard dejó monstruos y bestias. Mitologías aborígenes y leyendas urbanas de Sudamérica se cruzan para dar vida a una muestra repleta de emoción, color y oscuridad: pájaros de fuego que tienen escamas donde deberían crecer plumas; diosas caníbales con el vientre lleno de serpientes y vaginas dentadas; decapitados que caminan sosteniendo hachas; hombres que a la noche toman la forma y las costumbres sangrientas de los yaguaratés; caballos indomables que los recios paisanos sueñan en domar; culebrillas que recorren las pieles de los desafortunados; ratas emplumadas dispuestas a beber la saliva de los que están dormidos; árboles que se transforman en mujeres para hacer el amor en los yerbales; descomunales serpientes que luchan para exterminar a un pueblo. Estas son algunas de las pesadillas plásticas que pueblan la muestra Mitos, creencias y leyendas.
Vayan solos, lleven a la familia o a sus amigos, y disfruten del arte de Bernard. El Museo Fueguino de Arte es gratuito y, por si no lo sabían, es el único museo de la isla dedicado exclusivamente a las artes plásticas. Para los docentes de primaria y secundaria, es una oportunidad única para acercar a los jóvenes y, luego, charlar de todas estas cosas que nos divierten y nos dan miedo.
En unos meses, las obras que componen esta muestra formarán un bestiario. El libro será publicado por la Editora Cultural Tierra del Fuego. En adelante exclusivo para el portal El Rompehielos, traemos las leyendas de tres bestias que van a perturbar las noches y los días de los futuros lectores de este hermoso libro.
TREN TREN FILÚ VENCE A KAY KAY FILÚ
Kay Kay Filú, la dueña de los mares, la serpiente que habita en el fondo oscuro de los océanos, un día se levantó del agua y quiso convertir a hombres y animales en sus presas. El mar se sacudió con cólera sobre las playas y las aguas comenzaron a cubrir la tierra mapuche. Tren Tren Filú, la serpiente que domina la tierra y los volcanes, alzó su voz desde el fondo de las montañas para ayudar a los hombres. Hizo que crezcan los cerros y que las personas huyan a las cimas para salvar sus vidas. Muchos cuerpos gritaron mientras se hundían en sus húmedas tumbas de sal y olas. Los ahogados se convirtieron en peces, lobos marinos y otros seres del linaje acuático. Las personas que se salvaron se quemaron, por estar más cerca del sol, y se oscureció la piel de los mapuches. Tren Tren Filú ganó el enfrentamiento pero no pudo restaurar la tierra patagónica, que quedó quebrada en islas, lagos y montañas. Cada vez que la tierra o el mar tiemblan, cada vez que se sacude el áspero suelo del sur y las olas espumosas crecen buscando destruir todo a su paso, Kai Kai y Tren Tren, vuelven a enfrentarse.
FIURA
Fruto del amor de dos terribles demonios de Chiloé, la Condená y el Trauco, nace la Fiura. Su padre también es su amante, y cuando la pasión engendra, la Fiura tiene hijos varones iguales al Trauco, o hijas mujeres iguales a ella. Es una mujercita pequeña, de poco más de medio metro de altura, que disfruta haciendo daño. Tiene una larga cabellera sucia y desordenada, y sus brazos pueden confundirse con ramas de árboles. Esta repugnante mujer de descomunal nariz, baila sobre los turbales con su vestido rojo, sacudiendo sus grandes pechos de bruja, sin miedo de ser tragada por la tierra. Se esconde en los bosques y entre los arbustos que rodean los pantanos de las islas. Hace muecas horribles y sus ojos echan chispas mientras se baña desnuda en pequeños lagos. Se siente atraída tanto por animales como por hombres viriles, a los que les ofrece su amor. A los que consienten sus deseos, les prohíbe abrir los ojos durante el encuentro. No permite que nunca nadie la vea. Al incauto que se atreve a mirarla, le lanza su aliento y le deja alguna parte de su cuerpo torcida. Es imposible golpearla. Los que le lanzaron puñetazos, con los ojos apretados para no quedar contrahechos, dicen que es como golpear una sombra. Solamente se animan a enfrentarla los más poderosos brujos chilotes.
KEMANTA
Un valiente guerrero no puede aterrarse ante la idea de meterse al agua. Esto le pasó a Kemanta, cazador del pueblo selk´nam. Una mañana su familia había ido a recoger mejillones en la playa, y él se escondió detrás de unos pastos afilados por la escarcha, porque le daba miedo el bravo mar de la Tierra del Fuego. Sus hermanos y cuñados, enojados por esta manía de Kemanta, decidieron tirarlo al agua para espantarle todos sus fantasmas. El agua, madre de la vida, lo tomó en su seno. Las olas ahogaban los gritos y su voz se fue mezclando con el viento y la corriente. Envuelto en algas se fue hundiendo en distancias engañosas. El mar entraba por su garganta pero él lograba asomar la cabeza y lo expulsaba con un fuerte soplo. Quizás iba a extrañar las montañas y los bosques, el viento y la nieve, la carne y la grasa del guanaco, la tensión del arco y el calor de la sangre en las manos, el sabor del calafate y la luz del fuego, pero en el vacío y el silencio del agua encontró cierta belleza. La sal le llegó a la sangre, y negra y blanca se fue volviendo su piel. Sus manos se convirtieron en aletas, y sus piernas, en una poderosa cola. Kemanta se transformó en una tonina. Esta es una historia que en Tierra del Fuego, el viento cuenta en lenguas olvidadas.
Contacto Jorge Bernard
http://artistabernard.blogspot.com.ar/
https://www.facebook.com/artefantasticoLaMadriguera/}
Fede Rodríguez