Gabriel Bezus Espinosa (Buenos Aires, 1984). Artista plástico, artista circense y docente de ambas ramas del arte.

Nos cuenta Gabriel Bezus Espinosa, en exclusiva para EL ROMPEHIELOS:

Nací en colegiales, barrio de capital federal, Buenos Aires. Dibujo, pinto y me trepo a los arboles desde que tengo uso de razón. Después de descartar un posible futuro como veterinario, después de 3 meses de cursar el CBC (ciclo básico común) me decidí y empecé a estudiar Bellas Artes en el Iuna (Instituto Universitario de Arte). Después de 3 años de cursada, me fui, dado el snobismo que percibía en ese momento de parte de compañerxs y docentes, y sobre todo, después de darme cuenta de que el régimen universitario no era para mí, más que nada por la poca carga horaria de prácticas de técnicas que había de pintura, dibujo, artes del fuego y artes impresas, en ese momento en la carrera. Dejé el Iuna y me fui a cursar el magisterio de Bellas Artes en la escuela Manuel Belgrano, vecina del Iuna en el barrio porteño de La Boca. Luego de cuatro hermosos años obtuve mi título de Maestro Nacional de Dibujo y la experiencia académica práctica que estaba necesitando, además de haber pasado por diversos talleres artísticos particulares, principalmente el taller de cerámica dictado por la gran Ángela “Beba” Ginevra, donde me enamoré de la arcilla y el modelado de la misma.

Previo al ingreso en el Iuna, empecé a tomar clases de acrobacia aérea en tela, aro y trapecio, disciplina que no solté nunca más desde mis 19 años, de la mano de mi mentora, directora y amiga personal, Mariana González. Ella me introdujo en el mundo artístico y laboral del circo y el teatro. Poco a poco fui formándome desde la danza, el teatro, la comedia musical y otras disciplinas circenses en diversos talleres, para desarrollar herramientas creativas de interpretación y movimiento, y poder trabajar como artista circense, tanto desde arriba del escenario como desde abajo como coreógrafo o en la puesta en escena.

Una vez finalizados mis estudios en “La” Manuel Belgrano, me fui de vacaciones un mes a Salvador en Bahia, Brasil y volví a Buenos Aires completamente armonizado en todos los sentidos. Y fue cuando pude realmente empezar a desarrollarme como artista escénico, dejando un poco de lado las artes plásticas, sin soltar del todo los lápices y los pinceles. Fue en esos momentos cuando empecé a meterme en el mundo del diseño y realización de la escenografía, utilería y muralismo. Casi desde mi comienzo en la acrobacia aérea, empecé a dar clases para todas las edades, y si bien nunca ejercí la docencia en el sistema educativo como artista plástico, tuve la maravillosa oportunidad de dar clases de cerámica para personas no videntes durante dos años en el “Centro de día para ciegos y disminuidos visuales” en San Fernando, partido de Tigre. Experiencia que me modificó la forma de vivir la cerámica, de enseñar y sobre todo, gracias a los asistentes al taller, pude cambiar mi angustiante visión sobre la importancia de la pérdida de la vista, gracias a ellos aprendí que sin la vista, nada se termina, solo se abre otro mundo.

Luego en el 2013 viajé por primera vez a Europa, recorriendo varias ciudades y pueblos durante tres meses a la par con mi hermano, yendo a todos los museos y bares que nos dio el tiempo y el dinero. Fue en Praga, capital de la república Checa, donde pude ver en vivo las obras de arte del Gran Alfons Muscha, padre del Art noveau, artista que ya hacía rato admiraba gracias a la influencia pictórica de mi madre. El hecho de recorrer la ciudad admirando sus murales, que la decoraban con sus hermosas protagonistas femes fatales, me nació un deseo imparable de pintar murales. Haber recorrido el mismísimo Museo del Louvre en 9 horas, y disfrutar la mítica casa-teatro del genio Salvador Dalí, me devolvió a Buenos Aires con una sed febril de pintar y dibujar por todos lados. Ahí empecé a pintar murales y trabajar pintándolos.

Pero mi sed de viajar y de seguir viendo nuevas culturas e iconografías y estilos plásticos fue más fuerte que mis ganas de quedarme en Buenos Aires, y decidí seguir recorriendo el mundo. Dejé todo y me fui junto a mi pareja. Así empezó mi viaje por Nueva Zelanda, Asia y Europa. Apliqué y obtuve la “working holiday visa” neo zelandesa, gracias a la cual tuve diversas experiencias laborales no vinculadas al arte, realizando trabajos que me acercaron de lleno a la cultura kiwi y su naturaleza, desde donde pude aprender sobre la cultura e iconografía Maorí. Pude trabajar de lo mío también, realizando murales y dando clases de acrobacia y ofreciendo shows de la mano de Jasmine Pappril, directora de la compañía “Aracnation”. En ese periodo hice realidad mi deseo de aprender a tatuar (deseo que venía postergando hacía tiempo, pero en la ciudad de Auckland encontré el tiempo y las personas que me enseñaron a empezar). Y desde entonces no solté la máquina, y de forma paciente y autodidacta vengo desarrollándome como tatuador.

Luego de dos años de viaje, volví a Buenos Aires, a dos días de que el Macrismo se haya posado sobre la presidencia. Volví a una ciudad enojada, confundida y alterada. Estaba diferente, pero yo ya era otra persona, por lo que sabía que mi estadía no iba a ser muy larga, no solo por haber me asumido como viajero del mundo sino por la necesidad de vivir en contacto con la naturaleza; vida que Buenos Aires no ofrece.

A los meses me surge la posibilidad de irme a la ciudad del Calafate, en la provincia de Santa Cruz, por un tiempo desde la mano de mi amiga Micaela Martínez para dar clases de acrobacia aérea. Pude descansar de tanto viaje y disfrutar serenamente de la impactante belleza patagónica. Empecé a profundizar y experimentar algo nuevo en mí que lentamente venía probando. La fusión de la acrobacia aérea y las artes plásticas. Básicamente, la capacidad de pintar y dibujar desde el movimiento y colgado de elementos acrobáticos. Pudimos dar un par de clases con mi compañera Rosario Saubidet, artista plástica.

Luego, volví a Buenos Aires temporalmente, hasta que me surgió la maravillosa oportunidad de viajar al fin del mundo, a la ciudad de Rio Grande, Tierra del Fuego, donde todavía resido desde hace más de un año. Vine directo a dar clases de acrobacia aérea en “Tierra de teatro”, la primera sala independiente de la ciudad, dirigida por la actriz y directora Corina Amilcar. Quedé enamorado de esta ciudad y de la provincia, por sus paisajes, su hostil clima y sobre todo por la calidez de una ciudad en la que las ganas e inquietudes de sus habitantes, de desarrollar y vivir experiencias artísticas me acobijaron y me hicieron sentir cómodo para pasar una larga temporada. Y una vez más me hallé en un lugar donde puedo desplegar mis actividades artísticas y expresarme y aprender del entorno y de su cultura.

Si bien soy una persona decidida, prácticamente siempre me entregué a lo que la vida tenía para ofrecerme. Siento que es un 50% la vida y un 50% yo, quienes vamos tejiendo mi camino. Viajando, experimentando, aprendiendo, compartiendo, inspirando y siendo inspirado, tanto por el arte en general, como las culturas y sobre todo la naturaleza. Sé que mi destino final planta bandera en Brasil, tierra que amo desde siempre, por su naturaleza, su cultura y su gente. No me imagino viviendo de otra forma, inmerso en el mundo del arte, gracias el cual me lleva a viajar y conocer esté mundo ya sea su parte natural como su parte social. Como llevo mi vida es la única forma en la puedo muy de a poco ir entendiendo donde estoy parado, por más que esté en movimiento. Sigo sin entender del todo a la humanidad, y estoy lejos de amarla, pero es el Arte quien me acerca a ella, quien me vincula y me hace disfrutar mis vivencias. Hace muchos años tomé la decisión de vivir mi vida bajo mis propias reglas y condiciones, mas allá de la máquina capitalista y de ese inconsciente colectivo auto destructor del que formamos parte y somos cómplices cada uno de los seres humanos. Y si bien no soy feliz cada día de mi vida, agradezco el poder haber sido criado e inspirado y desafiado por tantas personas y situaciones que me pusieron en espejo conmigo mismo, y así ser yo quien desarrolla mi vida, para poder ver el mundo y vivenciarlo por mí mismo.

 

Para contactarse con Gabriel puede visitarse su página de Facebook: Gabriel Bezus Espinosa o su Instagram: Gabrielito B Espinosa.

 

 

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