Hace años que la cordobesa Karina Ambasch Yaniv trabaja en el Instituto Wiezmann, de Israel, uno de los organismos científicos más prestigiosos del mundo. Sin embargo, viene seguido a Córdoba.

En su último regreso, la excusa fue promocionar el relanzamiento de la Asociación Argentina de Amigos del Instituto Wiezmann, que buscará crear lazos científicos y educativos con nuestro país. “La humanidad es una sola y la ciencia es un idioma que une”, dice.

El laboratorio que dirige realizó un hallazgo que puede incomodar a la industria farmacéutica: altos niveles del colesterol llamado “malo” están asociados a una menor predisposición a padecer cáncer.

Fue detectado en el pez cebra, su modelo científico, pero ahora está tratando de confirmarlo en otros modelos animales y en seres humanos.

Otro tema que inquieta a Karina es la dificultad que tiene la mujer para acceder y para progresar en la carrera científica.

El Instituto Weizmann es un ejemplo de buenas prácticas para lograr la igualdad de género, pero aun así asegura que lograr ser una científica líder como ella es un trabajo con muchos obstáculos. –¿Cuál es el principal problema de la mujer que quiere dedicarse a la ciencia?–En cada etapa hay problemas: acceder a la carrera, completar el doctorado, el posdoctorado y liderar un laboratorio.

A medida que vamos desarrollando nuestra carrera científica, también vamos desarrollando nuestra vida familiar.

En cada nuevo paso, la mujer se pregunta si quiere y si puede seguir manteniendo su carrera en paralelo con su familia.

–¿En Israel también es difícil sumar mujeres a la carrera científica como en Argentina?

–Sí. La ciencia parece una carrera muy exigente y lo es, pero no es más exigente que otra profesión. Demanda el mismo tiempo. Las mujeres completan el doctorado en la misma proporción que los varones. La exigencia es que el posdoctorado debe hacerse en el exterior, y eso es un problema para la mujer que tiene familia.

–¿Qué solución le han encontrado a esta barrera?

–La mayoría de las mujeres no lo hace porque hay un marido involucrado que tiene un buen trabajo y no quiere renunciar. El Instituto Weizmann identificó el problema hace una década. Estábamos perdiendo muchas mujeres científicas. Entonces, lanzamos un programa de becas que es doble, porque además de la que obtiene la científica en la institución que la recibe, el instituto le da otra beca más por dos años, que sería como el sueldo del marido hasta que consiga un trabajo.

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