Por Connor Fernández

Veamos cuál es el estado del vector energético del momento

¿Qué es el hidrógeno verde? El hidrógeno es el elemento químico más simple que podemos encontrar en la naturaleza. Éste puede ser almacenado y utilizado como fuente de energía. Es considerado “verde” si se obtiene a partir de un proceso de producción derivado completamente de energías renovables, lo que significa que no se emitieron directamente gases de efecto invernadero (GEI). Recordemos que sí se emitieron GEI previamente en la creación de la tecnología renovable instalada para producir mediante esta forma. Somos humanos: consumimos y contaminamos. Lo que sí debemos tener incorporado es generar el menor daño posible, ¿no es así? En esta ocasión dejaremos de lado el debate de cuán amigables son las renovables cuando se producen y qué hacemos una vez que cumplen su vida útil.

Crédito:  Facundo Da Roza y Diálogo Chino

Hoy, alrededor del 1% de la demanda global de hidrógeno es “verde”. ¿Cuáles son los principales fines del hidrógeno? Según Hydrogen Europe, un 55% se está dirigido a la producción de amoníaco (necesario para producir fertilizantes o explosivos), un 25% para refinar petróleo, 10% para fabricar metanol, y el 10% restante en otros fines. Europa es el actor clave en el desarrollo de proyectos de gran envergadura, con más de 120, mientras que Asia se posiciona segunda, con más de 45 proyectos.

Ya están ejecutándose algunos proyectos en Argentina en relación a esta fuente de energía. Todavía en pequeña escala. En Santa Cruz, desde fines de 2005 opera la escuela fábrica de Pico Truncado, creada por iniciativa municipal. Como nos cuenta la docente e investigadora Mabel Herrera, que trabaja desde el inicio del proyecto, todavía está categorizada como planta experimental aunque está pasando a la etapa semi industrial. La energía de un aerogenerador- de los cuatro instalados en el parque municipal- es el que permite que el electrolizador de 550 kw funcione (además, se está evaluando el uso de paneles solares).

Con una inversión de 3 millones de dólares se produce hidrógeno verde, mientras el oxígeno se almacena para usos medicinales (también se puede utilizar para procesos industriales), y el agua remanente se guarda en bidones destinados a fines sociales y proyectos de cultivos controlados. También contamos con la planta de Hychico S.A. en Comodoro Rivadavia, que cuenta con dos electrolizadores de 600 kw.

Mabel Herrera resalta cómo diversas instituciones están acompañando el crecimiento del hidrógeno verde. Por ejemplo, desde el Instituto Superior de Enseñanza Técnica egresan nuevos técnicos en energías renovables, en la carrera de ingeniería electromecánica de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral hay materias vinculadas al hidrógeno y la Universidad Tecnológica Nacional en Río Gallegos puso en marcha la carrera de ingeniería en energía. Además, señala el rol de YPF y el CONICET en la investigación y ejecución de proyectos.

Algo que vale la pena preguntarnos es qué hacemos con este recurso. ¿Exportarlo? ¿Usarlo para producir o desarrollar cierta tecnología específica? ¿Ambas? En primer término, el hidrógeno verde no es un commodity en la actualidad, por lo que no tiene un precio marcado en el mercado internacional. Precedence Research estima que en 2022 el hidrógeno verde tuvo un peso de mercado de 4 mil millones de dólares y para 2032 tendrá un volumen de 332 mil millones. Podríamos usar las divisas que se generen de su exportación para desarrollar políticas públicas de educación, salud y potenciar emprendimientos privados. 

Por otro lado, podríamos utilizar el hidrógeno verde para la producción industrial, el desarrollo de automóviles y más. Un ejemplo que está sucediendo en nuestro vecino Chile es la planta Haru Oni, que a partir del hidrógeno, oxígeno y metanol logra un combustible similar a la nafta premium. Esto va en sintonía con el mercado que ofrece Europa y las nuevas regulaciones de varios países de la Unión Europea en cuanto a combustión de vehículos mediante combustibles alternativos.

Estos dos caminos no son excluyentes, lo que da en la tercera vía: en nuestro país pueden darse en simultáneo las dos políticas mencionadas previamente. Por más que contemos con una cadena de producción ligada a los combustibles fósiles, se pueden dar procesos alternativos en línea con la innovación. Ya tenemos también un camino hecho (con muchísimo potencial en el horizonte) en cuanto a las energías renovables tradicionales y esto no implica que no se puedan desarrollar proyectos de hidrógeno verde, sino como mencionamos al principio, se necesita de estas tecnologías para abastecer al proceso productivo.

Crédito: Precedence Research

Nuestra región no está rezagada. Chile define al hidrógeno verde como vital para alcanzar las metas de reducción de emisiones y posicionarse como principal proveedor global. Colombia ya estableció incentivos tributarios para proyectos de hidrógeno verde y azul (generado con energía fósil, pero luego intervenido por procesos de captura de carbono). Uruguay, por su parte, tiene como objetivo producir hidrógeno verde para 2025 (recordemos que el 98% de su matriz energética proviene de fuentes renovables). 

Las ventajas del hidrógeno verde son:
– No emite GEI durante su uso ni en el proceso de producción.
– Se puede almacenar, lo que permite el uso en el momento necesario.
– Es versátil, puede transformarse en electricidad o combustibles sintéticos.

Los aspectos negativos son:
– Mayor costo. Se necesita contar con fuentes de energía renovable instalada para producirlo, es decir, la inversión es doble.
– Mayor gasto energético. La producción del hidrógeno en general requiere más energía que otros combustibles.
– El hidrógeno es un elemento muy volátil e inflamable, lo que requiere atención especial a la seguridad en su producción y transporte. 

Como se resalta en otros artículos de EL ROMPEHIELOS, se están llevando a cabo algunos proyectos en Argentina de gran magnitud: todavía en etapa de investigación y desarrollo, como el de la empresa australiana Fortescue Future Industries en Río Negro. Es claro que el hidrógeno verde es un tema instaurado en la agenda del Estado nacional, las provincias y municipios.

No obstante, aún no está implementada ni reglamentada la ley 26.123, que plantea el régimen para el desarrollo de la tecnología, producción, uso y aplicaciones del hidrógeno como combustible y vector de energía. Por ejemplo, el fondo que promueve esta actividad, el FONHIDRO, nunca se creó. Otra ley ambiental más que no se efectiviza. Recientemente, las empresas que buscan desarrollar este tipo de proyectos reclamaron un marco regulatorio que los favorezca.  

De la mano con esto viene la cuestión de otorgar incentivos fiscales para crecer rápidamente en la producción y posicionar al hidrógeno verde argentino en el mercado global. El mecanismo de incentivos fiscales ya se da en algunos países de la región y Estados Unidos. Por otro lado, entra en juego el escenario de la logística: rutas, puertos, administraciones portuarias eficientes, trabajadores calificados, zonas francas. Todo debe estar alineado para promover este sector y tener una ventaja comparativa. 

Por último, debemos considerar dos aspectos ambientales. Primero, el uso del agua. Tal como nos explica Herrera, se requieren 0,9 litros de agua para producir 1 m3 de hidrógeno. Las plantas de producción deben estar en regiones donde el agua abunde y no se genere un estrés hídrico. Así, algunos países de la región sostienen que no les generaría un problema el hecho de producir hidrógeno verde. Es más, algunos plantean la posibilidad de desalinizar el agua marina y llevar adelante este tipo de proyectos. Segundo, los gobiernos nacionales deben mantenerse firmes y tomar la producción de hidrógeno verde como una contribución en mitigar el cambio climático, contabilizando este efecto positivo en sus inventarios de carbono. 

Una vez más se requiere de leyes efectivas y políticas de promoción para el sector privado y público, que a su vez pueden competir libremente y dialogar para materializar esta gran oportunidad para Argentina. 

Connor Fernandez es Director de Internationally, experto en temas de cambio climático y democracia. Profesor en la Universidad de San Andrés y Doctorando en Administración y Políticas Públicas por la Universidad Nacional de San Martín.

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