Cada día se incrementa la cantidad de personas que se vuelcan a este tipo de alimentación, que muchas veces se confunde con el vegetarianismo. La persona vegana va mas allá, motivada por cuestiones ideológicas sobre el respeto a los animales, al ambiente y al propio cuerpo.

Es un hecho cultural dificil de negar: Argentina es un país carnívoro. En nuestra cultura, el asado es un ritual cuasi sagrado y la carne rara vez falta en las recetas de cualquier familia promedio. Nuestra historia está íntimamente relacionada con la producción ganadera y la exportación de “las mejores carnes del mundo”. Así y todo, esto no ha impedido que cada día sume más adeptos un movimiento conocido como veganismo, que rechaza cualquier producto procedente de fuentes animales para la alimentación humana. En general, a los argentinos nos cuesta entender a los veganos, pero sus fundamentos son serios, profundos y dignos merecedores de ser pensados y discutidos en un mundo donde la producción de los alimentos, como la de todos los demás productos, se halla fuertemente industrializada y considera a los animales como cualquier otra materia prima.

El veganismo surge en la decada del ’40 principalmente por cuestiones éticas relacionadas al maltrato animal asociado a la explotación ganadera. La industria de la producción de carnes y derivados de origen animal equipara a los animales con cualquier otro tipo de materia prima, sometiéndolos a tratos inhumanos. Los primeros impulsores del veganismo compararon el matrato animal, efectuado sobre el ganado, con la esclavitud humana. El veganismo reusa consumir cualquier producto derivado del reino animal, pues considera que al tratarse de seres sintientes deben ser tratados de la misma manera que cualquiera de nosotros. Como todo movimiento de bases ideológicas, existen fuertes críticas sobre esta forma de pensar. Una de ellas, quizás la más sonante, se sustenta en que el vegano suele tener gran empatía con los animales de crianza, empatía que no se ve reflejada en los animales silvestres cuyos hábitats son destruidos para la producción de alimentos de base vegetal, que sustentan la dieta vegana. Esta supuesta contradicción no quita el hecho real de que los metodos de producción industrial de alimentos de origen animal se efectuan con prácticas barbáricas donde los animales, seres con la capacidad de sufrir al igual que nosotros, son reducidos a la condición de cosas y expuestos a tratos inhumanos. Al contemplar un feedlot no es difícil llegar a un rápido paralelismo con un campo de concentración.

Por otro lado, existe una corriente vegana que se apoya en principios ambientalistas. Esta corriente sostiene que la producción de carnes es una de las principales causas del deterioro de los hábitats naturales, al mismo tiempo que se constituye como una industria de gran consumo energético en constraste con la industria agrícola. El informe titulado «La larga sombra del ganado: problemas ambientales y opciones», publicado en noviembre de 2006 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, vincula a las actividades pecuarias industrializadas con los daños al medio ambiente. En este informe, se llegó a la conclusión de que la actividad pecuaria tiene un impacto en varias esferas del medio ambiente: el cambio climático y el aire, la tierra y el suelo, el agua y la biodiversidad.​ Según el informe, el sector ganadero presenta un componente significativo total de aproximadamente un 9% de las emisiones antropogénicas globales de dióxido de carbono. ​En junio de 2010, un reporte del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente destacó que se requiere un cambio hacia una dieta sin derivados lácteos para librar al mundo del hambre, la escasez de combustible y del cambio climático.

Por convincentes que suenen estos argumentos, también encuentran fuerte resistencia y críticas fundamentadas. La agricultura tambien genera un fuerte impacto ambiental en lo que respecta a desplazamiento de especies, contaminación del suelo, el agua y el aire y deterioro de los hábitats y entornos naturales. Sin embargo, no debe perderse de vista que un gran porcentaje de las tierras cultivadas del mundo tienen como finalidad producir alimentos para la ganadería o la creación de biocombustibles. Cualquiera sea el caso, se hace patente la necesidad de recurrir a prácticas agrícolas sustentables para poder mitigar el impacto ambiental de la generación de alimentos veganos.

El tema es extenso y el debate en torno a él no es menor. Lo que es indiscutible es que la producción de carnes somete a los animales a un trato brutal y conlleva un gran impacto ambiental. A pesar de las opiniones encontradas y las fundamentaciones en contra del veganismo, el movimiento continúa creciendo y sus motivaciones son innegablemente nobles y valederas. Es importante continuar avanzando por el camino del debate y el replenteamiento de las formas de producción y consumo de alimentos, para garantizar un trato digno a los animales de crianza y disminuir el impacto que la producción de alimentos tiene sobre el ambiente natural.

 

Abel Sberna

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