En una labor ardua que combina esfuerzo, dedicación y amor por la naturaleza, Guadalupe Nieto lideró con éxito la reforestación del Planetario en el Parque Patagonia. Los desafíos, logros y la pasión que motivó este proyecto.
El objetivo principal de la reforestación fue restaurar el escenario natural alrededor del planetario, que había sido afectado por la construcción. “Evitar la erosión y devolverle la vida al paisaje”, como lo describe Guadalupe Nieto, se convirtió en la misión del proyecto.
Antes de poner manos a la obra, el equipo realizó un minucioso reconocimiento del terreno. “Recorrimos el espacio, reconocimos las especies que había en el lugar y cómo estaban distribuidas naturalmente”, explicó.
Fue así que para la replantación seleccionaron coirones, senecios y molles. “Estas especies presentan distintas alturas, lo cual favorece la cobertura del suelo en distintos estratos, además de ser el alimento de la fauna nativa. Algunas de ellas también son comestibles y medicinales”, explica Guadalupe. Este trabajo de reforestación abarcó no solo el suelo alrededor del planetario, sino también el techo y taludes laterales, para minimizar el impacto visual en el paisaje.
Por supuesto, la tarea no estuvo exenta de desafíos. “En primer lugar, enfrentamos las dificultades del terreno, ya que en algunas zonas estaba muy compacto el suelo debido a la presencia de pedregullos y grada”. Además, la falta de un sistema de riego instalado requirió un esfuerzo adicional para garantizar la supervivencia de las especies trasplantadas.
“Eso fue, la verdad, un trabajo que nos llevó mucho tiempo”. Ni el viento, el frío, los remolinos de arenilla, el sol, ni el calor extremo del último día los detuvo. “La prioridad era garantizar la supervivencia de las plantas trasplantadas y lograr que tengan el agua suficiente y un riego abundante. Fueron seis días de ardua labor”.
“La experiencia personal de este trabajo fue muy positiva”, explica. “Fue un gran desafío a nivel personal y a nivel de equipo”. Guadalupe agradece a Walter Lobos de la localidad de Los Antiguos, Cristhian Muñoz de Perito Moreno, y a sus hijos, Yamila, Nazarena y Elal. “Entre los seis pudimos llevar adelante la reforestación en el Planetario del portal del Parque Patagonia. Ser los responsables de la tarea, ver cómo quedó y cómo van a ir creciendo esas plantas y esas especies, nos llena de orgullo”.
A Guadalupe la motiva un profundo respeto y conexión con su territorio. “Creo que saber lo que tiene la tierra donde vivo, para mí es crucial”. Su compromiso va más allá de plantar árboles: busca comprender la historia de las plantas en ese suelo, su propósito y cómo preservarlas.
Su experiencia en la chacra familiar, le permite compartir conocimiento en talleres para niños y familias. Desde hace una década, Guadalupe se dedica a la recolección de semillas de senecio y producción de plantines de molle para reforestación. Además, realiza talleres para niños y familias “para contarles de la flora autóctona, para que ellos puedan plantar un arbolito en el lugar, molles, sobre todo, y llevarse a su hogar, su jardín, o algún lugar que elijan en el pueblo y también contarles un poquito sobre cómo se utilizan esas plantas en la medicina natural, para qué sirven, qué curan y demás”, como una forma de seguir transmitiendo la riqueza biocultural y contrarrestar la pérdida de prácticas ancestrales en su comunidad.
“Uno se tiene que tomar el tiempo, conocer las plantas y es a prueba y error que uno va aprendiendo”, confiesa.
Este proyecto no solo ha transformado el entorno del Planetario del Parque Patagonia, sino que también destaca la importancia de la preservación de especies nativas y el compromiso de la comunidad local con la sustentabilidad ambiental. La historia de Guadalupe Nieto es un ejemplo inspirador de cómo la dedicación puede dar forma a un futuro más verde y sostenible.
Daniella Mancilla Provoste