“Años estuve sin ir a votar, la verdad es que la multa es un chiste y dudo que alguien lo controle. De hecho, cuando volví a votar nunca nadie me dijo nada. Y volví, de alguna manera, más porque me ‘pesaba’ en mi conciencia que por ‘deber’”, dice Arturo, que tiene 58 años.
“A esta edad lo que menos me importa es ver cómo se pelean los candidatos en los medios, me dan vergüenza ajena, es muy desagradable porque es todo pelea y chicana y las propuestas nunca aparecen, y las que aparecen son más sueños imposibles de cumplir que propuestas, ¿o cuántas veces nos prometieron el puerto para Río Grande?, solo por poner un ejemplo”.
De a poco nos acercamos a las elecciones generales, en algo más de tres semanas en Argentina se renovarán los integrantes del Congreso de la Nación y el desinterés es evidente.
Lo cierto es que, en la actualidad, dependiendo la línea de análisis o los autores a los que se sigue, hay dos grandes motivos por los que el ciudadano común opta por no ir a votar:
Por un lado están aquellos que sostienen que la política tiene su propia dinámica y que como las cosas “van bien”, es decir que el elector no tiene miedos o grandes preocupaciones sobre el futuro, entonces no hay una necesidad de ir a votar.
La otra versión es un poco más pesimista y tiene que ver con una realidad palpable, por lo menos en nuestro país, y está ligada a que los ciudadanos en realidad no esperan mucho de la política ni creen en los políticos y por lo tanto consideran que asistir a votar no serviría para nada.
Luís Foix, periodista y escritor español, especializado en política internacional, sostiene que “la participación alta se produce cuando se tiene confianza en la política, se participa en un debate de ideas, se percibe que la pugna política revierte en el interés general de las gentes.
Pienso que el desinterés creciente por la política, aquí y en muchas partes del mundo democrático tiene varias causas.
La primera es que la financiación de los partidos políticos es escandalosamente opaca. Sería conveniente que los partidos, como las empresas, como las entidades públicas y privadas, presentaran la cuenta de resultados anual, con ingresos, gastos, subvenciones y donaciones.
Lo que la ciudadanía no entiende es el gasto desmesurado de los partidos. Tanto en gastos estructurales como en los extraordinarios cuando se prepara y se ejecuta una campaña electoral.
La segunda es la percepción de que los políticos no dicen la verdad, esconden hechos importantes, se interesan más por el poder que por el servicio a sus votantes y a la sociedad en general.
La tercera es la complicidad entre la clase política y los medios de comunicación. Tanto con periodistas en concreto como con las empresas propietarias de los diarios, emisoras de radio, televisión, etc.
La cuarta es una libertad condicionada, una consecuencia de las tres causas anteriores. Un país con la libertad en estado de observación es un país que avanza menos que aquel en que todos los puntos de vista son analizados desde distintas perspectivas libre y transparentemente. Desde la crítica o desde la aceptación.
Por último, pienso que la democracia de los partidos ha dado paso a la democracia de opinión. El juego, como puso de relieve de forma indecente Berlusconi, está entre el poder y los medios. Poder que puede ser de derecha o de izquierda y medios que están igualmente posicionados”.
Los jóvenes son los que manifiestan menor simpatía por algún partido: el 32%, cinco puntos abajo del promedio de toda la población y a su vez los que demuestran menor interés a la hora de asistir a las urnas, ya que casi el 50% de los argentinos en condiciones de votar, declara tener algún interés en la política, pero el porcentaje baja al 41% entre los menores de 30 años.
Los datos se desprenden de la encuesta realizada por la consultora IPSOS-Mora y Araujo en el marco de la campaña “Cuidá tu voto” (2011) para la que fueron relevados 1.200 casos en todo el país.
Según la misma encuesta, el 60% de los argentinos no habla de política con otras personas. Sucede más a menudo entre las personas de 18 a 29 años, ya que el 64% se manifestó en ese sentido. La diferencia se advierte en la participación en las redes sociales, donde ese porcentaje crece ostensiblemente.
El informe también revela que solo cinco de cada cien jóvenes firmó la ficha de adhesión a una fuerza política.
En sus conclusiones, los directores de la investigación destacan que “como tendencia general, la proporción de interés o desinterés crece en función del nivel socioeconómico y por zona geográfica”. Así es como siete de cada diez integrantes del sector identificado como ABC1, el de mayor poder adquisitivo, declara algún interés por la política, contra cuatro de cada diez integrantes de la capa más baja, idéntica proporción a los habitantes del interior.
Agustín tiene 19 años y dice estar “cansado de la política”, revelación que por supuesto sorprende al tener en cuenta su edad.
“Estoy cansado porque últimamente en las redes es de lo único que se habla y todo el tiempo es una pelea gigante; que los K, que los Pro, que Bertone, que Melella, es pesado sinceramente, te quitan las ganas de participar de cualquier cosa.
Cuando era chico iba con mi abuelo a los locales partidarios y hasta me parecía divertido, ahora no te piso un lugar así ni loco. Está todo podrido, es todo problemas y la verdad es que nadie busca soluciones en serio, lo único que se ve es que cada uno quiere salvarse a sí mismo.
Si te soy sincero, yo voy a votar más por la memoria de mi abuelo que era un fanático de la vida política que por mí mismo, a mí ahora no hay nada que me represente”.
A pesar de ya haber atravesado las elecciones PASO, hoy, tanto en la provincia como en el país, mucha gente no tiene decidido a quién va a votar, e incluso, muchos desconocen completamente quiénes son los candidatos, aún habiendo ido a votar el 13 de agosto último.
El mundo de los partidos políticos está pasando por un momento expulsivo, aunque, curiosamente, la política en sí goza actualmente de un gran estado de salud. La participación es alta, sobre todo en cuestiones de política social.
El reclamo permanente por salud, educación, seguridad y trabajo es, necesariamente, política. El feminista, el de derechos sociales, el de derechos humanos, entre otros son todos movimientos atravesados por la política y también quienes le dan vida y recurrente participación.
La vida es política, largamente confundida -no siempre de manera inocente- con lo partidario. Si reclamás por Santiago Maldonado automáticamente pertenecés a “tal” espacio, si tu reclamo es por derechos para las personas trans, entonces venís de “tal” otro. Cuando, a fuerza de ser sinceros, si bien la ideologización es natural, no es una ciencia exacta.
María Fernanda Rossi