En los últimos meses un gran tema se instaló en la agenda y activó la alarma entre grupos ambientalistas y poblaciones andinas. La modificación de la Ley de Glaciares trae nuevamente la cuestión de la megaminería y su impacto en los glaciares andinos de nuestro país

La lucha de pueblos y organizaciones ambientalistas en contra de la megaminería a cielo abierto en Argentina es de larga data. Los movimientos que se oponen a esta actividad comenzaron con pocos vecinos que se manifestaban para proteger sus montañas, ríos y lagos. Poco a poco estos activistas comenzaron a llamar la atención de los medios y grupos ambientalistas y así la causa comenzó a crecer, transformándose en un tema discutido en todo el país. Gracias a esta lucha se logró visibilizar el impacto negativo de la actividad y la importancia de proteger los recursos naturales, en especial los glaciares andinos. En el año 2010 llegó la esperada Ley de Glaciares (Ley 26.639 Régimen de Presupuestos Mínimos para la Preservación de los Glaciares y del Ambiente Periglacial) que estableció los presupuestos mínimos para la protección de los mismos y del ambiente periglacial con el objeto de preservarlos como reservas estratégicas de recursos hídricos para el consumo humano; para la agricultura y como proveedores de agua para la recarga de cuencas hidrográficas; para la protección de la biodiversidad; como fuente de información científica y como atractivo turístico.

Una de las principales críticas y reclamos al Gobierno Nacional es la poca presión impositiva y de controles que se establecen para las empresas que desarrollan la actividad minera en nuestro país. Este fue uno de los aspectos más criticados en relación a cuestiones ambientales de la gestión de la ex presidenta Cristina Fernández quien, además, había vetado en 2011 una ley anterior de protección de los glaciares. La actividad minera en Argentina está en manos de poderosos grupos económicos y era cuestión de tiempo y de un cambio de vientos políticos para que ésta comenzara a presionar nuevamente para torcer la situación a su favor nuevamente. El cambio de gobierno fue la oportunidad. A poco de haber asumido la presidencia, Mauricio Macri quitó las retenciones a la actividad minera para, según el Gobierno, darle impulso a la actividad. Pero esto no fue suficiente para las empresas, que reclaman que su sector se encuentra debilitado y exigen al gobierno la modificación de la Ley de Glaciares para poder recuperar terreno para explotaciones. El Gobierno Nacional no hizo oídos sordos a estos reclamos y se comenzaron a ver señales con la intención de estudiar posibles cambios en la Ley de Glaciares para impulsar modificaciones y darle impulso a la actividad minera.

La aprobación de la Ley en el año 2010 fue motivo de festejos, pues representaba el triunfo de largos años de lucha para la protección de los Glaciares Argentinos. Lucha que torcía el brazo del poder a favor del ambiente, cosa que no sucede con frecuencia. Para poder aplicarse la Ley requería la elaboración de un inventario de glaciares, tarea que debía comenzar inmediatamente luego de la sanción de la Ley y finalizar en un periodo breve de tiempo. Sin embargo la alegría duró poco. El inventario se demoró y al día de la fecha, si bien los trabajos se llevan adelante, el inventario no está concluido. Inclusive el tema fue tomado por la Justicia procesando a funcionarios de la gestión de gobierno anterior por irregularidades en la elaboración del registro de glaciares.

El lobby de la industria minera es fuerte. Desde el sector amenazan retirar inversiones de no producirse un cambio a su favor. Desde el Gobierno Nacional las señales son ambiguas. Si bien ha habido claras intenciones de estudiar las modificaciones, no hay declaraciones oficiales al respecto y los ánimos comienzan a agitarse por parte del sector minero. Así las cosas, luego de años de luchas y conquistas, pareciera que el año 2018 nos plantea un regreso a la línea de partida con el empoderamiento de las grandes empresas mineras por sobre la voluntad popular de proteger los recursos que son de todos.

 

Abel Sberna

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