La Becaria Doctoral María Florencia Miguel fue galardonada con el premio Christopher Miller que otorga la organización Neotropical Grassland Conservancy de EE.UU, por su estudio sobre como los cambios en el uso de la tierra afectan la interacción entre animales frugívoros y el algarrobo

Una preocupación constante entre quienes investigan el ambiente natural es el impacto que tiene la actividad humana en la naturaleza y en cómo se ven afectadas las interacciones entre las especies animales y vegetales de los ecosistemas. María Florencia Miguel es becaria doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas y su estudio sobre el impacto de los cambios en el uso de la tierra ha sido reconocido con el premio Christopher Miller que otorga la organización Neotropical Grassland Conservancy de EE.UU.

The Neotropical Grassland Conservancy es una corporación sin fines de lucro fundada en 2001 que dona equipo y dinero a científicos locales y dirige proyectos de conservación y programas educativos, con el objetivo de promover formas rentables de impactar la conservación de pastizales, empoderar a la población local, y crear una valiosa red de científicos y estudiantes prometedores.

El trabajo de Miguel consistió en el análisis de redes de interacción entre algarrobos y animales en bosques nativos dentro de la Reserva de la Biósfera de Ñacuñan en la provincia de Mendoza y en bosques cercanos impactados por la ganadería. “Lo que se hizo fue simular la oferta de frutos del árbol y con trampas cámara se observó qué especies de animales visitaban los árboles, cuántas visitas hacían y cuántos frutos consumía cada una. Con esos datos se construyeron redes de interacción a nivel individual, que fue algo novedoso ya que generalmente estos análisis se hacen a nivel de especies” explica la bióloga. El proyecto se llevó adelante en colaboración con el Profesor Pedro Jordano y fue parte de una pasantía en el Integrative Ecology Group  en Sevilla, España. Para el estudio la bióloga analizó diferentes variables y características del ambiente y de los algarrobos “Se consideró la altura del árbol, el número de frutos en la copa, el número de frutos en el suelo, la estructura vegetal debajo del árbol y la heterogeneidad de las áreas para conocer cómo se estructuraba cada red y compararlas entre las áreas con y sin intervención humana”, detalló la especialista.

El resultado del estudio evidenció algunas de las diferencias en las interacciones dentro de un bosque protegido y otro afectado por el uso. Miguel explico que “Si bien los frugívoros son los mismos, lo que varía es la intensidad con la que algunas especies interactúan con los árboles y esto difiere entre el bosque protegido y el bosque bajo uso. Por ejemplo, especies mutualistas, como el cuis común, que comen los frutos y dispersan las semillas, son más frecuentes en áreas ganaderas. Por el contrario, pequeños roedores que se alimentan de las semillas, llamados en este contexto depredadores, realizan visitas a las plantas más frecuentemente en el área protegida”.

Los resultados obtenidos por este estudio y otros similares resultan de gran relevancia para la creación de herramientas para el manejo de bosques protegidos. Entender como las formas de uso de un bosque afectan las redes permite prever las consecuencias en procesos ecosistémicos vitales para el desarrollo del ambiente.

 

Abel Sberna
Fuente: www.conicet.gov.ar

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