Hoy, 17 de febrero de 2020, se cumplen noventa y ocho años del día en que las cinco pupilas del prostíbulo “La Catalana” se negaron a acostarse con los soldados que, semanas atrás, habían cumplido con la orden del Ejército de fusilar a centenares de obreros huelguistas, en Santa Cruz, durante los episodios conocidos popularmente como las huelgas patagónicas de 1920 y 1921, o La Patagonia rebelde. Transcurría en el país el primer gobierno del presidente radical Hipólito Yrigoyen.

La negativa de estas cinco mujeres al grito de “¡asesinos! ¡porquerías!”“con asesinos no nos acostamos”, ocurrió en la entonces pequeña localidad de Puerto San Julián:  “Jamás creció una flor en las tumbas masivas de los fusilados; sólo piedra, mata negra y eterno viento patagónico. Están tapados por el silencio de todos, por el miedo de todos. Sólo encontramos esta flor, este gesto, esta reacción de las pupilas del prostíbulo “La Catalana”, el 17 de febrero de 1922. El único homenaje a tantos obreros fusilados”.

Así lo escribió Osvaldo Bayer en “La inesperada derrota de los vencedores”, el último capítulo del tomo 2 de “La Patagonia Rebelde”. En este capítulo de dos páginas y media (breve para el volumen de la obra), el periodista e historiador logra reconstruir el hecho. Vale la pena citar otro fragmento:

Una paciente investigación nos ha llevado a conocer el nombre de estas cinco mujeres o, mejor dicho, de estas cinco mujerzuelas. Los únicos seres que tuvieron la valentía de calificar de asesinos a los autores de la matanza de obreros más sangrienta de nuestra historia. He aquí sus nombres, tal vez los mencionaremos como un pequeño homenaje o no digamos homenaje, digamos recuerdo de las cinco mujeres que tuvieron ese gesto de rebelión.

Lo diremos con la filiación policial tal cual aparecieron en los amarillos papeles del archivo: Consuelo García, 29 años, argentina, soltera, profesión: pupila del prostíbulo “La Catalana”; Ángela Fortunato, 31 años, argentina, casada, modista, pupila del prostíbulo; Amalia Rodríguez, 26 años, argentina, soltera, pupila del prostíbulo; María Juliache, espñola, 28 años, soltera, 7 años de residencia en el país, pupila del prostíbulo, y Maud Foster, inglesa, 31 años, soltera, con diez años de residencia en el país, de buena familia, pupila del prostíbulo.

Cabe aquí una observación: el término mujerzuelas es utilizado por Bayer con ironía, puesto que en la reconstrucción del episodio el autor cita un parte policial según el cual las pupilas profirieron hacia los soldados “también otros insultos obscenos propios de mujerzuelas”, además de gritarles “¡asesinos! ¡porquerías!”.

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Las putas de San Julián. ¿Por qué ese nombre, de dónde proviene?

Osvaldo Bayer contó en numerosas ocasiones –incluso en sus contratapas de los sábados en Página/12– que cuando se filmó la película “La Patagonia Rebelde” (1974), en la que fue guionista y supervisó la versión cinematográfica de su propia obra, él hubiera querido que el episodio de las cinco pupilas de aquel prostíbulo del sur fuese la escena final.

“En 1974 –contó Bayer en Página/12–, quise ese final para la versión de La Patagonia Rebelde que dirigió Héctor Olivera, pero el productor Fernando Ayala se enteró, por un coronel amigo, que los militares iban a impedir el estreno de la película y capturar las copias. Tanto Olivera como Ayala me pidieron otro final, a lo que, en principio, me negué, pero después me di cuenta de que debía dar a conocer aquellas huelgas patagónicas, y cambié el final por una escena donde los estancieros brindaban con champán después de los fusilamientos y cantaban ‘For he’s a Jolly good fellow’ al teniente coronel Varela, uno de los responsables de la masacre”.

Eran tiempos de fortísimo poder militar y de censura previa en el país, durante el tercer gobierno de Perón, quien moriría ese mismo año. Bayer prefirió cambiar el final del film: era para él más importante que la historia de los fusilamientos ocurridos en Santa Cruz fuera cada día más conocida por la sociedad. Y así fue.

Sin embargo, casi cuatro décadas más tarde, el dramaturgo Rubén Mosquera le propondría al historiador llevar al teatro aquel episodio, y así fue como este capítulo de las huelgas patagónicas fue rebautizado como “Las Putas de San Julián”; tal fue el nombre elegido para la obra, estrenada a mediados de 2013, en la que actuó el propio Bayer.

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Pero no sólo el dramaturgo Mosquera homenajeó y divulgó la historia de estas pupilas. Dos años antes del estreno de “Las Putas de San Julián”, en 2011, Eduardo Galeano también hizo memoria de aquel episodio en “Los hijos de los días”, aquel libro en el que el escritor uruguayo cuenta una historia para cada día del año:

Febrero 17. El festejo que no fue.

Los peones de los campos de la Patagonia argentina se habían alzado en huelga, contra los salarios cortísimos y las jornadas larguísimas, y el ejército se ocupó de restablecer el orden.

Fusilar cansa. En esta noche de 1922, los soldados, exhaustos de tanto matar, fueron al prostíbulo del puerto San Julián, a recibir su merecida recompensa.

Pero las cinco mujeres que allí trabajaban les cerraron la puerta en las narices y los corrieron al grito de asesinos, asesinos, fuera de aquí…

Osvaldo Bayer ha guardado sus nombres. Ellas se llamaban Consuelo García, Ángela Fortunato, Amalia Rodríguez, María Juliache y Maud Foster.

Las putas. Las dignas.

Maud Foster, pupila de La Catalana

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Para terminar esta reseña histórica, vale recordar palabras de Osvaldo Bayer en la que fue su última visita a Río Gallegos, la capital de Santa cruz, ciudad a la que visitó en innumerables ocasiones y en la que vivieron sus padres durante el desarrollo de las huelgas de 1920 y 1921.

El destino –o el azar– quiso que la última visita del historiador a Río Gallegos se diera en el marco de la presentación de “Las Putas de San Julián”, en agosto de 2014. En una entrevista radial con el autor de estas líneas, Osvaldo dijo que la capital santacruceña era para él “como una patria lejana”. El diálogo que sigue transcurrió  aquella mañana:

Don Osvaldo, usted hace poco contó en una de sus contratapas en Página/12 que esta pieza teatral es una versión libre, y que usted hubiera querido que ese fuera el final de la película, que la última escena fuera ese hecho. Usted escribió en ese capítulo de su libro, cuyo título original es “La inesperada derrota de los vencedores”, que en aquel 1922 las “putas de San Julián” fueron las únicas que se les plantaron y les dijeron “asesinos” a los oficiales del Ejército.

Así es. Fueron las únicas que tuvieron coraje para denunciar este crimen absoluto que hizo el gobierno de aquellos tiempos. ¡Pobres mujeres… así les fue! Fueron castigadas brutalmente y expulsadas de San Julián. La única que pudo volver fue la inglesa Maud Foster, a los 60 años, quien está enterrada en el cementerio de San Julián. Su tumba siempre tiene flores.

Leandro Doolan

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