No eran 44 sino 38. No era un submarino, sino un remolcador. Pero solo por estas pequeñas excepciones, las historias de San Juan y del Guaraní, se tocan por todas partes.

Ambas embarcaciones son la duda perenne, la interrogante constante, la búsqueda infinita. “Ojalá los encuentren, aunque sea muertos, porque hacer un duelo mirando el mar no sirve para nada; para una madre el dolor es insuperable, y para un hijo que jugó, hizo los deberes y amó como amé yo a mi padre, es un duelo prendido con alfileres”, escribía a los esperantes del submarino ARA San Juan, Stella Maris Romero, hija del Suboficial Segundo Electricista José C. Romero que, con 33 años, era el hombre de mayor edad a bordo del Guaraní, cuando desapareció en 1958.

El remolcador (o buque de salvamento) ARA Guaraní, era inicialmente el remolcador Oceánico US Army “L.T. 817”, esta embarcación fue construida por el astillero Marietta Manufacturing Co. de EEUU durante  la 2ª Guerra Mundial. El Gobierno Argentino lo adquiere en 1946 por u$s 139.000, junto a su gemelo, el  ARA Charrúa. La nave prestó servicio durante muchos años y por una década le tocó oficiar de apoyo de la Armada Argentina en el Atlántico Sur.

Era octubre de 1958 cuando una ficha iba a moverse para desatar el efecto dominó que haría que el Guaraní se perdiera para siempre. En el Destacamento Naval Melchior, en la Antártida Argentina, el Cabo Segundo Cocinero, Mario Oliva, sufrió una apendicitis aguda. Como es de esperar, tuvo que ser intervenido quirúrgicamente por el médico del lugar, pero tras su operación Oliva requería de plasma, antibióticos, más otros elementos y medicamentos que estaban por debajo del nivel de seguridad de la base. Claro, el invierno acababa de concluir y aún no habían sido reabastecidos.

La Armada Argentina ordenó entonces que un avión de la Primera Escuadrilla Aeronaval de Transporte sea la encargada de partir desde la Base Aeronaval Río Grande hasta el Destacamento Melchior. Su misión era arrojar desde la aeronave un paracaídas que contendría todos los elementos que habían sido previamente requeridos por la dotación antártica.

El avión encargado de la hazaña era el Douglas DC-4, con matrícula CTA-2. Tal como lo disponen los protocolos, el avión debía ser acompañado por una embarcación de apoyo. Para tal fin se designó al remolcador ARA Guaraní.

Parte de la tripulación del buque se encontraba de licencia, por lo tanto, se completó la dotación con personal de la Base Naval Ushuaia, donde estaba apostado. La travesía comenzaría a las 6 de la mañana del 14 de octubre de 1958.

Mientras tanto, a la espera de mejores condiciones climáticas, el avión CTA-2 despega de Río Grande recién en la madrugada del 15 de octubre. La aeronave logra con éxito cruzar el tempestuoso pasaje Drake y hacer la entrega del paracaídas que contenía ocho bultos para la base Melchior.

Olas de 15 metros y vientos que superaban los 185 kilómetros por hora era el escenario que transitaba el Guaraní. Dadas las violentas condiciones se informó por radio que se buscaría refugio en Isla Nueva. La intención era reparar la tapa de una escotilla ya que por esa avería ingresaba agua en la sala de máquinas.

Sería una nueva comunicación radial, inconclusa, el último contacto de la embarcación con la Base de Ushuaia. De inmediato la Armada Argentina activa sus protocolos y ordena la búsqueda del Guaraní con dos aviones de Transporte Douglas DC-4 y dos Hidroaviones de Patrulla Marítima Catalina. Patrullas terrestres colaboran en la búsqueda. Las condiciones climáticas eran temerarias. Las patrullas por tierra, mar y cielo, buscan incesantemente posibles náufragos, pero el resultado sería siempre el mismo: nada.

Ante los resultados negativos, a las patrullas de búsqueda ya establecidas, se le suman nuevas unidades aéreas y navales. Tal como ocurrió en la búsqueda inicial del Submarino San Juan, otras fuerzas ofrecieron apoyo, tal es así que dos fragatas de la Armada chilena -Covadonga e Iquique- se incorporan a las tareas de búsqueda y rescate.

La Base Aeronaval Río Grande se transformó en el centro de operaciones. Los aviones enfrentaban el mal tiempo constante con vuelos de 10 horas diarias. Pero las buenas noticias seguían sin existir.

Luego de que el 19 de octubre se detectaran grandes manchas de aceite en la zona de búsqueda, el operativo se centra en la posibilidad de rescatar a los tripulantes que pudieron haber naufragado, mas no hubo respuesta positiva a ningún esfuerzo. La respuesta seguía siendo “nada”.

El 27 de octubre, “a la hora de arriar el pabellón nacional” y luego de 12 días de infructuosa búsqueda, se da por finalizada la operación de rescate declarándose oficialmente perdida la nave y la totalidad de la tripulación (38 hombres), desaparecida. El remolcador ARA Guaraní se convirtió en una especie de leyenda. Se transformó en el nombre de la Escuela N 4 de la ciudad de Río Grande -por entonces un establecimiento rural- y se volvió nombre de calle.

A pesar de las seis décadas que pasaron, la historia de la nave que desapareció prestando apoyo no es de las más conocidas, incluso para los propios habitantes de la isla o de los alumnos de la institución que carga su mote. Hay como una especie de túnel que nos apaga la luz y las historias de los individuos se van diluyendo. El Guaraní y el San Juan se mezclan involuntariamente. Se transforman a veces en relatos decorados fuera de toda lógica, se les quita lo humano para poder ponerlos en un pedestal que no pidieron y que, para colmo, muchas veces dura poco.

Por Resolución del Secretario de Marina del 12 de enero de 1959, todo buque de la Armada Argentina que pasara al 161º y 6,5 millas de Cabo Buen Suceso (el lugar en que se presume desapareció el ARA Guaraní) debía rendir honores, formando la tripulación en cubierta y tocando el trompa “oración”, o en su defecto, con pito marinero. Esta disposición caducó a los cinco años de la desaparición del buque, es decir el 15 de Octubre de 1963.

¿Acaso los protagonistas -u hoy sus familiares- no preferirían respuestas? El enorme mar se vuelve un charquito que los une en la desgracia. No quieren ser héroes. No piden cuadros, monedas ni carteles de avenidas con su nombre. Los que esperan en la orilla buscan respuestas aguas adentro. Rezan, hasta los que no creen, para que el océano les devuelva lo que quieren. Aparecen en un ruego eterno porque la respuesta es muda.

Los de ayer acompañan a los más recientes. En el duelo se forma una comunidad cuya única certidumbre es la interminable lista de preguntas. Nada se supo, nada se sabe. Son 82 que no están. Una mujer y 81 hombres que partieron para nunca más volver, para seguir abriendo interrogantes, para seguir esperando.

 

El temporal azota hoy como hace casi 60 años, la casualidad puede ser un poco cruel.

 

Algunos seguirán mirando al mar, otros se resignan mirando al cielo.

 

En honor a los 38 del Guaraní:

 

Capitán de Corbeta Gerardo Zaratiegui

Teniente de Navío Jorge E. Palet

Teniente de Fragata Nelson E. Patterlin

Teniente de Fragata Edgardo R. Cabral

Teniente de Fragata Juan C. Sanguinetti

Teniente de Fragata Médico Elías Tanus

Suboficial 1ro Maquinista Domingo Tassto

Suboficial Segundo de Mar Julio Aguirre

Suboficial Segundo Electricista José C. Romnero

Cabo Principal Fernando A. Díaz

Cabo Principal Pascual Américo Gragnaniello

Cabo Primero Pedro T. Pereyra

Cabo Primero Sinbaldo Quiñones

Cabo Primero Orlando Meinardi

Cabo Primero Luis Moyano

Cabo Primero Vicente S. Bolloli

Cabo Primero Francisco Alfonso

Cabo Segundo Salvador Suárez

Cabo Segundo Marcelo T. Spiazzi

Cabo Segundo Ramón Palacio

Cabo Segundo Julio C. García

Cabo Segundo Carlos A. Serbini

Cabo Segundo Leonel H. Cruz

Cabo Segundo Jorge Druetto

Cabo Segundo Tomás R. Torres

Marinero Primero Francisco Pimienta

Marinero Primero Armando Neme

Marinero Primero Héctor Quinteros

Marinero Segundo Oscar A. Vera

Marinero Segundo Andrés Vaquera

Conscripto Jorge H. Gogorza

Conscripto Jorge B. Jacob

Conscripto Oscar La Marca

Conscripto Salvador Gilabert

Conscripto Expedito A. Chavez

Conscripto Tomás Cabral

Conscripto Juan B. Alarcón

Conscripto Hermenegildo Encinas

 

Fuente: Irizar.org

 

María Fernanda Rossi

 

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