Pocas decisiones son tan cuestionadas como la de una mujer cuando opta por no tener hijos. Las preguntas se multiplican, muchas veces se argumenta largamente en contra o, incluso peor, se menosprecian con mucha falta de respeto los motivos que enumera la protagonista.
“Ya te vas a arrepentir” o “Eso decís ahora”, acompañado de varios “sos una egoísta” y “cuando seas vieja no vas a tener a nadie para que te cuide”, son algunos de los muchos alegatos que suelen escuchar aquellas mujeres que se animan a romper lo que la sociedad espera de ellas.
Luciana, traductora, afirma: “No quiero tener hijos. Nunca estuvo entre mis planes ni sueños. ¿Por qué? ¿Por qué sí? No somos todas iguales, no todas queremos lo mismo. Simplemente eso”.
Alejandra, por su parte, señala: “Nunca quise pero el ‘ya vas a querer’ del entorno me hizo pensar que tal vez cambiaría de parecer. Pasan los años, ya tengo 35, y cada vez estoy más segura de mi decisión. No soy de las que antepone metas profesionales. Pareciera que hay que demostrar una carrera brillante para justificar”.
Florencia, administrativa, agrega: “Nunca me visualicé madre. Ahora por temas de salud no puedo. Todavía no decidí si quiero intentar adoptar. Mis planes futuros son viajar y viajar”.
La psicóloga especialista en temas de género Paula Molina, dice que para responder a la pregunta ¿por qué una mujer podría no querer ser madre?, quizás haya que recurrir a variados ámbitos del ser humano: la fe, lo biológico, la antropología o la sociología son algunos de ellos.
Sin embargo, sentencia que bajo el ojo de la psicología clínica, el hecho de que “el ser mujer sea exactamente asociado con el tener hijos no se da directamente”, pues indica que “hay mujeres que se sienten muy mujeres, pero el rol de la maternidad no está incorporado en ellas”, asegura.
“Entonces, creo que la mujer vive en una suerte de estado de cumplir expectativas y hoy se está dando el lujo –lo que me parece válido– de decidir cuáles son sus prioridades”, manifiesta. Es por eso que terminar una carrera profesional, viajar, sentirse completa y vivir experiencias, irán primero antes de ver si realmente el camino de la maternidad será el próximo paso.*
“Antes de la década de los 60, cuando comenzó la revolución anticonceptiva, las que no tenían hijos era por la guerra (los hombres se iban y morían), por el hambre o la pobreza. Tenían una imagen negativa ligada a los desastres y la miseria”, explica la socióloga británica Katherine Hakim, autora del estudio Childless in Europe (Sin hijos en Europa). Ahora, según sus datos, en torno a un 20% de las europeas no son madres: “Teniendo en cuenta que solo entre un 2% y un 3% es por infertilidad, vemos claramente que es una elección de estilo de vida u otros motivos”, añade.**
“Una mujer puede ser muy feliz y consagrarse a otra cosa que a un hijo. Es ridículo pensar que una mujer está hecha para ser madre. De hecho puede que algunas se arrepientan de haberlos tenido, pero no pueden decirlo. Existe tal presión para ser madre que hay que ser muy fuerte para decir no. La mayoría de las mujeres que van a tener un hijo tienen la ilusión que sea perfecto, pero nunca es el caso”, aclara la filósofa Elisabeth Badinter.
Pareciera ser que las mujeres que deciden no tener hijos deben salir permanentemente a la calle con una batería de respuestas para poder blandir ante todos aquellos que la señalarán por ir en contra del “mandato natural”.
Emilia, licenciada en filosofía, sostiene: “No quiero ser madre y tengo varias razones: a) Tengo poca paciencia con los niños pequeños, b) tengo muchos objetivos personales y profesionales por alcanzar de cuya obtención considero que depende mi realización y c) puedo darle al mundo cosas mucho más útiles que otro ser humano”.
También es cierto que el costado laboral o profesional puede pesar, y mucho, a la hora de evaluar la posibilidad de tener hijos o no. Está claro que la responsabilidad y la presión social estarán siempre del lado de la mujer, ¿o alguna vez escucharon preguntarle a un varón cómo va a hacer para equilibrar su vida entre el trabajo y la paternidad? En cambio es una pregunta recurrente para la parte femenina de la pareja.
Y también es raro cómo la decisión sobre nuestra maternidad puede ser sopesada por un tercero sin ningún temor: “Una puede ser madre a los 18, pero si querés ligarte las trompas a los 29 no podés, es la cosa más incongruente del mundo”, dice Victoria, de 29 años y que hace 2 está peleando para poder someterse a la intervención.
Desde la aparición de la píldora y otros métodos anticonceptivos en la década del 60, la posibilidad de controlar la natalidad le dio al ser humano, y a la mujer en particular, el poder de controlar su propio aparato reproductor con un alto grado de eficacia, aunque con un costo para su organismo todavía difícil de precisar. La vida sexual cambió desde entonces y la posibilidad de satisfacción sexual sin riesgo de embarazo dio lugar a la posibilidad de elegir el “sexo libre” (típico de la propuesta hippie) o al menos cierta discreción en las relaciones sexuales. Se revalorizó el placer sexual y cambiaron las costumbres relacionadas con la sexualidad. El peligro de embarazo dejó de ser un problema y evaluar entonces la maternidad comenzó a ser una elección que en muchos casos se evalúa en base al deseo, la oportunidad y conveniencia de la mujer y eventualmente su pareja.
En Estados Unidos, 47% de las mujeres en edad fértil no tiene hijos. En Inglaterra, un tercio de las mujeres que cursan estudios universitarios no tiene hijos nunca. En Argentina, en 2004, la Dirección de Estadísticas y Censos determinó que la cantidad de mujeres que al final de su vida reproductiva no había tenido hijos había trepado a 17 % y, en 2007, un 11,3% de los hogares de Buenos Aires estaban compuestos por parejas sin hijos: cerca de 65.000, ubicados en los quintiles de ingresos más ricos.
¿Por qué esa manía de mirar mal a quién no cumple con los estándares de la sociedad? Fue lo que se preguntó la profesora de psicología Leslie Ashburn-Nardo, de la Indiana University-Purdue University Indianapolis, quien mediante una profunda investigación llegó a una hipótesis: no tener hijos es mal visto porque causa “indignación moral”.
La especialista examinó a 197 estudiantes de psicología, indicándoles que se trataba de un experimento que tenía que ver con la intuición y qué tan rápido podían predecir el futuro. Luego, se les dio cuatro versiones diferentes de respuestas acerca de tener hijos de una pareja adulta y casada, con algunas variables como género y si tenían o no hijos.
A partir de eso, se les pidió que calificaran qué tan plena o “realizada psicológicamente” creían que estaba la pareja y los investigadores estudiaban si sentían desaprobación, enojo, indignación o malestar hacia el tema y en qué grado. Fue entonces que detectaron que la versión de la anécdota de la pareja que no quería tener hijos les llamó la atención ya que no sólo les pareció menos realizada o satisfecha psicológicamente, sino que les generó “mayor indignación moral”.***
¿Cuál sería el daño que podría ocasionar a nivel social que una mujer sostenga que no quiere tener hijos? Imposible responder esa pregunta sin caer en lugares comunes o argumentar con respuestas dentro de un paradigma que ha quedado obsoleto.
Las mujeres se realizan cuando alcanzan sus metas. Para muchas, formar una familia y tener hijos es uno de los sueños que han perseguido desde niñas y realizarse a través de ello es realmente positivo, pero no todas han anhelado lo mismo. Tal vez alguna mujer se sienta realizada siendo presidenta de un país o de una compañía o viajando por el mundo como mochilera o simplemente gozando la responsabilidad finita de tener sobrinos y poder consentirlos sin ningún perjuicio.
Hay tantas metas y tantas realizaciones personales como mujeres en el mundo. Lo bueno es poder empezar a sostener nuestras libertades individuales.
*Punto Vital
**El País
***Hola mujer
María Fernanda Rossi