Entre la dificultades de acceder a los puestos de trabajo, a las posiciones directivas de las empresas y los techos de cristal, las mujeres -a nivel mundial- siguen luchando cada día para transformar el mercado laboral y que el ambiente hostil al que se tienen que enfrentar de manera diaria, se transforme en un mundo más equitativo.

Estar casada y tener hijos, por más que nada tenga que ver con el desempeño laboral, suele ser un impedimento tangible a la hora de ganar ascensos o alcanzar puestos de jerarquía

De los varones ocupados, el 6,1% se desempeña en puestos directivos y un 2,3% en puestos de jefatura”, pero entre las mujeres “estas cifras se reducen al 3,8% y 1,4% respectivamente”, de acuerdo con un informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre la Argentina en base a datos de 2012 de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).*

Aún así, hay mujeres que se animan y desafían algunos espacios que tradicionalmente han sido señalados como del “mundo masculino” y se va mechando su presencia en una realidad realmente poco igualitaria.

Natalia Montero tiene una historia que empieza a los 12 años, terminando la primaria: “un día le dije a mi vieja que quería hacer colegio industrial. No tengo idea cómo ni por qué. En primer año éramos 7 mujeres. Y en todo el colegio, no seríamos más de 20.

Fue mi primer “choque” con el mundo machista. ¿De mis compañeros?

No no. De los adultos. De ciertos profesores, y profesoras.

“Este no es lugar para mujeres”. “¿En serio tenés ganas de levantar paredes, hacer pastón?”.

Un recorrido por la secundaria, que no fue nefasta, que me enseñó a luchar por un lugar, a sentirme contenida por mis compañeros, y (mal) desafiada por los adultos que decían enseñarme.

Y lo estaban haciendo. Mal que me pesara, me estaban preparando para lo que venía.

Elegí ingeniería.

Otra vez, otra etapa importante en mi vida; empezaba con ese nefasto y doloroso concepto de que por ser menos (en cantidad), el lugar no nos pertenecía.

Una, dos, tres mujeres por cursos; de por sí de poca gente.

En segundo año, se cursa la primera materia de muchas de cálculo de estructuras.

En una clase, pregunté y recalqué un error en un desarrollo de una fórmula de un profe.

Se dio vuelta, me dijo que estaba equivocada yo y volviéndose al pizarrón agregó “Por algo la ingeniería no es para mujeres”.

– ¿Qué dijo? – le pregunté a mis compañerxs.

-Nada, Nati. Tranqui. – respondieron.

-Dijo que la ingeniería no es para mujeres, ¿no? – repregunté.

Se dio vuelta, y me dijo mirándome a los ojos:

-“Sí, eso dije”.

-“Sos un pelotudo”, respondí.

De más está decir que esa materia la sufrí. Como ninguna otra en toda la carrera. Rendí el final a los dos años. Ese mismo profesor entró al aula; miró, me encontró y buscó específicamente mi libreta para tomarme el oral él.

Me paseó. Ida y vuelta.

Me saqué un 8.

Me sentí más feliz ese día, que cuando di mi última materia.

Porque claro. Acá estoy.

Mujer e ingeniera”.

El sector privado es uno de los espacios donde se hace más notoria la subrepresentación de las mujeres”, destaca el informe Sexo y poder del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), y apunta: “Las mujeres ocupan apenas el 4,4% de los puestos directivos de primera línea en las grandes empresas de la Argentina”.

Jime Rodríguez es una joven entusiasta, decidida a marcar presencia en un territorio que suele ser esquivo: “Soy remisera hace cuatro años, en el momento en el que yo entré a laburar no había ninguna chofer en esa agencia pero ahora somos varias.

Los contra de este laburo es que tal vez te sentís un poco vulnerable con algún pasajero, más que nada cuando salen de los boliches, aunque debo decir que a mi jamás me pasó nada.

A mí me gusta mi trabajo y lo disfruto mucho y más allá de tener que aprender a moverme en un ambiente donde muchas veces parecen monos creo que logré estar cómoda y no dar pelota al machismo”.

La industria manufacturera, el transporte de almacenamiento y comunicaciones, y la construcción son actividades con una menor tasa de femeneidad que la media (18,6%; 13,8%; 5,9%, respectivamente), es decir con una menor “relación entre la cantidad de trabajadores mujeres y el total de trabajadores”, de acuerdo con el Boletín de Estadísticas de Género y Mercado de Trabajo elaborado por el Ministerio de Trabajo de la Nación en 2014 (último disponible). Estos datos se contraponen a la Enseñanza y Servicios sociales y la Salud, donde la presencia de trabajadoras mujeres es mucho mayor (73,6% y 71,2%, respectivamente).

Vanesa tiene 41 años y la herencia la llevó a romper de estereotipos: “En las dificultades por género tuve varias, incluso muchas mujeres que preferían que las atienda mi viejo por que era hombre y sabía más.

Mi viejo siempre fue ferretero, de chiquita me gustaba ir a su ferretería y como no se usaban bolsas me encantaba hacer paquetitos de lo que se llevaba suelto (clavos, tornillos) en hojas de guías.

En el 2001 , pleno quilombo, mi viejo se animó a abrir un negocio por que a esa altura solo se dedicaba a vender él a ferreterías, yo tenía 25 años, había estudiado varias cosas pero me copé con ayudarlo en el negocio: era cumplir la fantasía que tenía de chica.

Así abrimos una ferretería, siempre la idea fue tener “de todo”, así que así fuimos armándola con lo que la gente nos iba pidiendo. Al principio fue complicado por que había que aprender de sanitarios y electricidad, pero de a poco fuí aprendiendo.

Lo que más me divierte es cuando vienen hombres canchereando y me quieren pasar por ser mujer; darlos vuelta, nombrarles las cosas con su nombre técnico y dejarlos expuestos, demostrándoles que se más que ellos.

Amo solucionar todos los problemas que me traen, si no tengo lo que quieren me gusta que se vayan sabiendo dónde conseguirlo. Lo más lindo es que se crea un vínculo con los clientes y ya vienen a buscar asesoramiento de la ferretera del barrio.

Me pasó de ir por la calle y cruzarme con albañiles que te digan de todo y después venían al negocio a comprar, se les transforma la cara.

Obviamente, para mí también era un trabajo que tenía género porque son muy pocas las mujeres que se dedican a esto, pero jamás me planteé no hacerlo por eso. Es un laburo donde te ensuciás, hacés mucho laburo físico cortando caños, levantando bolsas de material, pero pasé dos embarazos haciendo esto”.

El aumento de la participación de más mujeres en el ámbito laboral no logró reducir la brecha en la participación igualitaria de ambos géneros en la actividad y el empleo. Según los datos relevados por el INDEC en 2016, un 47,2% de la población de mujeres se encuentran en actividad, lo cual es mucho menor en comparación al porcentaje de la población de hombres, que alcanza el 69,6%. La mayor tasa de actividad de mujeres se da en la franja entre 25 y 45 años, por lo que la brecha es mucho más grande cuando hablamos de menores de 25 años que se insertan al mercado laboral y en personas mayores a 45 años. A nivel general, “el porcentaje de mujeres trabajando es menor, y la brecha también se nota en la duración de su trayectoria laboral, muchas mujeres suelen ingresar más tarde al mercado laboral y también se retiran antes, lo que profundiza esta tendencia”, explica Daniela Chiarelli, Gerente Nacional de Selección de Bayton Grupo Empresario.

En 2012, Georgina ganó un concurso interno como “supervisora de depósito” de una importante empresa de retail: “no me dieron la jefatura porque según ellos yo estaba ‘fresquita’ (hacía 8 años que laburaba en la empresa). Había, en ese entonces, un jefe varón pero completamente ausente durante el día, ya que laburaba de madrugada. Eso implicaba que el sector estaba a la deriva y necesitaba tanto apoyo como ‘vigilancia’.

Entré al sector con 8 varones a cargo, en conjunto con ‘el jefe fantasma’. Estuve 4 años, pero me tomó año y medio o dos ganarme el lugar y el ‘prestigio’. Yo seguía siendo supervisora, aunque me llevaban a capacitaciones, reuniones, gestionaba horarios y uniformes, atendía a los pibes cuando me llamaban por teléfono fuera de mi horario laboral, cubría las vacaciones del jefe fantasma (yendo de madrugada a laburar), etc. Todo sobre ruedas, yo bancándome la condescendencia de los jefes varones porque ‘vos qué sabés cuántos bultos entran en el camión’, y de las jefas mujeres ‘porque vos no sos jefa en serio, eh’.

Todo iba viento en popa, yo contenta por aprender de logística, yendo a cursos que solventaba con mi dinero, compartiendo experiencias y generando redes con compañeros de la misma empresa en otros puntos del país. Los índices de mediciones daban mejor que nunca, el sector andaba bárbaro; aunque siempre me llegaban las quejas por fuera, mis queridos muchachos del sector se quejaban diciendo que por qué habiendo un hombre a cargo tenia que estar yo.

Me incorporan otro sector, el de las compras por internet, y también lo sacamos adelante. Mi gran logro, según la gerenta, fue que me fui de vacaciones y nadie lo notó, dado que ‘el sector era un relojito’. Pero bueno, así y todo, relojito y andando y nadie robando, y los clientes felices, vuelve un jefe que había tenido licencia por stress y… lo ponen como jefe de mi sector.

¡Lo tuve que capacitar! Y ahí, hablando mal y pronto, ya empece a arrancar como la mierda con mi gerenta y la directora de tienda. De ahí en más fue todo en picada; ahí me di cuenta que era una lucha que jamas iba a ganar.

Se les metió en la cabeza que el puesto era de hombres. Hasta uniforme de hombre me querían dar, cada nuevo año que todo jefe tenía su uniforme en marzo, a mi en junio recién me decían ‘elegite un par de camisas y un pantalón’, con todo el desdén que te puedas imaginar.

De más esta decir que el tipo con stress jamas se bancó el sector. Arregló una renuncia con guita y al mes me echaron a mi. ¡Ah! Y en mi lugar pusieron a un hombre”.

Es una pelea desigual, a veces agotadora y con pocos resultados, pero es una pelea que se sigue dando y cada pequeño logro individual es considerado una victoria de género. Las mujeres, alrededor del mundo, se han transformado en una especie de cuerpo de mosqueteros salido de la novela de Alejandro Dumas y que utilizan la misma famosa premisa: Todas para Una.

 

*Datos de Chequeado.com

 

María Fernanda Rossi

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