Tras 15 años sin registros, «Mochita» fue reconocida por investigadores del ICB frente a las costas de El Doradillo a finales del pasado octubre. Con 25 años de edad, esta ballena es un símbolo de supervivencia. Fue identificada junto a su madre en 1999. Este nuevo registro demuestra la importancia de los estudios científicos a largo plazo, reafirmando la gran fidelidad de estas ballenas a las áreas de reproducción.
Un encuentro muy esperado
Luego de 15 años, nos reencontramos con «Mochita», una ballena emblemática para quienes integramos el Instituto de Conservación de Ballenas. Fue una de las primeras ballenas identificadas y estudiadas por el Dr Mariano Sironi cuando realizaba sus estudios doctorales a fines de los años 90. Mochita es un símbolo de supervivencia, porque a pesar del corte en su aleta caudal pudo navegar las aguas del Atlántico Sur y convertirse en madre muy joven. Es una gran alegría para todo nuestro equipo y para la gran «familia de adoptantes de ballenas» volver a tener noticias de ella y compartir esta emoción con ustedes.
Una ballena de 25 años
«Mochita» fue identificada por primera vez en 1999, año de su nacimiento, durante un relevamiento aéreo cuando nadaba, en aguas del Golfo Nuevo, junto a su madre, la ballena número 1398 del catálogo de ballenas francas foto identificadas en Península Valdés. Al año siguiente, ambas fueron registradas por el Dr. Mariano Sironi en el Golfo San José y a las pocas semanas, Mochita ya destetada inició su vida como juvenil independiente. Fue Mariano quien la nombró así por faltarle la punta derecha de su aleta caudal. Si bien no pudo determinarse fehacientemente la causa, podría deberse a un ataque de orcas o a un desafortunado encuentro con la hélice de una embarcación. Durante varios meses, él pudo monitorearla desde los acantilados cercanos a la Estación de Investigación del Golfo San José y estudiarla como parte de su tesis doctoral sobre el comportamiento y desarrollo social de las ballenas juveniles
A través de los relevamientos aéreos de Foto identificación, en 2006 la registramos cuando tenía 7 años de edad con su primera cría. Debido a la notoria mancha blanca en su cola, la llamamos «Medialuna«. Luego Mochita fue observada en 2009 junto a su segunda cría, y ahora en 2024 regresa con una nueva cría a Península Valdés.
Relato del encuentro
El 30 de octubre de este año, los investigadores del ICB Nicolás Lewin y Camila Muñoz Moreda realizaban relevamientos fotográficos para el proyecto “Midiendo Ballenas” en aguas cercanas a las playas del Doradillo en Puerto Madryn, cuando captaron a través del drone una ballena que les llamó la atención: le faltaba una parte del lóbulo derecho de su aleta caudal y su lomo tenía manchas de pigmentación grisácea. Ambos conocían la historia de «Mochita» a través de Mariano, casi una leyenda de los mares australes, famosa por estos rasgos únicos y por ser parte del Programa de Adopción.
Nicolás y Camila relatan de esta manera cómo fue identificarla:
“¿Podría ser ella? Queríamos creerlo, pero temíamos ilusionarnos en vano. Al caer la tarde, regresamos y pedimos al equipo todas las imágenes de los registros fotográficos anteriores de Mochita. Al compararlas con las imágenes de ese día, se nos detuvo el corazón. Era ella. Habíamos estado junto a Mochita, esa leyenda viviente. La alegría que sentimos fue indescriptible, como una explosión de gratitud y admiración que nos llenó el alma. Y ahora, compartimos esta historia con todos aquellos cuyas vidas también han sido tocadas por Mochita, porque su presencia no solo habita el mar, sino también los corazones de quienes la han conocido y adoptado“.
Avistarla nuevamente en Península Valdés, acompañada de una nueva cría, es símbolo de esperanza y resiliencia. A pesar de su lesión de origen desconocido pudo crecer sana y convertirse en madre, teniendo al menos tres crías conocidas.
Al conocer la noticia Mariano expresó emocionado:
“Mientras escribo estas palabras, sabemos que Mochita nada hoy junto a su ballenato en aguas del Golfo Nuevo. De sólo pensar que regresó al área para traer una nueva cría, siento una mezcla de alegría, esperanza y emoción, como en el abrazo después de mucho tiempo con una vieja amiga. Es que pasaron 15 años desde el último registro en 2009. ¡Mi corazón ya estaba necesitando este reencuentro!”
Mochita, una ballena sin igual
«Mochita» es la ballena más adoptada del Programa de Adopción Ballena Franca Austral del ICB, con cientos de madrinas y padrinos que se identifican y conmueven con su historia. Entre sus adoptantes están, por ejemplo, Caminando por el Globo.
En el año 2000, como parte de su estudio doctoral, Mariano pudo registrar detalladamente el comportamiento de Mochita en un momento muy especial de su vida: el destete. La transición hacia la vida adulta es un período de cambios críticos para el desarrollo de muchos mamíferos. Las observaciones repetidas del comportamiento de ballenas conocidas permiten entender cómo se producen esos cambios y qué es lo que los individuos juveniles necesitan aprender para transformarse en adultos exitosos.
En casi todas las observaciones realizadas, «Mochita» demostró ser una ballena muy sociable. En particular, parecía disfrutar de la compañía de otras hembras de su misma edad, como «Rombita» y «Hueso» (quien también integra el Programa de Adopción). Frecuentemente se desplazaban juntas a lo largo de la bahía, persiguiéndose en círculos como si jugaran en un carrusel, empujándose y abrazándose unas a otras con sus aletas. Es posible que desde la etapa juvenil las ballenas francas formen lazos de unión con otras de su misma edad que quizás se mantengan durante toda su vida.
Ximena Taboada, coordinadora del Programa de Adopción comparte la relevancia de este encuentro:
“Cuando me pidieron los registros previos de Mochita…. mi corazón se paralizó. Imaginar que luego de 15 años podríamos tener un nuevo encuentro con ella… Cuando recibí la confirmación fue un sueño que se convirtió en realidad. Salté, grité y agradecí ser parte de éste maravilloso proyecto que nos une en un abrazo de felicidad con los adoptantes, el equipo y las ballenas”.
Este nuevo registro genera información relevante sobre los cambios que las ballenas experimentan durante las distintas fases de su ciclo reproductivo.
Se puede observar a Mochita, con una delgadez notoria, mientras que su cría está gorda y con su patrón de Callosidades ya desarrollado.
La imagen revela que, durante las últimas semanas, «Mochita» ha transferido toneladas de su grasa en forma de leche hacia su ballenato. Mientras éste crece día a día, su madre se vuelve más flaca, una señal de que muy pronto iniciará su migración hacia las zonas de alimentación del Atlántico sur para alimentarse durante el verano y recuperar sus reservas de grasa.
También se puede observar que ambas ballenas no tienen heridas y casi no tienen lesiones producidas por los ataques de gaviotas cocineras. Esto sugiere que tal vez Mochita y su cría tienen estrategias efectivas para evitar estos ataques, que son muy frecuentes en Península Valdés.
Hoy, Mochita vuelve a Península Valdés con 25 años de edad y como madre de una nueva cría. Este nuevo registro pone en relevancia el valor que los estudios científicos a largo plazo tienen para aprender más sobre la biología de las ballenas.
Cada nuevo registro fotográfico de una ballena conocida revela información importante, ya que nos dice dónde y cuándo se reprodujo, nos muestra en qué estado de salud se encuentran ella y su cría, y reafirma que la fidelidad a los sitios de reproducción es marcada en estas ballenas y, por lo tanto, que la protección de su hábitat es fundamental para su bienestar y para la conservación de la población.
Mariano concluye:
“Este caso en particular nos recuerda que quienes trabajamos haciendo ciencia aplicada a la conservación de las ballenas y del mar, nos emocionamos profundamente cuando reencontramos ballenas que conocemos y que de algún modo forman parte de nuestras vidas. Cuando supimos de este reavistaje, tuvimos una reunión de equipo especialmente para compartir la gran noticia, recordar anécdotas y la alegría por este reencuentro con Mochita. Su ballenidad nos conecta desde los sentimientos y desde lo emocional, desde la empatía entre personas y entre especies. Creo que, en definitiva, estos sentimientos y estas conexiones con animales especiales serán lo que nos ayude a salvar el mundo natural“.
Fuente: ICB