Un trabajo desarrollado a nivel internacional del que participó la EEA Santa Cruz demostró que los pastizales y arbustales son muy vulnerables a la sequía extrema, lo que sugiere que los impactos globales de las sequías han sido subestimados. Estos hallazgos tienen implicaciones importantes para la gestión de ecosistemas en un mundo en el que las sequías extremas están en aumento debido al cambio climático.
La frecuencia y severidad de las sequías de corta duración (las que se extienden por un plazo menor a un año) están en aumento debido al cambio climático, y este fenómeno tiene consecuencias significativas en los ecosistemas globales, particularmente en pastizales y arbustales. Estos ecosistemas, que almacenan una parte sustancial del carbono terrestre y contribuyen al ciclo global del carbono, son particularmente vulnerables a los efectos de las sequías extremas.
Uno de los responsables de la investigación es el Dr. Pablo Peri, del grupo Forestal Agrícola y Manejo del Agua (FAMA) del INTA Santa Cruz, quien destacó que “el trabajo es relevante para los productores ya que conociendo el impacto de los eventos de sequías sobre la producción de los pastizales permite diseñar acciones de adaptación al cambio climático”.
“Además, la incorporación del Campo Experimental Potrok Aike de la EEA Santa Cruz a una red internacional, nos permite profundizar la magnitud y causales de la respuesta de los ecosistemas terrestres a las sequías extremas”, agregó.
Los pastizales y arbustales se caracterizan por una alta variabilidad y frecuentes déficits de precipitación y, por lo tanto, se espera que sean los más vulnerables al cambio climático. Además, los pastizales y matorrales almacenan más del 30% de las reservas mundiales de carbono y contribuyen significativamente a la variabilidad de los sumideros de carbono terrestres mundiales y de las concentraciones atmosféricas de CO 2 . Por lo tanto, se puede esperar que los ecosistemas de pastizales y arbustales causen una mayor variación en el ciclo global del carbono con sequías cada vez más intensas en el futuro.
Sin embargo, la comprensión de cómo las sequías extremas afectan estos ecosistemas ha sido limitada debido a la variabilidad en la intensidad y duración de las sequías estudiadas, así como a las diferencias entre los ecosistemas en términos de vegetación y atributos climáticos y edáficos. Para abordar esta brecha de conocimiento, se ha desarrollado un trabajo a nivel global llevado a cabo por la Red Drought-Net, una red global de investigadores comprometidos a comprender cómo responden los ecosistemas terrestres a la sequía extrema. Desde el INTA se participa con el sitio en el Campo Experimental de Potrok Aike perteneciente a la EEA Santa Cruz.
El trabajo de investigación, que se realizó en cien sitios en seis continentes, incluyó la imposición de sequías extremas utilizando infraestructura específica. En cada sitio, el nivel de sequía extrema se impuso utilizando infraestructura con techos parcialmente cubiertos con tiras transparentes. La cantidad total de la reducción de precipitaciones se cuantificó sobre los registros de largo plazo de precipitaciones desde 1896 de Río Gallegos (cercano al lugar de estudio). Las precipitaciones medias anuales históricas registradas en el área de estudio permitieron estimar que aproximadamente el 54% de las lluvias deberían ser interceptadas, dado que este valor simula una sequía extrema, equivalente a la lluvia que ocurre en 1 a 10 años en una serie de 100 años.
Los resultados
El trabajo de investigación demostró que la pérdida de la producción primaria neta aérea se redujo en promedio en un 35% en todos los sitios, con una disminución aún mayor en sitios que experimentaron sequías estadísticamente extremas.
Además, se encontró que los sitios más secos y menos diversos son los más vulnerables a la sequía extrema, lo que sugiere que los impactos globales de las sequías han sido subestimados. Los resultados confirmaron la hipótesis de la “textura inversa del suelo” que propone que las plantas que crecen en suelos de textura gruesa (arenosos) deberían experimentar menos estrés hídrico que las plantas que crecen en suelos de textura fina en
ecosistemas relativamente áridos, con el patrón opuesto para los ecosistemas con mayor precipitación. Además de los factores abióticos enumerados anteriormente, se ha demostrado que la riqueza de especies de plantas influye en la magnitud de la respuesta del ecosistema a la sequía, siendo las comunidades más ricas en especies más resistentes a la sequía que las comunidades con menor riqueza de especies.
Estos hallazgos tienen implicaciones importantes para la gestión de ecosistemas en un mundo en el que las sequías extremas están en aumento debido al cambio climático.
Este estudio, publicado en la revista PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences), destaca la urgencia de abordar los efectos de las sequías extremas en los pastizales y arbustales y subraya la necesidad de políticas y acciones que mitiguen los impactos del cambio climático en estos ecosistemas críticos.
Fuente: INTA Santa Cruz