Tierra del Fuego, tanto en el sur como el norte, se destaca por sus paisajes: cordillera, nieve y bosques frondosos en el sur; pampa castigadas por el sol y el viento, cielos inmensos y mares hipnóticos en la región norte. Como si quisieran contrarrestar la hermosa naturaleza de nuestras tierras, durante años, diversos personajes se han dedicado a colocar monumentos, monolitos y homenajes que impactan, pero no por su belleza.

En esta oportunidad haremos un pequeño recorrido por algunas de estas cosas de piedra que “adornan” Río Grande.

Comencemos por el Paseo de los novios: de entrada el nombre ya molesta un poco. Si bien Río Grande es una ciudad que, por las inclemencias del tiempo o la pereza de los ciudadanos, en general se camina poco, creo que hasta el más radical de los sedentarios estaría de acuerdo en afirmar que cinco escalones no son un paseo. Está ubicado a unos metros del registro civil, con la finalidad de servir de marco para fotografiar a los nuevos matrimonios. ¿Tendrá alguna relación con el alto índice de divorcios de la ciudad?

Yendo hacia la costa nos encontramos con un monumento en donde vemos a una especie de mujer que está por recibir una flor de un niño con aspecto de escolar. Me dicen que es un homenaje a las maestras. Evidentemente el creador de esta obra no tuvo un paso feliz por el colegio. Con una gran mano desproporcionada extendida –quizás como metáfora de que el maestro debe saber dar o recibir o golpear duro a sus molestos educandos–, la maestra presenta algo muy extraño en la cabeza: un corte de pelo tipo cuba o un gorro de mapache al mejor estilo Daniel Boom. Esta discusión se viene dando desde hace años en el seno de las familias riograndenses, sin poder arribar a una solución que deje a todos contentos. Creo que la clave es pensar que la estatua quizás sea homenaje a las maestras de los 80’s, década donde, como todos sabemos, los coiffeurs abusaron de batidos y tijeras.

Seguimos por El Cano con dirección a Belgrano y, frente al hospital, aparece el monumento a la enfermera. Con ropas que podrían ser de un comisario de abordo, su pelo no nos impacta tanto porque el de la maestra ya colmó nuestro espanto (sospecho que, por el parecido, estas estatuas son hermanas o primas). No ocurre lo mismo con sus ojos, donde se puede leer una vida de abusos farmacológicos.

Volvemos a bajar y corremos paralelos al mar, pasamos el barrio profesional y en la frontera de Chacra II y la ruta, vemos una plaza, y en esa plaza, una mano blanca y extraña, con dedos tubulares muy largos, que sostiene una máquina de fotos. Este monumento está dedicado a la memoria del fotógrafo José Luis Cabezas, asesinado a fines de los 90’s. Aunque se comprende lo que quiso ser representado, su ejecución deja bastante que desear en cuanto a lo artístico.

Continuamos por la ruta con dirección norte y llegamos al Cristo. Sobre una cruz de unos 20 metros de alto, un Jesús de madera de lenga cuelga crucificado. Leo en una publicación que un escultor chileno, con el espíritu de unir todas las provincias de Argentina poniendo un cristo en cada una, fue el culpable.

Dejemos atrás a la religión y crucemos Chacra II hasta llegar a San Martín. ¿Qué es eso de piedra gris que sostiene un arco? Mal proporcionado y sin ningún parecido a la fisonomía de los nativos de esta tierra, nos mira erecto ese ser de rasgos extraterrestres. Pienso en el Monumento del Cazador Selknam de Porvenir, y me dan ganas de llorar.

¿Algún monumento se salva en esta ciudad? ¿Y nuestro ciudadano más ilustre y querido, el cura gaucho José Zink? Digamos que es un empate: su estatua de la playa, la que se apoya contra los caños de la costanera, es bastante aceptable, pero la que está al final de la Avenida San Martín, no. Víctima de la delincuencia más rastrera, al popular sacerdote le destruyeron los lentes y le robaron la bombilla del mate, dejándolo con el brazo levantado como a punto de empinarse una eterna ginebra. Seamos justos: las vestimentas del cura son correctas. ¿Pero qué me dicen del cuerpo? Pienso cómo definirlo para aquel que nunca vio dicha efigie y me viene a la mente la imagen de un playmobil patovica.

Después de este recorrido, el turista estéticamente sensible armó las valijas y decidió escapar de la ciudad, tomando la ruta 3 rumbo a Ushuaia, para encontrarse de golpe y sin anestesia con La trucha. Al pie del inmenso pescado, se lee la frase “Río Grande T.del Fuego / Capital internacional de la trucha”. Junto con la Misión Salesiana y la vieja torre de agua, la trucha es una de las postales clásicas que representan a la ciudad. ¿El municipio no tenía dinero para escribir la palabra “tierra” completa? Veo al salmónido de piedra y la verdad que no sé si me gusta o estoy acostumbrado. Madryn tiene la ballena, Ushuaia el pingüino, y a nosotros nos tocó este pez voraz, sembrado por un inglés, que aniquiló al resto de los peces que habitaban esas aguas antes de su llegada.

Sería interesante investigar el origen de cada de una de estas obras; qué costo tuvieron para la ciudad; qué eventos vivieron y cómo una persona puede llegar a odiar tanto al arte; qué parentesco de sangre o afinidad o atracción sexual une a los funcionarios que las pagaron con los creadores; qué relación hay entre estas obras y posibles operaciones de lavado de dinero; quién está detrás de este evidente plan siniestro urgido para matar la sensibilidad del riograndense. Por supuesto, esto excede la intención de esta humilde nota.

 

Fede Rodríguez

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