El lunes 9 de diciembre de 2019 se inauguró el remodelado estudio de AM de LRA24 Radio Nacional Río Grande. La ocasión se aprovechó para homenajear a don Mingo Gutiérrez: periodista, profesor, historiador e investigador de los fueguinismos más diversos.
Durante el recorrido por el edificio de la emblemática emisora puede uno encontrarse con que el estudio de FM también tiene nombre y foto. Una imagen en blanco y negro se despega de la pared y avanza sobre los micrófonos como si nunca se hubiese despedido de ellos. “Noemí Raquel Villarreal”, dice la placa. ¿Quién es la dueña de ese nombre?
Es el propio Mingo el que hace el primer acercamiento y recuerda que se conocieron durante unas vacaciones “de estudiantes” tal como las define. Noemí -o Chachi como le decían todos los que la conocían- ya tenía pensado emigrar hacia la ciudad de Bahía Blanca para seguir una carrera superior. Algo que luego, por diferentes circunstancias de una vida llena de cosas, quedó a medio camino.
“Ya vino de Ushuaia como Chachi”, reflexiona Gutiérrez tratando de encontrarle significado al apodo, e intuye que quizás pueda ser un derivado de “Cuchi”, tal como le decían a su padre, Elpidio Villarreal.
“Recuerdo que se vestía con esmero, que se maquillaba, parecía más grande de lo que decía su estatura”, repasa Mingo. Chachi era una voz nueva que se escuchaba en el canal y desembarcó en la radio local de la mano de Norberto Coll y Juan Carlos Soldo, quienes comenzaron a hacer un programa los sábados a la mañana y la convocaron como locutora.
Cuando en 1980, LRA24 empezó a transmitir a través de Frecuencia Modulada en el 88.1 del dial, allí estaba ella. “Pero el enorme transmisor vibraba y metía un zumbido desagradable, así que Chachi grababa previamente la locución y Rivarola -el operador- iba armando la secuencia” que luego saldría al aire.
Quiero que no desesperes la belleza de la noche
Y estos tus amigos de la radio,
Con canciones te dirán, (que ya pronto volverá)
Es tu buena compañera, la radio.
Dyango le cantó a la radio y la radio enamoró a Chachi. Ambos amores se fundían cuando, haciéndose dueña de un lugar que no le correspondía, entraba a la discoteca de Radio Nacional, buscaba su disco preferido del cantante español y lo ponía a sonar ante la mirada atónita de sus compañeros, responsables del área.
“Era fanática, Pisto Arriagada se enojaba porque ella no era del sector y no le gustaba que quedaran los discos desordenados, pero no hablaba hasta no poner a Dyango”, cuenta Caty Fava que, con los años, se convirtió en íntima amiga de Villarreal.
Como quien se traslada en el tiempo sin ningún esfuerzo, Caty relata los años que compartió con ella. La inauguración del estudio de FM y la predilección de Chachi por la poesía. “Le encantaba, leía muchísimo”, tanto que terminó volcando todo ese conocimiento en su propio programa, donde recitaba sus escritos predilectos y los acompañaba con música concienzudamente elegida.
“Ruda por fuera, pero un dulce de leche por dentro”, describe la amiga que no solo compartió años de radio sino su vocación docente.
De la mano de Noemí Raquel Villarreal vería la luz en las frías tierras australes la ATEF (Asociación de Trabajadores de la Educación Fueguina) que a su vez serviría de impulso para el nacimiento de AMU (Asociación de Maestros de Ushuaia), ambas predecesoras del actual Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación Fueguina (SUTEF).
Como no se conformaba con ser locutora, maestra y madre, Chachi tuvo una activa vida militante y sindical. “Hicimos la primera huelga del Territorio”, dice con un poco de orgullo Nélida Juich, docente jubilada y amiga inseparable. “Su vida era escuela, gremio y familia”, resume.
El grupo de amigas tenía un ritual que nunca interrumpía: leer el libro de Linda Goodman llamado Los signos y el carácter. Descubrir lo que las páginas de la astróloga tenían para decir de cada una, provocaba sorpresas y risas interminables. “Todas creíamos en el amor”, simplifica Nélida.
Todavía no digiero
la muerte del Che,
del Chicho Allende,
de Jesucristo,
de Facón Grande
(entrerriano como mi padre
pescador de silencios),
del Chino Mora
y tantas Silvias,
de Ricardo Prada Villa,
de mi abuelo Bertotti
(camionero de cielos),
de la Chachi Villarreal,
justo el día
de mi cumpleaños
El reconocido poeta local Julio “Mochi” Leite le reclamó a modo de homenaje que haya tenido la osadía de morirse justo el día de su cumpleaños. Tal vez, para los que creen en una vida en otro plano, ahora hayan podido aclarar los tantos.
Pero no son los únicos versos que le regalaron a Chachi “le escribí una canción pero nunca la pude cantar”, admite Leda Soto, quien con su voz ha llenado los hogares riograndenses por más de 30 años. La locutora y cantautora reconoce que el recuerdo de su amiga la emociona demasiado y, entonces, no logró entonar jamás el poema que le dedicó.
Se quedó sin palabras
y también sin inviernos
recibiendo esperanzas como de cristal
perturbada en sus sueños
como las gaviotas
confundió la espuma
con tranquilidad.
Mariposa de marzo
dibujaba ternura
modelando palomas
de la libertad
descubriendo sus miedos
sombras extranjeras
cargando en su vida
la tierra azul.
“La admiraba, quería ser como ella”, afirma Leda tras revelar que es “una docente frustrada”. Y repasa, como si la tuviera frente a sus ojos, las jornadas enteras que Chachi destinaba a cortar, pegar y armar regalos para sus alumnos. “La he visto invertir el sueldo de la radio para hacer cosas para los chicos”.
Caty, Nélida y Leda recuerdan con simpatía que todas fueron precursoras en un evento revolucionario para la época. “Hacíamos la logística, la transmisión y hasta corrimos”, describe Soto sobre Mujeres Fueguinas, una competencia automovilística protagonizada exclusivamente por el género femenino.
“Corrimos en un Fitito. Chachi manejaba y yo iba de acompañante. Si no me falla la memoria, al auto lo preparó su hermano Tito”, dice Leda entre risas. Revivir las aventuras con su amiga le ilumina el rostro con naturalidad.
Chachi tuvo una vida corta, pero apenas 32 años le alcanzaron para dejar una huella imborrable en el aire y en las personas. En la escuela, en la radio, en la política, en el sindicato, en el autódromo y en cada espacio en el que se movió. No hay quien repase sus andanzas sin esbozar una sonrisa. Se fue en 1990, pero nunca se apagó. Como la radio.
Su amigas, sus compañeras y hasta Mingo Gutiérrez abrevian la vida de Chachi de la misma manera “su gran amor fue José Luis”, su hijo, que casi no tuvo tiempo de ser hijo, pero que cuenta con orgullo -todas las veces que puede- que el nombre de su madre bautiza el estudio de FM de LRA24, Radio Nacional Río Grande.
María Fernanda Rossi
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