El INTA Saénz Peña, Chaco, cumple 100 años y entre sus logros se destaca el trabajo en el mejoramiento genético y protección vegetal de este cultivo identitario de la región noreste. Fruto de varias líneas de investigación, el INTA cuenta con más de 800 materiales coleccionados en el Banco de germoplasma y cerca de 30 variedades inscriptas. La genética nacional, un logro de exportación.
“Nuestras variedades son un sello distintivo”. Así lo aseguró Mauricio Tcach –fitomejorador de algodón del INTA Sáenz Peña, Chaco– quien destacó la trayectoria de la experimental que cumple 100 años. “El Banco de germoplasma del INTA Sáenz Peña cuenta con más de 800 materiales coleccionados y más de 28 variedades inscriptas”, señaló orgulloso.
De acuerdo con Diana Piedra, directora del centro regional Chaco-Formosa del INTA, “la generación de tecnología para la cadena del algodón en el INTA, con materiales mejorados, nos permite mantener un permanente intercambio con los referentes de la cadena algodonera a nivel nacional en un ejercicio constante de escucha respecto a las demandas del sector”.
En esta línea, celebró la “constante búsqueda de materiales mejorados de manera tal de permitir mayores rindes, mejor calidad, mayor adaptación a nuevos sistemas de cosecha, una mayor facilidad en las operaciones que el productor realiza día a día en su campo, tratando de facilitar su vida en términos generales”.
Y no dudó en señalar que “este esquema representa lo que el INTA está llamado a hacer en cada uno de los territorios de las distintas regiones, fundamentalmente del interior: a partir de la identificación y priorización de demandas concretas por parte de productores y el resto de los actores del sector agropecuario, tratar de generar con los recursos disponibles la mejor oferta tecnológica que permita transitar permanentemente el camino de la innovación”.
Por su parte, Tcach dio un paso más y se refirió a la vasta trayectoria del INTA: “A lo largo de la historia, el INTA tuvo un rol fundamental en el mejoramiento genético y varietal del algodón argentino” con grandes aportes en el acompañamiento a la siembra directa y a la mecanización del cultivo. Porque, según explicó, al producir variedades más compactas se adaptaban mejor a la mecanización del cultivo.
Además, ponderó el aporte institucional en materia de resistencia a bacteriosis y a enfermedad azul, dos enfermedades de incidencia económica, la mejora en la calidad de la fibra y en los parámetros de productividad fundamentalmente. “El INTA logró grandes mejoras en el germoplasma en combinación con la adaptación a las latitudes de crecimiento, las latitudes en que estamos hoy produciendo en la Argentina”, aseguró Tcach.
La larga trayectoria del organismo en el mejoramiento del algodón, un cultivo identitario de la región noreste de la Argentina se remonta a fines de la década de 1920, cuando en nuestro país se cultivaba un germoplasma conocido como ´tipo Chaco´. Proveniente de cruzamientos naturales y mezclas mecánicas de variedades introducidas desde Estados Unidos, este material era de ciclo largo, baja calidad de fibra y muy heterogéneo.
Posteriormente, estas variedades fueron reemplazadas por selecciones locales denominadas tipo Chaco. En 1923 se inician tareas de investigación y selección de poblaciones mejoradas.
En 1960, poco después de la creación del INTA, nació ‘SP Toba INTA’, la primera variedad de algodón obtenida a partir de cruzamientos controlados entre variedades norteamericanas y posterior selección.
“Un aspecto destacado en el desarrollo de variedades en la Argentina fue la introducción de germoplasma proveniente de Costa de Marfil, obtenido bajo la conducción del Cirad ex IRCT de Francia”, recordó Tcach. Este nuevo germoplasma estaba principalmente integrado por variedades denominadas Rebas con resistencia a bacteriosis.
“Su incorporación a los programas de cruzamiento, no sólo permitió la obtención de variedades resistentes a bacteriosis, sino también a enfermedad azul”, agregó, al tiempo que reconoció que para la década del 70 ya se obtenían variedades con excelente calidad de fibra y elevado potencial de producción.
Un siglo de logros genéticos
Desde hace 100 años, el INTA Sáenz Peña –Chaco– trabaja en el mejoramiento genético del algodón para dar respuesta a las demandas de este sector productivo. Durante estos años se obtuvieron más de 28 variedades inscriptas de gran aceptación por los productores algodoneros.
En la actualidad, las variedades más utilizadas son Guazuncho 4 INTA BGRR, Guaraní INTA BGRR y Porá 3 INTA BGRR. “Los productores están satisfechos con sus características. Esto tiene que ver con que se destacan por ser de ciclo más corto con un mayor potencial de rendimiento, porcentaje de fibra que van entre 38 y 40 %, con una calidad acorde a las demandas del mercado nacional e internacional y una excelente sanidad”, señaló Tcach.
Estos tres cultivares, además, se exportan a Paraguay, comercializados por Gensus SA., y con potencial de sumar los mercados de Brasil, España y Colombia.
Otro logro reciente es la obtención de la variedad SP21, un cultivar único en la Argentina que se destaca por el potencial económico y comercial de sus fibras finas y resistentes, cuyo largo supera los 32 milímetros, posicionándose así como la primera variedad con fibras extra largas de la Argentina. Un factor clave que permitirá sustituir importaciones, disminuir costos y producir prendas de calidad con potencial de exportación.
Como si todo esto fuera poco, este año del centenario de la EEA INTA Sáenz Peña, el equipo de Mejoramiento Genético, Protección Vegetal y Calidad de Fibra presenta las nuevas variedades con tolerancia a Imidazolinonas.
“Esta tecnología genera importantes beneficios, ya que estos herbicidas ejercen un buen control de gramíneas y de malezas de hoja ancha, al tiempo que apuntan a un control de malezas de semilla, aunque también se los puede utilizar sobre malezas pequeñas con buenos resultados”, explicó María Alejandra Simonella, investigadora del INTA Sáenz Peña, Chaco.
Se trata de una alternativa muy interesante para la rotación de productos que permitirá que el algodón se pueda integrar a la rotación de otros cultivos tolerantes como sorgo, maíz y soja. También se podrá utilizar en los barbechos, asegurando bajar costos y llegar con el lote libre de malezas al momento de la siembra. Una tecnología fundamental, de fácil integración a las que ya están en el medio, con la bondad de contribuir a un mejor Manejo Integral de Malezas (MIM).
Fuente: INTA