Docentes que participaron en charlas del Programa Patagonia transmiten a los más pequeños la importancia de conservar al macá tobiano, especie endémica y en peligro crítico de extinción.

En el Jardín de Infantes N° 59 de Las Heras, la curiosidad y el asombro se mezclaron con las ganas de cuidar la naturaleza. Fue ahí donde los más pequeños —de apenas 4 a 6 años— escucharon por primera vez la historia del Macá tobiano, nuestro Patrimonio Provincial que solo habita en la Patagonia Austral y que está en peligro crítico de extinción.

Lo más interesante de este encuentro es cómo surgió. Pablo Hernández, integrante del Programa Patagonia, llegó al jardín gracias a la iniciativa de una docente que, el año pasado, había participado de la especialización en educación ambiental que impulsó el gobierno anterior. Fue durante esas charlas, en las que Pablo habló sobre la conservación del macá y la biodiversidad, que la semilla de la curiosidad germinó.


“Lo bueno de esto es que fue un contacto que surgió a partir del interés de una seño que participó de la especialización. Se dio cuenta de que había mucho para trabajar sobre la fauna y el ambiente de nuestra provincia”, cuenta Pablo. “Ella no trabaja en el turno de la mañana, pero igual buscó mi contacto y armamos todo para que pudiera ir a compartirlo con los chicos.”

Semillas que germinan

Pablo cuenta que el desafío fue grande: “Siempre doy charlas para adultos o jóvenes, pero esta vez los oyentes eran muy chiquitos. Fue un ejercicio hermoso y diferente”. Para acompañar la charla, llevó imágenes y caricaturas de los macáes, que ayudaron a que los niños pudieran imaginarse mejor a estas aves que viven en las lagunas de altura.

En la Sala Naranja, donde los chicos ya venían trabajando el tema, la curiosidad explotó. “Querían ser guardaparques y salir a buscar visones con un palo”, recuerda Pablo entre risas. “Fue muy divertido. Habían hecho maquetas, dibujos y tenían bastante claro cuáles son los problemas que enfrenta el macá. Me contaron lo que sabían y yo les sumé más información sobre la reproducción en cautiverio y los avances que logramos este año con los primeros pichones nacidos en cautiverio”


Una puerta abierta para seguir aprendiendo

El encuentro no terminó en la charla. Para Pablo, lo más importante es que quedó un vínculo con la escuela y la idea de que esta experiencia sea solo el comienzo. “La idea es que esto se multiplique: capacitar a más docentes, darles herramientas para que puedan bajar estos temas a los chicos desde sus aulas y, sobre todo, que los más pequeños crezcan sabiendo que hay cosas que se pueden hacer para proteger lo que es nuestro”, dice.

Y es que de eso se trata, de que la historia del Macá tobiano encuentre nuevas voces y oídos atentos. Porque la educación ambiental, cuando nace desde la curiosidad y el compromiso, siembra futuro. Y porque, como bien dice Pablo, “la semilla que se plantó con la especialización sigue dando frutos, aunque pasen los años”.

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