El suelo de la estepa patagónica representa una gran reserva de agua que se pierde por diversas vías. Una buena cobertura vegetal disminuye la evaporación producto de los vientos y los rayos del sol. Estos ambientes están regulados por los aportes de agua que son poco frecuentes, discretos y difíciles de predeterminar.
Para enriquecerse, los suelos necesitan de las plantas y sus ciclos de descomposición. La estepa patagónica es una bioregión árida o semiárida según las zonas, donde los organismos vegetales deben desarrollar adecuados mecanismos de adaptación para sobrevivir en un clima hostil. Esto representa un gran desafío para que la vegetación pueda ajustar su reproducción y crecimiento al ambiente en el que viven. (1)

En Argentina, más de la mitad del país se encuentra en sequía y 2022 se contó entre los 18 años más secos desde 1961. Los índices de humedad del suelo evidencian una importante proporción del país donde los almacenajes son ínfimos y no alcanzan a cubrir los requerimientos de pastizales y cultivos(2). En Santa Cruz este fenómeno es considerado aún moderado pero las consecuencias pueden ser observadas en el entorno local a simple vista.
Las lagunas, humedales fundamentales del ambiente local, han disminuido severamente su caudal histórico. Es el caso –por ejemplo- de la RNU Laguna Ortiz, donde el Municipio de Río Gallegos a través de la Agencia Ambiental, Autoridad de Aplicación del Sistema de R.N.U., tomó la decisión de hacer un aporte hídrico al espejo dos de esta reserva por la afectación directa que sufren los vecinos, ya que el viento genera una cortina de polvo y tierra producto del voladero del sustrato de este espejo de agua.
(1) “Patagonia. Las Leyes de la Estepa”. Santiago G. de la Vega. Silvestre Ediciones. 2010.
(2) “Informe de sequía – Noviembre 2022”. Dirección Nacional de Riesgo y
Emergencia Agropecuaria. Ministerio de Economía de la Nación.

Fuente: Asociación Ambiente Sur