Bueno, se va a alargar. Lo preveíamos, ¿no es verdad? Creo que es importante reforzar de todas las formas que si ahora estamos así, sin nada estallado, es por el enorme esfuerzo que cada uno de nosotros desde su lugar está haciendo. Si no perdemos de vista el sentido del sacrificio, si seguimos actuando con responsabilidad solidaria, tal vez salgamos bien librados de esta.

Y tenemos que entender, los que tenemos un salario, y caminamos por las paredes por las clases virtuales, o por no poder salir, que hay compatriotas que dependen de poder abrir o no su negocio, de su changa, de trabajos eventuales y precarios, que están y estarán mucho peor que nosotros. Y que gente que hacía tareas que infravalorábamos o que ni siquiera veíamos hoy son más importantes que cualquier personaje de esos con los que nos machacaban en la escuela.

Eso no quiere decir que no nos entristezcamos, o que nos agarre, cada tanto, una angustia profunda. Pero significa poner en perspectiva nuestras sensaciones individuales. El privilegio de ser menos egoísta y, en el mismo ejercicio, no sentirse solo.

No es resignarse, es saber que estamos espalda contra espalda. Sobre todo, porque la experiencia (porque ya tenemos experiencia) indica que los anuncios siempre han sido dosificados. Que probablemente el aislamiento lleve más tiempo, y que, definitivamente, saldremos de esta más empobrecidos, más desiguales, más cansados y probablemente teniendo que hacer mayores esfuerzos para ser entusiastas. Pero fortalecidos, porque la pandemia ha agudizado las contradicciones, pero también, la sensación de que hay un espacio abierto para imaginar soluciones estratégicas más solidarias y justas. Y que tenemos que hacerlo, porque hay poderes y conflictos que no hacen el aislamiento: el capitalismo dominante y sus actores hegemónicos, por caso.

Que en el transcurso del aislamiento repartamos los esfuerzos como corresponde es un acto de estricta justicia, y lo que la excepcionalidad hoy obliga a hacer, podría, si lo cuidamos, ser de sentido común y elemental después. Volver efectivo y universal aquello de “tener derecho a tener derechos”. ¿No les parece que estamos peleando por eso también, aunque más no sea respetando las restricciones, preocupándonos por los que tenemos cerca, resignando (momentáneamente) una parte de nuestra libertad?

En lo personal, creo que sí. Creo que tendremos que hablar mucho de esto con nuestros hijos, nuestros estudiantes. Ojalá que cuando pase el tiempo y hablemos de este 2020, en el que deberíamos ser capaces de reinstalar la épica de la solidaridad, los sobrevivientes de la pandemia recordemos estos días como aquellos en los que empezamos a dejar atrás la sociedad caníbal y desaforada en la que vivíamos hasta que la Tierra nos recordó algo tan elemental como que somos mortales pero, al mismo tiempo, que somos personas, seres humanos.

Federico Lorenz

Foto de portada de Istock Foto

Deja tu comentario