Así como cada persona tiene su historia individual, única e irrepetible, lo mismo pasa con lo que denominaremos “la banda de sonido de sus vidas”. Esa banda de sonido puede ir variando con las distintas etapas de la vida: la niñez, la adolescencia, la juventud, la adultez, y así hasta llegar al final de sus días.
Esa banda de sonido también va a variar dependiendo del país, la provincia y hasta la ciudad en la que naciste. O si tus padres provenían de una nación diferente a la que creciste. También puede variar dependiendo de cuántos años tengan nuestros progenitores, o si tenemos hermanos mayores, si te criaste con tus abuelos y un millón de otros factores.
“Si yo tengo que pensar en la banda de sonido de mi vida definitivamente se me viene a la cabeza música muy de la época, muy progre. En mi casa se escuchaba Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Violeta Parra y mucho folklore del estilo Voces Blancas, Cuarteto Zupay, Víctor Heredia. De alguna forma, estimo que la música en mi caso tenía cierta relación con la política”, dice Verónica de 45 años.
“La música con la que yo identifico mi infancia y cuando comenzó mi adolescencia es el Rock Nacional, sin lugar a dudas. Redondos a la cabeza, pero la oferta era más amplia: Divididos, Soda, Sumo. La mayoría de las bandas creo que dejaron de existir antes de que yo naciera”, afirma Enrique de 19 años.
Dice Gomar Cisternas en “La Música y su Relación con la Personalidad y la Identificación”: A pesar de que existen muchas formas para expresar identificación psico-sociocultural, la música es la única que nos involucra a todos. Junto con el lenguaje, esta manifestación artística (pues requiere de habilidad) y cultural (pues es parte de nuestra forma de vida) es uno de los únicos mecanismos que, aparte de aparecer sólo en la especie humana, se desarrolla de forma fenotípica, es decir, viene en nuestros genes, se activa con la interacción y se hace notoria concretamente. La música tiene su mayor influencia en la adolescencia, cuando el ser humano busca definir la personalidad que tendrá en su estado adulto.
Debido a esto, el ser humano es, por naturaleza, un ser musical. Y es así como lo plantea el Dr. Stefan Kölsch, neurocientífico del Instituto Max-Planck de Alemania, quien en un estudio junto a su equipo llegó a la conclusión de que el cerebro humano ha desarrollado una gran afinación para recepcionar y producir música, no importando la educación musical del individuo o si a éste le interesa mucho la música.
De este mismo modo, la música refleja la personalidad de la gente de acuerdo a la época en que ésta ha vivido. Por ejemplo, en tiempos prehistóricos, la música tenía un sentido religioso, ya que la vida de la gente se basaba en mitos y leyendas acerca de fenómenos naturales a los cuales el hombre era muy devoto. Más adelante, en los auges de los imperios mesopotámico y babilónico, la música tomó un carácter más placentero debido a que la gente de la época era muy secular, quizás tan secular como la gente actual. Durante el auge de los pueblos griegos y el Imperio Romano, la música se diversificó y tomó varias formas, de las cuales se destacan la música épica y la música de guerra que, nuevamente, reflejan la mentalidad de la gente de ese período. Más tarde, durante el renacimiento, el auge expresivo e intelectual formó la célebre música clásica, que hasta hoy en día prevalece con máximo reconocimiento como el género más culto y armonioso de la música.
Dentro de la vida del individuo, la música tiene su mayor esplendor durante la adolescencia. Independientemente de las razones culturales, es en este período cuando el cuerpo en forma física y psicológica experimenta cambios que tienen como objetivo llegar a una forma adulta definida. De este modo nos podemos dar cuenta de que claramente la música se refleja nuevamente como la principal manifestación de expresión, identificación y personalidad. Se estima que el 72% de las bandas y artistas modernos en los Estados Unidos comenzaron tocando entre los 15 y 20 años y que el 89% de sus fans parten entre los 12 y 18 años de edad (Fed Stats).
De todo esto nos surge otra pregunta. ¿Qué tanto influye determinado tipo de música? Porque, claro está, una cosa es crecer escuchando expresiones de protesta, contestatarias y hasta políticamente incorrectas y otra es que la banda de sonido de tu vida solo tenga que ver con lenguaje soez, denigración de la mujer y escenas de sexo implícito.
La psicóloga mexicana Daniela Muñoz no ha dudado en dejar claro al fin cómo afecta este tipo de canciones a los más pequeños. Ella lo tiene muy claro: es perjudicial para el desarrollo cognitivo de los niños.
Un niño de 5 años no está preparado para entender cierto tipo de frases ni contextos que además afectan de forma negativa a su desarrollo cognitivo. Y es que las canciones hipersexualizadas no están escritas, evidentemente, para un público infantil. Sin embargo, ellos las escuchan a diario, y sí, como tienen ritmo y son fáciles de recordar, las terminan cantando.
Pero… ¿por qué resultan tan dañinas estas canciones para ellos? (No todas, obviamente, no se trata de generalizar). Porque estas canciones necesitan de un desarrollo cognitivo adulto para poder entenderlas, desarrollo que los niños aún no alcanzaron. De hecho, intentar hacer entender a un niño este tipo de canciones, lo único que hace es destrozar su ritmo natural de desarrollo cognitivo.
Según Mc Quail (1996) la audiencia es heterogénea, dispersa, sin organización y manipulable. Algunas de las personas que escuchan géneros musicales que trasmiten este tipo de mensajes no solo lo hacen porque les gusta sino en realidad porque se dejan llevar por la moda que se ha impuesto. Pierden su sentido crítico ya que la sociedad siempre se ha dejado llevar por estereotipos impuestos, son individuos que se dejan llevar en masa ya que son muy influenciables y sólo los ven como consumidores.
La música tiene un gran efecto en nuestras vidas y en la sociedad, es manipulable y produce diferentes consecuencias en cada uno. Los adolescentes tienden a expresarse por medio de sus gustos, identificándose con un artista o una canción, tal vez llegando al punto de usar determinados productos que los cantantes usan, pero esta actitud depende de cada adolescente, si se deja influenciar por las letras o no.
La psicóloga mexicana insiste en que todo tiene una edad. También la música y los mensajes que recibimos a través de ellas. Y la profesional ha marcado el límite: los 12 años. Según Daniela Muñoz, los niños no están preparados para asimilar los mensajes que les llegan a través de estas letras hasta que alcanzan esa edad. Escucharlas con frecuencia antes puede tener estas consecuencias:
- Angustia. La mayoría de canciones de este estilo presentan unos modelos de sociedad inalcanzables. Esto, a la larga, provoca ansiedad y frustración.
- Confusión en su escala de valores. Muchas estas canciones son violentas y sexistas. Los valores que transmiten son totalmente opuestos a los de una sociedad tolerante, igualitaria y respetuosa.
- Hipersexualización. No todas, evidentemente, pero hay que reconocer que en la mayoría de letras del estilo la mujer no es que se encuentre en el mejor lugar. En muchas de estas canciones, se incita a la mujer a hipersexualizarse, y suele ser tratada como un simple objeto de satisfacción de deseo.
- Problemas de autoestima. La confusión de valores crea en los niños problemas de autoestima. No saber cuál es el camino correcto sólo provoca confusión y ansiedad.
- Desarrollo precoz. En la medida en que los niños no están preparados para asimilar este tipo de mensajes, les incitan en cierta manera a ‘correr’, a intentar acelerar su desarrollo para poder comprender estas canciones. Se rompe de esta forma el ritmo natural en su desarrollo cognitivo.*
Esto no quiere decir que cierta música sea mala; el arte es subjetivo y nadie puede asegurar qué música es mejor o peor para el mundo, solo se puede evaluar a nivel individual y parte sencillamente del gusto propio.
Tampoco podemos subirnos a un pedestal y señalar qué música se puede escuchar y cuál debería estar prohibida, no se trata de eso. Una cosa que sí es absolutamente válida es que todos los géneros tienen un público y que cada público debe poder elegir siempre con libertad.
Todo esto no quita que debemos ser responsables a la hora de compartir ciertos contenidos con los menores con los que convivimos. Así como lo hacemos con ciertos programas de televisión o determinadas películas, debemos prestar atención a qué mensajes vamos a exponer a los niños.
*Guía Infantil
María Fernanda Rossi