Las brumas se abrieron para dejar entrever, allá en la distancia, una costa rocosa, con arrecifes. Era las Islas Shetlands, ya conocidas en ese entonces. Por esa razón las dejamos a un lado, buscando siempre las tierras vírgenes del continente ártico. Los icebergs pasaban amenazadores junto a nosotros. Imponentes masas de hielo de hasta 60 metros de altura nos hacían ver más pequeña que nunca a la ¨Bélgica¨ (el barco). De repente las brumas cerraban toda visualidad, dejándonos intranquilos, a la suerte de los peligrosos icebergs.

 

fragmento del testimonio de Max Van RYSSELBERGHE. En 1897 formó parte de una expedición belga a la Antártida. REVISTA IMPACTOS Nro. 89, Febrero de 1997.

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