La escuelita náutica comunitaria de Río Gallegos celebra más de dos décadas de trabajo voluntario y social. Con la bandera argentina como señal en la ría y un fogón siempre encendido, el proyecto que nació para contener a niños y jóvenes hoy es una gran familia que combina deporte, cultura y raíces originarias.

En la ría de Río Gallegos flamea una bandera que desde hace 22 años señala un punto de encuentro. Allí funciona I Yenu Jono, (Mi amigo el mar) la asociación fundada por Marcos Olivadey y José Jaramillo junto a un grupo de amigos, con la idea de acercar el agua, el remo y la vida náutica a los chicos de la ciudad. “Empezamos con nada, con un caño galvanizado, una bandera y un pedazo de cemento” para afirmar que ahí estaban, recuerda José en diálogo con Radio Provincia.


Un espacio abierto y gratuito

La propuesta nació en los años en que la ciudad atravesaba problemas sociales complejos. José recuerda que era una época muy dura para los adolescentes en la ciudad, donde muchos tenían fácil acceso a caer en adicciones, por lo que “armamos talleres de remo, gratuitos, y quedaron tres chicos que fueron los primeros alumnos”, recuerda. Esos jóvenes hoy siguen vinculados a la asociación, que se consolidó como un espacio libre y accesible: los menores de 18 años no pagan, y los adultos solo aportan una cuota simbólica.

Para José, lo más importante no es la cuota, sino la experiencia. “Primero vení, disfrutá, fijate si te sentís cómodo. Esto no es lucrar, es compartir”. La filosofía comunitaria permitió que cientos de chicos se vinculen con la ría, con la fauna y con las aves que habitan el estuario.

Hoy I Yenu Jono combina la práctica náutica con actividades culturales y sociales. Desde regatas familiares hasta jornadas de astroturismo, fogones con miradas de los pueblos originarios sobre el cielo, talleres de juegos alternativos y clases de lengua tehuelche. “Acá los chicos saludan en tehuelche, dicen waienguesh, para decir hola. Está bueno que además de inglés, aprendan que acá había pueblos originarios que hablaban su lengua”.


La sede también recibe a grupos que enseñan percusión, a jóvenes que ensayan con tambores y a quienes buscan un espacio comunitario.

En el 22° aniversario, Jaramillo reconoce a quienes lo inspiraron. “Antes que me recuerden a mí, quiero que recuerden a Marcos Olivadey, que peleó para que hubiera chicos navegando en distintos puntos de Santa Cruz. Él nos marcó el camino”.

Iyenu Jono continúa creciendo con nuevos proyectos y actividades mensuales, siempre con la ría como escenario. “Lo que queremos es que los chicos tengan experiencias que les queden para toda la vida. Que descubran un Maca tobiano o vean el cielo estrellado desde un bote. Eso es de ellos, y nadie se los va a quitar”.

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