El trabajo dignifica, estamos todos de acuerdo. Pero buscar trabajo es una práctica de lo más caótica, desgastante y humillante que existe. Hay que someterse a escrutinios permanentes sobre la capacidad, la preparación, la predisposición, las ganas. Te preguntan cosas vacías, como si sos proactivo o emprendedor.
Uno debe estar siempre predispuesto; en una entrevista jamás podés estar de malhumor, triste, cansado o enojado. No le podés decir a quien te está recibiendo el CV que necesitás trabajar ya, de lo que sea. Siempre hay que parecer interesante, intrigante. Debés hacer un curso de teatro, otro de ventas y uno más de marketing personal para convencer a tu interlocutor de que sos el mejor candidato para el puesto que ofrecen.
En la Argentina actual la desocupación afecta con particular fuerza a los más jóvenes, a tal punto que alrededor de un millón de desocupados son menores de 30 años. En algunas regiones el desempleo juvenil es particularmente más alto. Es el caso del Gran Buenos Aires, que registra un desempleo promedio del 11,8% y que se duplica entre los varones jóvenes (20,5%) y entre las mujeres ( 22,5%).
Se necesita ingenio para armar una hoja de vida que sea igual de atractiva para postularte a un puesto de bachero como a uno de secretario.
Mientras tanto, necesitás ayuda psicológica para cada vez que te dicen cosas como “estás sobrecalificado para este puesto“, como si estar preparado o conocer sobre una cosa en particular fuese un yunque en lugar de un salvavidas.
La gente más joven tiene mayores niveles de desempleo, y al mismo tiempo, menores tasas de empleo e índices más altos de informalidad. Y estos indicadores se renuevan porque todos los años ingresan nuevos jóvenes al mercado de trabajo como demandantes de empleo, tropezando con la falta de oportunidades y la precariedad de los trabajos que logran conseguir una parte de ellos.
Además, hay que preocuparse por la imagen, pero no demasiado. Que el peinado, que la ropa, que los zapatos, que el abrigo, que si te maquillás mucho o esta vez fue muy poco. La cara lavada es pecado para ellas, la barba crecida es el fin para ellos. Todo debe mantener un justo equilibrio, no vaya a ser cosa que estés perfectamente arreglado y que rebotes por parecer demasiado pretencioso. O que vayas de jean y zapatillas y te descarten por parecer demasiado relajado.
El 15 de junio del presente año el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) difundió datos sobre la situación del empleo en Argentina. Los números de la Encuesta Permanente de Hogares revelan que la tasa de desempleo subió a 9,2% en el primer trimestre de 2017, con un alza de 1,6% respecto del cuarto trimestre de 2016, cuando había sido de 7,6%.
Este incremento del desempleo tuvo relación con la pérdida de puestos de trabajo en el período y, en menor medida, a que más personas estuvieron dispuestas a buscar una ocupación rentada, lo que se observó en el aumento de dos décimas en la tasa de actividad, que se situó en 45,5%.
A nadie le importan los cursos de Windows 98 y todos dan por descontado que manejás el Paquete Office. “Cualquier cosita te llamamos“. Y no llaman.
Y perseguirse con lo que van a decir familiares y amigos. Que termine siendo tema recurrente. Empezar a sentirse incapaz. Esperar. Desesperar.
Según escribe el economista Marcos Hilding Ohlsson en Libertad y Progreso, el gran desafío de la Argentina es crear empleos formales privados. Solamente el 18% de la población argentina trabaja en el mercado privado registrado, sumando asalariados, monotributistas y autónomos, mucho menos que en países como Chile (33,5%), EE.UU. (38%) o Australia (39,1%). Hay muchos factores que explican esto, pero uno es el alto costo laboral, que no está justificado en el ingreso que efectivamente recibe el trabajador.
Así y todo, con cada entrevista las esperanzas se renuevan, uno cree siempre que ahí está la oportunidad y va y se somete de nuevo al scanner subjetivo de un tercero que no te conoce pero que te evalúa también como persona.
Porque todo el proceso es una porquería semejante a un dedo índice que te señala permanentemente, pero qué cosa linda trabajar.
María Fernanda Rossi