Emilia Bonifetti (Río Grande, 1975). Actriz, directora teatral y productora cultural. Cree en el arte como motor de transformación social. Vive como migrante fueguina y milita la palabra como el sentido más profundo de la construcción política.
Emilia Bonifetti dirige y es fundadora de Oeste Usina Cultural.
También es profesora de grupos de iniciación teatral.
Su formación se completa con estudios de dramaturgia y dirección.

Tuvo a su cargo la asistencia de dirección de “Hechas contra el decoro” (2005), Ranqueles” (2006), “Lumínile” (2005) y “La medida de la Normalidad” (2007).
Entre el 2007 y el 2008 fue Coordinadora Académica de Facultad Libre de Rosario.
Entre otras actividades, planificó el seminario “El teatro y sus protagonistas” junto con el INT, desarrollando actividades interdisciplinarias en Córdoba, Paraná y Rosario.

Se desempeñó como coordinadora de gestión en la Gerencia de Cultura de la Universidad Nacional de San Martín, y genera y participa de encuentros de pensamiento y desarrollo político vinculado al arte y a la cultura como transformadores sociales.
En el 2012, estrenó su primera obra como directora “El nombre de María Sol”.
Su última obra, “Los Subalternos”, se presentó en el 2018.

Nos comenta Emilia Bonifetti para las lectoras y los lectores de EL ROMPEHIELOS:
Entendiendo el arte como el canal que me permite transmitir lo que quiero comunicar y expresar. Puedo decir que desde muy chica busco distintas formas de expresiones artísticas. Por naturaleza soy una persona muy expresiva. Siempre fui la animadora de todas las fiestas familiares y actos escolares. Mi formación empezó por la danza jazz en Centro Deportivo Municipal de Río Grande a los 9 años. Tomé clases de pintura también desde muy chica. A los 12 años conducía el noticiero infantil del canal local. Fui de la segunda camada en promover la creación de una escuela de arte en Río Grande, que hoy es el Polivalente. Cuando no fue la música, fue la danza. Siempre moviéndome.
Recién a los 25 años en Buenos Aires me reencontré con el teatro y empecé a formarme profesionalmente. Creo que la actuación es el lenguaje que más aprecio y disfruto. En ese sentido, desde el 2008 dirijo, junto a un colectivo de artistas, la sala de teatro Oeste Usina Cultural. El año pasado fue declarado sitio de interés cultural de la Ciudad de Buenos Aires. Más allá de ese hermoso reconocimiento, en lo personal me ha permitido indagar sobre mis diversas inquietudes artísticas y seguir buscando distintas formas expresivas que representen mejor lo que quiero decir.

Recuerdo mi primera obra: Una de nuestras profesoras del Polivalente, que era también profesora de teatro, armó un taller en el municipio. Tomé clases con ella e hicimos una obra que estrenamos en la Casa de la Cultura. Después circuló por las escuelas. Yo tenía 13 años y la obra trataba sobre las drogas en los adolescentes. Ya de chiquita le ponía el cuerpo a las discusiones públicas. Entiendo que un poco la tarea de los artistas es esa, ponerle el cuerpo a los asuntos de la vida para poder reflexionar sobre ellas.
El taller duró solo un año y hasta que me fui de la isla no hubo otras clases de teatro, pero esa experiencia alcanzó para encender la llama del teatro en mí.
Los primeros 20 años de mi vida los viví en Río Grande. Viví mi infancia y adolescencia en el sur, además de contar con la memoria histórica de mis abuelos que llegaron a la Isla a principios del siglo pasado. Creo que hay algo de la mirada fueguina que es muy singular y que tiene que ver con nuestra relación con el tiempo, la distancia, la adversidad del clima, la inmigración constante. Los lazos sociales se forjaron en un contexto muy complejo donde la idea de patria toma otra dimensión. Todo eso rodeado de la belleza única de Tierra del Fuego, con sus lagos, el mar, los cielos… el mundo se te configura de otra manera. También siento que muchos de mis movimientos, esto de ir buscando nuevas formas o herramientas que me ayuden a seguir expresándome, me conecta con cierta condición nómade. Mi búsqueda en el arte y el teatro tiene que ver con la búsqueda de ese alimento vital que garantice mi subsistencia. Siempre digo que el teatro me salvó la vida. Es mi alimento.
A mí me inspira la vida, lo que vivo a diario, lo que veo en mis amigos, en mi hija, en su entorno. Tengo mis referentes teatrales, de los que me interesan más sus métodos que sus obras. Meyerhold, Brecht y Artaud son a los que vuelvo siempre, cuando me siento perdida, cuando no entiendo nada de lo que pasa los vuelvo a leer y recupero el rumbo.

En lo más contemporáneo y local me formé con el método de Alberto Ure en “el Excéntrico de la 18” con Cristina Banegas y soy muy fanática de la máquina teatral que propone Pompeyo Audivert con quien también me formé. Mis obras como directora tiene un poco de todos ellos y con el tiempo voy encontrando mi propio método y eso es lo que más me motiva y me gusta del teatro.
Cualquier experiencia artística permite abrir nuestra percepción sensible del mundo. Donde no es la razón lo único que actúa. Poner nuestro cuerpo en función de una expresión artística siempre es liberador. Hay algo de lo que no se puede decir de manera convencional que necesita salir. Todos tenemos algo para decir, no siempre contamos con las herramientas para hacerlo. El arte en ese sentido es el mejor canal para procesar eso que no se puede decir de otra manera. Cuando empecemos a tomar en serio la función transformadora del arte y la apliquemos a todos los ámbitos de nuestra vida estoy segura que vamos a empezar a transitar un camino hacia una sociedad mucho mejor. No tengo dudas.
Mis días de trabajo van variando dependiendo la época del año y lo que esté proyectando. Además soy directora de una escuela de educación no formal en Lugano y esa es mi actividad más formal. Por lo demás me la paso leyendo, investigando, produciendo, atando cabos. La actividad teatral independiente demanda mucho tiempo de producción y de resolver cuestiones que exceden tu condición de actriz o directora. Te vas transformando en un todo terreno, cosa que te da muchas herramientas pero que también te limita las condiciones de tu obra. En este contexto pandémico, donde paso todo el día en casa, trato de ir pre produciendo e investigando para salir con todo una vez que esto termine.
Estoy indagando mucho sobre mis raíces fueguinas y las mujeres de mi vida. Hace unos meses para el cumpleaños de Río Grande me invitaron a ponerle la voz a unas palabras de mi bisabuela y eso me permitió ver que ella emigró de Croacia a los 20 años y que coincide con la edad en que yo migre de la Isla. Hay algo en ese hilo conductor que me inquieta y me está llevando a profundizar cada vez más sobre temas que tienen que ver con la migración y las mujeres en esa condición.
Por otro lado, está en post producción una película que la que actúe el año pasado que se llama “Andamios” dirigida por Mauro Esposito y que va a estar para marzo del año que viene.
En lo inmediato y teniendo en cuenta el contexto de pandemia, estoy pensando una obra que voy a hacer en el garage de mi casa y que va a retratar algo de lo que estamos viviendo pero desde un lugar muy cotidiano, para eso estoy convocando a artistas de mi barrio para que juntos le demos forma a algo muy pequeño pero muy simbólico para los tiempos que corren. Eso es lo mejor del teatro, lo podes hacer donde quieras, cuando quieras y con quienes quieras. Nada mejor que mi barrio y el garage de mi casa para eso.

Contacto: emiliabonifetti@gmail.com
www.oesteusinacultural.com.ar
Las fotos son de la obra ¨Los subalternos¨ (donde actuaron: Sol Aguero, Majo Alcoba, Emilio Dei Cas, Lucas González Córdoba, Cali Mallo y Alexandra Sainz Roisenvit, hechas por el fotógrafo Maxi Amena) y de la obra “El nombre de María Sol” (donde actuaron: Cali Mallo, Lucia Loydi y Victoria García).