Juan Fernández Pico – el penado 91 de la famosa colonia penitenciara de Ushuaia – era apodado por sus compañeros de encierro como El poeta de la cárcel. Al parecer, la escritura fue una actividad recurrente entre los internos de dicho establecimiento. Fernández Pico participó del periódico “El Eco”, que tenía por finalidad difundir el trabajo literario y plástico de los presos. Los poemas que aparecen a continuación fueron editados el 6 de septiembre de 1933 en dicha publicación.

La retreta

Los valientes muchachos se preparan,
y repiten lo mismo con bravura:
(¡nunca pude pensar la desventura
que con tanto valor la desafiaran!)

El terceto se rompe. Nadie para,
y el más lerdo prolonga una figura;
la tempestad al tiempo se declara,
y juegan todos al que más se apura.

Revibrando de rabia en la derrota,
parece que revientan la trompeta,
persiguiendo el tambor que casi trota.

El pistón aventura una pirueta:
falla, sin compasión, la mejor nota,
y termina de pronto la retreta.

 

El arma

Es traidora la mano que te guía
por el camino que la sombra crea;
y es traidora la lumbre de la tea
que no puede alumbrar en pleno día.

¿A dónde irá el viajero que no vea
el índice del mal que lo desvía?
¿A dónde irá el enfermo que confía
en el remedio de perversa idea?

¿A dónde irá el guerrero que no sea
señor altivo de su propia mano,
y soldado del tiempo en la pelea?

Para matar al impostor humano,
hay que incendiar un astro, en que se lea:
Si no dudas de mí, no eres mi hermano.

 

La conquista del te

Cuando no tengo te, pienso en el mundo
con tan mala intención, que tiembla todo:
y no puede salvarse de mi lodo
ni la misma razón en que me fundo.

Todo es irrisorio, cruel, inmundo;
ningún gigante llega hasta mi codo;
y ruega mi pobreza de tal modo,
que parezco el señor de lo iracundo.

No tengo te. Me lanzo a la conquista,
y el pensamiento a mi vecino ataca,
secundando en la lucha por la vista.

La palabra cepilla su casaca,
y no queda vecino que resista,
si el escuadrón del verbo se destaca.

 

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