Poco se sabe de este artista, o se encuentra información a cuentagotas. Para algunos es sólo un personaje de ficción, pero muchos afirman que se trata de un referente ineludible de la música santacruceña.  Cuenta la leyenda que su nombre real es “Rolo López”, músico autodidacta del tradicional barrio Belgrano de Río Gallegos. Allí forjó sus primeros acordes, que se entremezclaban entre artistas como Neil Young, Bob Dylan, Bruce Springsteen, por un lado y cumbia vieja o música trasandina, por otro. En los años 90’ suma a sus gustos el rock barrial o “chabón” que sería determinante en sus nuevos rumbos. Junto a un grupo de amigos de la calle José Ingenieros forma un grupo que alude a una comida típica del vecino país hecha con agua y harina (Chapalele) y al gusto musical compartido por los jóvenes (Chabón), dando nacimiento así a “Chapalele Chabón”.

Según indican las escasas crónicas que se conservan, 18 fueron los miembros originales. Número que se redujo a 4 con el correr del tiempo. “Chapalele chabón” (el grupo) logra un rotundo hit en el año 1996. Dicho tema se llamaba ¨No Me Hables de Esas Cosas¨ y buscaba relatar la importancia de la gran “Nevada del 95” en contraposición a lo mundano y cotidiano.  El éxito era moneda corriente y los llevó a llenar varios gimnasios municipales, y el hecho de que nunca volviera a nevar tanto como ese año acrecentó el mito.  Peleas y diferencias del mundo del rock, como el alcohol y las gomitas de menta, llevan a la banda a la primera separación a principios del 2001.

Retornan luego en 2014, como invitados frecuentes a “Cuatro Pé”, programa radial que los tenía como cierre de cada emisión los viernes a la noche.  Temas como “No te deprimas”, “Los pibes de hoy no saben de fotografía” o “Ahora que no sé muy bien adónde voy”  son de esa época.  Luego de la finalización del programa, la banda se disuelve nuevamente y Rolo López toma la iniciativa de seguir con la banda, lo que ocasiona una confusión y la gente comienza a llamarlo “Chapalele Chabón” a él sólo.  Rolo asume el desafío (total, al de The Cure le siguen diciendo “The Cure” y salvo él, no queda ninguno del elenco original, piensa nuestro artista).

En este nueva etapa, Chapalele Chabón (o el proyecto unipersonal de Rolo) comienza a presentarse en diversos festivales (FLIA Río Gallegos, la primera experiencia) y shows en vivo en formato solista acústico. Con nuevas creaciones,  algunos aportes en la letras de su sobrino John Leston (con quien ocasionalmente conforman el dúo López-Leston) e invitados de la música santacruceña (muchos de los cuales fueron sus alumnos en guitarra o triángulo) revive su carrera.

En el verano de 2018 con viejos y nuevos temas logra grabar, en el estudio del músico Punga y con la colaboración de Damián Bórquez, su primer disco en formato digital: Folk Rock del Barrio Belgrano. 16 minutos de puro folk rock y frenesí, según su propia definición.  Letras nostálgicas, directas, un tanto juguetonas y como mucho cuatro acordes, lo persiguen en cada rincón, con una sola misión: dejar en alto el folk rock de su rincón del mundo, el barrio Belgrano.

Esteban Andrés Lehue

Representante de Chapalele Chabón. Licenciado en comunicación y periodista.

Nació en El Calafate en 1987. Vivió durante muchos años Río gallegos, la capital de Santa Cruz, donde estudió. Ha incursionado en diversas publicaciones periodísticas como El Preámbulo Semanario y El Diario Nuevo Día, entre otras. Fue parte de “Factor M”, uno de los primeros sitios en redes sociales en seguir la música local. También ha llevado adelante, en diversas emisoras, programas informativos y de ficción. Entre los ciclos ficcionales integró  “El Programa” (2009-2011), “La Caja de Pachorra” (2012-2013) y “Cuatro Pé” (2014-2015).  Este último obtuvo un Premio Segovia, otorgado a producción en radio.

Actualmente reside nuevamente en El Calafate, donde es columnista en FM hora Prima y escribe en Pura Vida, la revista cultural de El Calafate y Espectactor, sitio web dedicado al teatro santacruceño.

Hincha de San Lorenzo, fan de Osvaldo Soriano y representante de Chapalele Chabón, cada tanto busca escribir algún relato sin suerte o  agarra la guitarra y escribe canciones de forma aficionada.

Algunas apreciaciones de Esteban Lehue para EL ROMPEHIELOS:

Lo bueno de ser músico en Río Gallegos es el momento histórico de la música y la cultura en general que me parece muy interesante. Se están gestando varias iniciativas interesantes, en lo musical y en otras ramas del arte. En una ciudad, hoy gris y con muchos problemas cotidianos, muchos movimientos, entre ellos el de los músicos, han agudizado la creatividad y hoy es de lo más interesante que pude verse en Río Gallegos. Es uno de los lugares, de mayor diversidad e inventiva en cuanto a lo musical de la región. Por lo tanto, relacionándote con músicos de la ciudad empezás a transitar “el circuito”, aprendés mucho y podés disfrutar de las creaciones de otros. Lo malo puede ubicarse en las problemáticas comunes a muchos lugares de la Patagonia, como la dificultad a acceder a recursos que sí se poseen en ciudades grandes del centro del país, los pocos lugares para tocar o la poca gestión de los estamentos que deberían promover la cultura. En cuanto a los músicos a veces tenemos actitudes de competencia no sana o “divismos” que no le hacen bien al conjunto, y aunque no es lo más frecuente, a veces suele darse. También hace falta integrar mucho las creaciones de diversas ciudades, algo que la propia ubicación nos dificulta con las grandes distancias.

Creo que en un contexto tan complejo desde lo social y sobre todo en nuestras latitudes patagónicas, el arte tiene una función de expresión liberadora y que ayuda a mirar nuestras realidades desde otra perspectiva. No creo que el arte en si mismo pueda trasformar la realidad social (porque no es su papel) pero si es una inspiración muy profunda para quienes van a transformarla. Por otro lado, una vez dando clases, discutíamos con alumnos de un taller cuál era la función de la educación y la cultura. Y yo recordaba la anécdota de un periodista que era compañero mío en el diario y me decía que más allá del conocimiento (o tal vez a través de él), el estudiar y conocer nos ayuda a disfrutar más la vida. Creo que el arte tiene una función similar, nos ayuda sino a disfrutar, a vivir la vida de una manera más intensa, y eso no es poco en los tiempos que corren.

Provengo de la comunicación y a veces se dan dilemas sobre qué cosas harías y cuáles no. Siempre se debate sobre la imposibilidad de la independencia absoluta o la integridad y la conducta que un periodista debe tener. Un intenso e interesante debate sobre cómo la vocación se debate con lo laboral a veces. En el arte, al ser una actividad amateur en mis incursiones, creo que hay un poco más de margen para la libertad de decidir. No me veo tocando en algún recital organizado para campañas proselitistas de algún candidato político lejano a mis ideales o por empresas dañinas para la comunidad. No creo que me conozcan y por ende no me llamarían, pero ante la duda te digo que no lo haría si sucediera. Después voy gustoso a cualquier invitación, porque en general los que me invitan les gusta lo que hago y me tienen afecto, algo que no me sucede mucho en el mundo real, así que hay que aprovecharlo.

Cualquier persona en una situación de poder que busca reírse de alguien en inferioridad de condiciones me da mucha bronca y vergüenza ajena. No me refiero a lo político exclusivamente. Sucede en la cultura, en lo social, en nuestra vida cotidiana, en todos lados. El típico vivo argentino que se ríe del diferente, que básicamente no está en igual dad de condiciones para retrucarle,  para humillarlo, no es gracioso, da vergüenza ajena. También los intelectuales snob, que ahora tiene las redes sociales como aliadas, que desde el autobombo de una genialidad que no existe, buscan denostar todo lo que no es cercano a ellos. La solemnidad impostada, la falta de autenticidad, las grandes farsas del espectáculo, la política y nuestra vida social que no son más que cartón pintado (onda lo que nos mostraba el programa de TV “Todo Por Dos Pesos”) también dan mucha vergüenza ajena. El camino es empezar a reírnos más de cada uno de nosotros mismos, ahí empezás a desmitificar un poco muchas cosas. En el fondo, muchas cosas tomadas como “serías” son lo que más vergüenza ajena terminan causando.

Algunas apreciaciones de Chapalele Chabón para EL ROMPEHIELOS:

El artista nace, se hace y se deshace. En mi caso no nací artista, ya que a los 5 meses no me salía puntear con la guitarra. Pero con el tiempo me fui construyendo, e intercambiando con otros, hasta la lograr la trayectoria que hoy tengo. El tiempo de deshacerme aun no me llegó, hay Chapalele para rato. Muchas ya están desechos y no se dan cuenta.

Me gustaría tener como vecino a Bob Dylan, A la Mona Jiménez, a Ricardo Darín o a Mariano Iudica. A este último para tocar bien fuerte tipo 3 de la mañana, un miércoles y que se escuche al lado.

¿Qué pasaría si todos los gatos desaparecieran? Creo que sería gigante la invasión de lauchas y ratones. “Allá vienen los gigantespericotes” decía una gran canción del grupo punk “Los Picarones”, que tocaban en los años 90 también en el barrio Belgrano. El tema también teorizaba sobre qué pasaría si los gatos huyeran de la ciudad. Hoy la realidad es distinta y más compleja, en algunos barrios incluso los felinos no dan abasto.

Tengo fe en lo que vendrá. El folk rock del barrio Belgrano, por más que tenga letras tristes y melancólicas piensa mucho en lo que vendrá y si no pensara que existe la posibilidad que sea mejor, debería ir a acostarse en un sillón y esperar, con una gran bandeja de tortas fritas a mano, la muerte. Afortunadamente no es mi actitud ante la vida, por eso sigo girando. Una vez, un tío del este de Europa de un baterista de otra banda dijo en voz baja “A legjobbleszholnap. Mapéldáulvásárolniegyborsót”. Nunca supimos muy bien que significaba, pero seguramente fue algo optimista y alentador.

 

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