El 31 de julio de 1963 un grupo de jóvenes uruguayos liderados por Raúl “Bebe” Sendic asalta las instalaciones del Tiro Suizo de Nueva Helvecia, un polígono de la ciudad de Colonia. Roban 53 armas y municiones. Es la primera acción del Movimiento de Liberación Tupamaros, grupo guerrillero uruguayo que se mantendrá activo hasta el año 1972. Deben su nombre al líder indígena inca que se rebeló contra la colonia española en 1780. La dictadura de Juan María Bordaberry iniciada en junio de 1973 usó como excusa la amenaza que representaban los tupamaros para dar el golpe de estado, pese a que la mayoría de los tupamaros habían sido asesinados, encarcelados u obligados al exilio. De las filas de los tupamaros surgiría José Mujica, electo presidente del Uruguay en 2009.

Estos breves datos sirven hoy para poner contexto, ya que algunos miembros de esta agrupación serán protagonistas de una historia que tendrá como contrafigura al entonces diputado Nacional Ernesto Manuel Campos.

Era de octubre de 1973 y las crónicas de la época describen lo que ocurría en la ciudad de Yacuiba, Bolivia, lejos, muy lejos de las tierras fueguinas.

En la madrugada del sábado 20 de octubre de 1973, partió del Aeroparque Metropolitano de la ciudad de Buenos Aires, un Boeing 737 de Aerolíneas Argentinas. Aquel vuelo tenía como destino final la provincia de Salta, pero el plan de vuelo se vería afectado.

Pocos minutos después del despegue, la aeronave fue tomada por un grupo que se identificó como parte de la organización Tupamaros. En primer término el vuelo fue desviado a la provincia de Tucumán, donde los secuestradores pretendían llenar tanques y volar hasta Cuba. Pero una vez más los planes cambiaron. Tanto en Tucumán, como posteriormente en Salta, los secuestradores no lograron su cometido al no poder torcer la voluntad de las autoridades aeroportuarias que se negaron a brindarles el combustible solicitado.

Apenas unos minutos después de las 9 y media de la mañana aparecían las primeras alertas. En el diario El Tribuno asomaba un cable calificado como URGENTE por la agencia Noticias Argentinas: “Un Boing 737 de Aerolíneas que volaba de Bs. As. a Salta con 52 personas, fue desviado a Cuba por piratas aéreos. La máquina se encuentra desde las 9.30 en el aeropuerto Campo Grande de Yacuiba, Bolivia”.

El diario ABC de España, publicó el 23 de octubre de 1973: “No fueron ayer muy tranquilizadoras que digamos esas noticias. Corrieron por Buenos Aires rumores y aún más los rumores, extremadamente graves, en relación con los propósitos de los secuestradores de no accederse a sus demandas: suministrarles un avión pequeño, que les permita levantar vuelo en Yacuiba y dirigirse a La Habana”.

Entre los rehenes se contaban el físico francés Jean Lorenzo, los diputados del Frente Justicialista de Liberación Ernesto M. Campos y Carlos Alvarez, el comandante de la nave, Antonio Guielli, y el copiloto, Enrique Imaz. No lo sabían entonces, pero el exgobernador de Tierra del Fuego jugaría un papel fundamental en la resolución del hecho delictivo.

Luego se sabría que había sido el propio Campos quien propuso quedarse como rehén, dado su interesante cargo, a cambio de la liberación de los pasajeros que los acompañaban en el vuelo.

Los secuestradores eran dos hombres y dos mujeres, todos pertenecientes a la organización clandestina uruguaya «tupamaros», que escaparon a Chile, vinieron después a la Argentina e intentaban llegar a Cuba, al no poder regresar a su país.

Las amenazas fueron aterradoras. Dieron un plazo hasta las seis de la mañana de ese lunes 22 de octubre, cumplido el cual asesinarían a los diputados argentinos y al científico francés. Veinticuatro horas más tarde, de no iniciarse negociaciones de ningún género, serían ejecutados el comandante Guielli y el copiloto Imaz.

Mientras tanto, el mismo medio español aseguraba que “esta mañana, el teniente general Perón recibió a los dirigentes de A.P.L.A. (Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas) y de A.P.T.A. (Asociación de Personal Técnico Aeronáutico), quienes analizaron con el primer magistrado las alternativas que plantea el secuestro de la nave de Aerolíneas Argentinas. Estas asociaciones tuvieron ayer el propósito de realizar un paro en signo de protesta por la posición oficial asumida en esta emergencia. La palabra del jefe del Estado ha hecho que los dirigentes sindicales dejaran sin efecto sus designios”.

Por su parte, el gobierno boliviano aportó su intervención para la culminación del secuestro en buenos términos con la aparición de dos comunicados. En el primero se puede leer que “El Gobierno de Bolivia, por un sentido de humanidad y en resguardo de la vida de la tripulación y de las personas que se encuentran actualmente en la aeronave argentina, ofrece a los secuestradores la alternativa de proveerlos de la documentación necesaria para abandonar el país. Cualquier atentado contra la vida de las personas cautivas en la referida aeronave motivará la inmediata aplicación de las leyes bolivianas”.

En el segundo comunicado, emitido por el ministro de Información de Bolivia, se puntualiza lo siguiente: “El comando tupamaro acepta básicamente las condiciones propuestas, en el senado de proveerles de la documentación necesaria para abandonar el país. Ellos preguntan en qué tiempo puede llegarles la documentación a la aeronave. Al mismo tiempo, solicitan intervención de la prensa internacional en el momento del canje de la tripulación y rehenes. En este momento se mantiene contacto por radio con el exterior, comunicando su decisión y proposición a tas autoridades pertinentes”.

El miércoles 24 de octubre de 1973, el cronista del diario La Razón, es uno de los testigos del regreso de los rehenes a la Ciudad de Buenos Aires. La reproducción de un diálogo evidencia el papel significativo de Don Ernesto Manuel Campos durante el secuestro de la aeronave.

“La atención de la prensa se centró inicialmente en el diputado Campos, por cierto uno de los protagonistas claves del singular suceso que conmovió al país. El legislador, que vestía ropa sport y demostraba una singular tranquilidad, besó a su esposa, sus hijas y nietos en el medio de un maremágnum de flashes y micrófonos que pugnaban en su alrededor”, se lee en el relato.

El diálogo entre el reportero y Campos se da de la siguiente manera:

-¿Cuál fue el momento más crítico?
-Fueron varios: la toma del aparato, el descenso en Yacuiba, donde nadie sabía qué iba a pasar. Luego cuando descendió la primera persona, una mujer y su chico. Después bajaron otros 20 pasajeros y finalmente al quedarnos solo los cinco rehenes.

-¿Cómo se ofreció usted de rehén? ¿Cómo militar o como diputado?
-Como ser humano, o como ellos mejor lo creyesen, porque lo importante era que fueran liberando a los otros pasajeros.

-Hubo un momento, según la información que llegó a Buenos Aires, en que se anunció que iban a matar a un rehén cada hora, ¿ustedes tenían conciencia de la situación?
-Teníamos conciencia del peligro, pero no del extremo que usted señala. Más bien fue una acción del tipo psicológico.

-¿Era experto en la actividad extremista el grupo uruguayo?
-Bueno, estaban bien entrenados. Pero lo que yo quiero ahora destacar aquí es el valor, la caballerosidad y la pericia del personal de Aerolíneas que metió el aparato en una pista de apenas 1000 metros, con una técnica y un arrojo singular.

Y así descubrimos que Campos no solo fue un visionario en su papel de gobernador de Tierra del Fuego, no solo fue un precursor en los asuntos de soberanía y un defensor de la Islas del Atlántico Sur que integran la provincia, sino un héroe silencioso que, más allá de ser valiente, demostró que las convicciones no pueden quedar simplemente en un discurso.

María Fernanda Rossi
www.capitancampos.com

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