Desde la Fundación Anfibia, Evangelina Vetesse impulsa proyectos que conectan conocimiento y territorio. “Se puede revertir el daño con hábitos, políticas claras y más información”, sostiene.
En el extremo sur de la cordillera, donde los glaciares se retraen y el viento marca el pulso del paisaje, los bosques de lenga, ñire y notro enfrentan un proceso silencioso de transformación. El cambio climático ya no es un concepto abstracto: está modificando los ciclos, el clima y la estructura de los ecosistemas en la Patagonia austral.
“Estamos ante una situación sin precedentes”, cuenta Evangelina Vetesse, doctora en Ciencias Biológicas y presidenta de la Fundación Anfibia. Desde El Chaltén, coordina un equipo que trabaja para acercar la ciencia a la comunidad y fomentar la acción local frente a la crisis climática.
“Falta interlocución entre la ciencia y la gente. Ese es nuestro granito de arena, ser ese puente”, explica.
La dinámica de los bosques y un clima que cambia
Los bosques de la región andino-patagónica funcionan como aliados naturales en la mitigación del cambio climático, por su capacidad de capturar dióxido de carbono y fijarlo. Pero las alteraciones del clima están rompiendo un equilibrio que tardó miles de años en consolidarse.
“El dióxido de carbono, que se libera con la quema de combustibles fósiles, tiene la capacidad de absorber más calorías que la atmósfera natural. Al capturarlo, los árboles enfrían el ambiente; al liberarlo, lo calientan. Ese ciclo hoy está desbalanceado”, explica Vetesse.
El resultado es una atmósfera capaz de generar eventos extremos en muy poco tiempo: olas de calor, inviernos más cortos, lluvias torrenciales o sequías prolongadas. “Lo vemos en todas partes: inundaciones, incendios, vientos intensos. En esta zona, los bosques están sufriendo por insectos defoliadores (son aquellos que se alimentan de las hojas de las plantas, dañando el follaje), pérdida de médula y debilitamiento ante los vientos”, agrega.
Evangelina cuenta que en la Patagonia Austral, los cambios se expresan con menos precipitaciones, temperaturas más altas y bosques que se vuelven más secos. Además, a diferencia de otros ecosistemas, aquí los bosques son monoespecíficos, dominados casi exclusivamente por la lenga (Nothofagus pumilio). Esa particularidad los vuelve más vulnerables ante cualquier alteración.
“El bosque del ecotono, el que está más cerca de la estepa, es el que más sufre. Se observan grandes áreas secas, copas con menor calidad sanitaria y una mortalidad creciente”, detalla.
Restaurar para equilibrar
De esa preocupación surgió “Contagiando Nativas”, un proyecto que busca producir y reforestar con plantas autóctonas para restaurar áreas degradadas por la erosión o el uso turístico.
“La idea es devolverle al bosque mucho de lo que perdió: que un sendero vuelva a ser verde, que un campamento vuelva a ser bosque”, resume. El equipo comenzó en 2015 con una producción comunitaria de especies locales y hoy busca dar un salto de escala, con la instalación de un vivero que permita restaurar grandes hectáreas en la zona de El Chaltén.
La iniciativa fue seleccionada entre 340 proyectos internacionales por la European Outdoor Conservation Association (EOCA) y el Patagonia Environmental Grants Program, destacando por su enfoque científico y comunitario.
Más allá de los reconocimientos, Vetesse insiste en que la verdadera meta está en la acción sostenida: “Se puede revertir. Con cambios de hábitos, con políticas públicas claras, con comunidades informadas que obliguen a tomar buenas decisiones. No es una utopía, es una necesidad”.
Ciencia, comunidad y esperanza
En un mundo donde los datos científicos muchas veces se sienten lejanos, Fundación Anfibia propone una forma de hacer ciencia desde el territorio, involucrando a quienes habitan los paisajes que buscan proteger.
“Soy una amante de estos bosques y por eso acciono. No se trata de romantizarlos, sino de entender que son nuestra casa”, dice Betese.
En El Chaltén, entre el ruido del viento y el murmullo del Fitz Roy, crece una comunidad que elige cuidar. Un bosque que resiste, una ciencia que explica y una sociedad que empieza a escuchar: ese es el verdadero cambio que florece en el sur.