Este sábado, 250 personas se congregaron en el IPES “Paulo Freire” en Río Grande, en el marco del 4to Encuentro Provincial de Mujeres. La jornada duró todo el día, contó con la presencia de organizaciones feministas de toda la Provincia y culminó con una concentración en la Plaza Almirante Brown. En el documento final, las participantes adelantaron que no votarán a ningún candidato o candidata que se manifieste en contra del aborto legal, seguro y gratuito y exigieron que la postura de cada uno esté plasmada en la plataforma electoral que lleven en los comicios de 2019.

Esta exigencia se desprende de la Campaña por el Aborto Legal Seguro y Gratuito y de los sapos que se comieron algunos sectores -como la Juventud Radical, cuando le tocó ver a sus dinosaurios votando en contra del proyecto- en la Cámara de Senadores.

La construcción de consensos no es un proceso fácil y menos para un movimiento tan horizontal como es el feminismo. Esta postura unánime sobre el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, responde a un crecimiento de las organizaciones que militan diferentes líneas de la agenda de las mujeres en Tierra del Fuego AIAS, ya que el año pasado en este mismo encuentro existió un posicionamiento disímil, motorizado por el espacio peronista “Juan José Valle”, que en esta oportunidad no participó de la jornada. El feminismo será abortista o no será nada.

La aprobación del aborto legal no dejará tranquilo al feminismo, será solo el inicio. Porque una vez aprobado el proyecto serán las organizaciones de mujeres las que fiscalizarán su efectiva aplicación, para que no se convierta en letras vacías sujetas a la voluntad individual de cada una de las personas que hacen al sistema de la salud, como sucede hoy con la Educación Sexual Integral (ESI) después de 12 años de su sanción.

En efecto, el otro gran reclamo del encuentro fue la implementación de la ESI desde el nivel inicial hasta la universidad. La discusión sobre el aborto legal en el Congreso Nacional tiró sobre la mesa temas que estaban debajo del tapete, como el socorrismo, el misoprostol, el aborto clandestino, la criminalización hacia las mujeres y personas con capacidad de gestar, lo que generó la despenalización social y un crecimiento en términos conceptuales. Pero también abrió la puerta a planteos que se creían zanjados, impulsados por el oscurantismo eclesiástico. Uno de esos -que tuvo gran relevancia nacional en los últimos días- fue sobre la ESI. El programa, creado mediante la Ley 26.150 en 2006, tiene una aplicación cuanto menos deficiente. En el encuentro denunciaron que no hay lineamientos claros desde el Ministerio de Educación, por lo que queda sujeta a la voluntad de cada docente. Lo mismo ocurre con el protocolo de interrupción legal del embarazo en el ámbito del Ministerio de Salud.

Fueron varios los talleres y muchas las conclusiones sobre diversos temas. Uno de los planteos, tal vez el más interesante, fue el del espacio unificado que abordó las problemáticas de trata de personas y mujeres en situación de prostitución. La pregunta clave, que pateó el tablero de la discusión binaria entre abolicionistas y reglamentaristas fue: ¿Dónde están esas mujeres y por qué no están discutiendo en estos espacios? Porque, claramente, no se puede abrir ese debate desde la intelectualidad. La primera postura no generó cambios estructurales en ese esquema, pero es muy difícil pensar en personas que “elijan” en completa libertad ser prostitutas.

Sobre este tema, lo que hay que poner de relieve es la mercantilización de los cuerpos en función del deseo de quienes tienen un mayor poder adquisitivo. Y en ese sentido, hay que señalar que se aborda la problemática con una doble moral que duele. Porque la sociedad no parece interpelada por las “maternidades subrogadas” -de hecho, se arman reality shows sobre el tema que generan picos de rating- y sin embargo el alquiler de vientres se rige bajo el mismo principio. Entonces, el desafío del feminismo es abordar la discusión, como históricamente hizo con todos los debates, desprovisto de posturas binarias y de moralidades sociales que atraviesan nuestras individualidades en este proceso de deconstrucción.

Luz Scarpati

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