Se cumple un nuevo año de la fundación de la base Marambio. Una de las bases con más vuelos y actividad en el año; ha visto pasar a cientos de miles de personas entre sus pasarelas escondidas entre la nieve. ¿Se regresa igual de la experiencia Antártica? Buscamos historias de argentinos impactados por ese viaje.

Un día como hoy, 29 de octubre, hace 48 años se fundaba la entonces denominada “Base Aérea Vicecomodoro Marambio”. Nacida como pista aérea operable durante todo el año, Marambio logró desarrollarse como la base antártica argentina con mayor actividad logrando contener hasta 160 personas durante el verano.

Personas que van y vienen, de distinto tipo, con diferentes funciones. Que hacen el viaje una vez por un motivo puntual, o van y vienen para cumplir con sus tareas. Personas que llegan al continente blanco pero que no regresan de la misma manera a sus hogares.

La fundación de la Base es relatada con detalles en el sitio web especializado Marambio.aq: “fue una epopeya de gran trascendencia nacional, histórica y geopolítica protagonizada por Argentinos, que viviendo en pequeñas carpas, en una zona extremadamente inhóspita, contando solo con picos, palas y trabajando con esfuerzo, garra y coraje, abrieron un surco de tierra en el Desierto Blanco para permitir operar aviones de gran porte con tren de aterrizaje convencional, es decir con ruedas”.

Así fue como nuestros compatriotas, los integrantes de la Patrulla ‘Soberanía’, rompieron el aislamiento con el Continente Antártico. La Antártida es un pedazo más de nuestra Patria, allí viven familias, nacen argentinos y se continúa esa obra con el mismo esfuerzo y sacrificio, que pusieron siempre nuestros antárticos”.

Con esta capacidad funcional, se pudo superar el antiguo aislamiento que existía, con el traslado de personal, apoyo logístico, emergencias, evacuaciones, alternativas de vuelo, apoyo a la búsqueda y salvamento, debido que se pueden desplazar en pocas horas los medios aéreos necesarios ante cualquier eventualidad sin tener que esperar los días que demanda una navegación al lugar y las condiciones de hielo favorables para hacerlo, que solo se da en épocas estivales”.

Mariano Salvetti es ingeniero y desarrollador de software. Se desempeña en la sede Rosario de la empresa Globant. “Viajamos en 2012, fue por medio de Globant, la empresa en la cual trabajo, que hizo un convenio con Fuerza Aérea para el desarrollo de un software para la gestión de stock y productos en la base Marambio y todo lo que es traslados en los Hércules. Desde comida hasta repuestos”, recuerda Mariano, hoy nuevamente en Rosario.

Decidieron armar un equipo de 5 desarrolladores con distintos perfiles y habilidades, para por medio de la Fuerza Aérea trabajar por dos meses en base Marambio. Eso se empezó a gestar en agosto de 2012 y el 27 de octubre nos activaron”, relata.

De su Rosario natal, fue llevado al Palomar, en la provincia de Buenos Aires; desde ahí el aéreo fue en el Hércules hacia Río Gallegos, “y de Río Gallegos cruzamos a Marambio cuando hubo cambio de dotación. La dotación 42 fue la que se retiró, subió la 43 a cargo de Horacio Alasia, que justamente era de Rosario”. Los nombres, fechas, detalles. Todo está fresco en la cabeza de Mariano, que accede a conversar con EL ROMPEHIELOS casi de improvisto.

Una vez en la Antártida, Mariano recuerda que instalaron oficina “en lo que era la biblioteca de Marambio, y estuvimos trabajando un mes dos compañeros. Luego vino el recambio, donde estuvieron mis otros compañeros viviendo allí en Marambio. Haciendo relevamiento de lo que necesitaban, estudiando cómo era la funcionalidad de lo que queríamos hacer, cómo eran las operaciones dentro de la base y cómo usando software y computadoras portátiles podíamos ayudar a lo que era la gestión y el traslado de víveres e insumos”.

EL ROMPEHIELOS: ¿Te preparaste antes de ir?

Mariano Salvetti: Durante el 2012, cuando empieza toda esta movida, nos pusimos a estudiar y entender cómo era la vida allá. Cuáles eran las bases permanentes, cuáles eran las bases que están en verano. Nos fueron explicando y contando lo que era ir a vivir a Marambio, lo que era estar un mes en un lugar donde no hay cemento, es todo hielo.

Te explican dónde está la isla en la que está Marambio, nos explican que no es para cualquiera. Y nos comenzaron a hacer los estudios médicos. Nos explicaron que durante un mes allá las comunicaciones están, pero también depende del clima, que aterrice el Hércules o no.

Viví la experiencia junto a Juan Manuel Barragán, que es un chico de Buenos Aires que estaba en la parte de Marambio manteniendo unos equipos donde estudiaban el agujero de ozono. Él tenía ciertas tareas que durante todo el año tenía que cumplir, me puse en contacto vía Twitter con él y durante los dos meses previos a mi viaje hablaba con él todos los días.

Entablamos una muy buena relación. Él me enviaba fotos, videos, me contaba cómo era el día. Qué cosas tenía que llevar, que cosas no tenía que llevar, cómo prepararnos para los días largos, que el sol se ocultaba un poquito a las 3 de la mañana y a las 5 volvíamos a tener ese resplandor.

En todo eso Juan Manuel me fue ayudando, fue una preparación psicológica que ayudó mucho. Le tengo mucho cariño y estoy agradecido a Juan Manuel de lo que fue aquello.

ER: ¿Cómo vivís Antártida hoy?

MS: El recuerdo está vivo siempre. El certificado que nos dieron de estar en la Base está enmarcado en casa. Tengo una nena a la cual le quiero contar ‘mirá, papá estuvo allá’. Actualmente lo sigo un poco con las redes sociales; la gente de la agrupación de Antárticos Argentinos, ex antárticos, armaron un grupo en Facebook donde van posteando cosas. Voy siguiéndolo por ahí, voy siguiendo cuando hay noticias que salen de otras bases.

Cada vez que hay cambio de dotación, Crónica TV publica la llegada de la dotación a El Palomar. Si no es mi papá, es mi mamá que me llaman para decirme ‘poné Crónica que lo están pasando’. Es un momento muy lindo ver lo que es el reencuentro de los familiares.

A nosotros nos tocó estar con la dotación que se iba para Marambio, estábamos en el Palomar y ver esos saludos. Yo vi muchos besos y abrazos muy sinceros que no vi en una iglesia. Era fuerte ver los familiares que se iban. Vi los besos más sinceros, los veías y te ponía la piel de gallina. El tipo se iba, así por un año. Yo sabía que en un mes y medio volvía.

Es más, con mi novia en aquel momento le dije ‘yo voy y vuelvo’ y cuando volví le dije ‘nos casamos’, así. De lo fuerte que es esa experiencia.

Estoy muy agradecido de haber podido estar allá. Yo sé que hay mucha gente que quiere ir, que no pudo ir. Que es muy difícil ir por fuerza aérea y por los científicos, el esfuerzo que hace la gente que está allá de ir a Marambio y mantener las bases, y la dedicación. Eso es muy valorable y siempre está en el recuerdo.

ER: ¿Te gustaría volver?

SM: Sí me gustaría, ojalá que sea por cuestiones laborales. O en algún momento llegar a hacer algo de turismo; es más, en 2013 o 2014 Metallica tocó en la Antártida a través de una marca de gaseosa haciendo una promoción y estuve durante un mes haciendo lo imposible para tratar de ir. No pudo ser, pero me gusta mucho Metallica, y que pase eso para difundir el cuidado de lo que es el suelo Antártico me pareció una movida re copada. Me gustaría volver, el tiempo lo dirá.

Volver

Como dice la leyenda, “el que come Calafate, siempre vuelve por más”; Marambio parece tener una fruta silvestre escondida que sólo conocen quienes la visitan en persona. Algunos, como Mariano, no pueden volver; otros, como en el caso de Silvia Domeni, fueron y vinieron más de una vez.

Yo todavía estoy en la base Marambio”, aclara Silvia al momento de atender a EL ROMPEHIELOS. “Ya cumplí el año, llegamos el día 27 de octubre. Yo me quedé por un año haciendo campaña con las otras personas que estamos acá. Vine como pronosticadora, Jefa del Centro Meteorológico Antártico Marambio que aglutina a todas las bases antárticas referentes a la meteorología”.

Culpables de toda ignorancia, preguntamos a Silvia si eran habituales las caminatas en la base Marambio de las que nos habíamos hecho eco mientras trabajábamos en esta nota. Ella explica: “Si, se hacen -cuando se puede- y las condiciones así lo permiten; por ejemplo el día de hoy llegamos a tener 4°, no teníamos viento. El cielo estaba totalmente diáfano. Espectacular. Salimos a caminar con previa autorización, siempre se sale en grupos. Fueron varios grupos que fueron hasta la zona de la pingüinera a ver los pingüinos que están llegando para anidar. Es habitué que se salga, es una isla que tiene solamente 25 km a la redonda, y lo único que tenés es una bajada muy empinada, son 180° de inclinación sobre la meseta. Estamos en la meseta y para ir a la playa son 180°, así que bueno. Obviamente uno va sorteando el terreno hasta poder acceder a la playa. Teniendo en cuenta obviamente la marea, cuando baja o cuando sube para que no sea un impedimento, y tengas una buena playa para poder caminar”.

Desasnados de nuestra curiosidad, seguimos adelante con las preguntas formales. Silvia había estado entre el 2002 y el 2003 y después entre el 2012 y el 2013: “no por un año. La primera estuve por cuatro meses nada más, y la segunda estuve por 10 meses, y esta campaña es por un año”.

EL ROMPEHIELOS: ¿Qué imagen tenías cuando fuiste por primera vez? ¿Qué pensaste que ibas a encontrar allá y qué cosas descubriste?

Silvia Domeni: Cada campaña o pequeña campaña fue diferente. En la primera campaña vine con mucha expectativa, porque no conocía, obviamente. Sí conocía como pronosticadora el clima de la zona, pero eso era todo. Y bueno, tenía muchísima expectativa. Al estar acá las condiciones climáticas son muy pero muy adversas. Hace que te curtas como pronosticador, como profesional. Es pura adrenalina, sobre todo la base. En especial porque acá estamos en contacto permanente con aviones.

Silvia es pronosticadora aeronáutica. Trabaja en el Aeropuerto de Córdoba pero también cumplió ese rol en Ezeiza y Aeroparque: “estoy acostumbrada al ritmo de celeridad de un trabajo aeronáutico. Pero acá es mucho más el riesgo que tenes”.

Y detalla: “por ejemplo, sale el Twin Otter, que es el avión que permanece siempre en la base para hacer su derrotero a las distintas bases como Esperanza o Carlini. Ese avión tiene que salir de la base, llegar al destino y volver a la base. Porque no puede irse a otro aeropuerto. Salvo Palmer, pero Palmer está lejísimos, tiene un aeropuerto para decir ‘bueno me voy y pernocto allá y mañana cuando esté bueno el tiempo’…no, no. Acá vas y volvés. No hay otra alternativa”.

ER: Digamos que estás jugando en otra categoría.

SD: Eso hace que profesionalmente uno crezca muchísimo y que tome otra dimensión tu pronóstico. Tiene otra connotación, porque juega el valor humano, juega la máquina, juegan los tiempos de las otras personas, que a lo mejor le estás llevando correo a esa gente. Y obviamente que yo, que estoy en una base que tengo vuelos permanentes, el correo, la encomienda o lo que fuere son super valoradas, te imaginas lo que significa para una base que está alejada.

Esas cosas también ponen en juego al pronosticador, por lo menos a lo que a mí respecta. Yo quiero que, si me dicen que van a hacer un vuelo, se programa, se arregla, se ordena. Son pocos los días lindos que tenemos y aprendés a valorar tanto eso de ‘qué hermoso sol, qué hermoso día’, porque de pronto la adversidad, como por ejemplo días de ventisca, de viento, de niebla; los tenés muy seguido. Todas esas tranquilidades las valoras un montón y las disfrutas de manera diferente.

ER: ¿Cuál es el registro que te impactó en la Antártida?

SD: Acá en la base Marambio este año llegamos a tener 31° bajo cero reales. No de sensación térmica. Hasta el momento fue el más bajo registrado de todos. Y en este verano, llegamos a tener 12°. No obstante, la base esperanza llegó a tener 17° de temperatura.

Normalmente, la base Esperanza es la más cálida de las 3 más frecuentadas, que son Carlín, Marambio y Esperanza, porque está en una ensenada y recibe el aire cálido del atlántico, pero nunca se había registrado. Fue realmente una conmoción total y a partir de ahí empezaron a hacer estudios. En realidad, de las temperaturas elevadas que está teniendo las bases nuestras, e inclusive el continente.

Al punto tal que hay un estudio de la NASA que va a frecuentar un mes una ingeniera en Hielos que va a llegar hasta la base Belgrano (podés leer más sobre este tema en “Una Argentina y la NASA sobrevolarán durante un mes la Antártida”). Porque en cierta forma no se le estaba dando mucha bolilla a la zona Antártica y ahora se le está prestando un poquito más de atención, y en buena hora porque es una zona que todavía está muy virgen.

Ya sea que conseguís por algún motivo ser uno de los afortunados que llegan a Marambio en una ocasión en particular, o de los que por vocación logran regresar en más de una ocasión, la base Antártica que hoy cumple 48 años ha marcado y seguirá marcando la vida de las personas que se animen a cruzar los 64° de latitud sur. Ahí donde la distancia resignifica el amor, la familia, la patria y la hasta la propia vida.

 

Pablo Riffo

 

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