Un equipo del CONICET en Mar del Plata desarrolla un servicio para transformar residuos orgánicos de la industria pesquera y agroalimentaria en productos de alto valor, impulsando la economía circular.

En los galpones de procesamiento de pescado o en las plantas que trabajan con alimentos de origen vegetal, los descartes suelen ser una constante. Escamas, cáscaras y restos que no llegan al consumidor final terminan apilados en lo que se considera “residuos”. Pero detrás de esa definición, un grupo de investigadores del CONICET encontró una oportunidad: revalorizar estos desechos y convertirlos en recursos.


Desde el Instituto de Investigaciones en Ciencia y Tecnología de Materiales (INTEMA, CONICET – UNMdP), el equipo liderado por el doctor en química Cristian Vásquez se dedica a desarrollar bioproductos a partir de residuos orgánicos generados por la industria alimentaria. El objetivo es simple, pero potente: transformar descartes en elementos útiles, ya sea para la elaboración de plásticos biodegradables, cosméticos, suplementos o fertilizantes.

“Nos enfocamos en los residuos de la industria pesquera, como las escamas de pescado, y de la agroindustria, como los descartes de frutas y verduras. Estos materiales pueden ser una fuente importante de compuestos bioactivos y biopolímeros con aplicaciones comerciales”, explicó Vásquez en diálogo con CONICET.


El trabajo del equipo se enmarca en un Servicio Tecnológico de Alto Nivel (STAN), lo que implica que sus desarrollos pueden ser utilizados por empresas interesadas en implementar procesos de economía circular. Según el investigador, esta propuesta no solo responde a la necesidad de reducir el impacto ambiental, sino también a la creciente demanda por parte de los consumidores de productos sostenibles.

Del descarte al laboratorio
El proceso comienza con la caracterización de los residuos. “Analizamos su composición para determinar qué tipo de bioproductos podemos obtener. Por ejemplo, de las escamas de pescado extraemos colágeno y gelatina, que tienen un alto valor en la industria farmacéutica y cosmética. De los restos de frutas y verduras, obtenemos antioxidantes y fibras naturales”, detalló Vásquez.

Luego de este primer paso, los residuos son sometidos a diferentes procesos bioquímicos y tecnológicos que permiten la extracción de compuestos con valor comercial. “El gran desafío es adaptar la tecnología a las necesidades específicas de cada industria, logrando que el proceso sea económicamente viable”, añadió.


Cierre de ciclos productivos
El impacto de este servicio trasciende el ámbito científico. Al aplicar estas técnicas, las empresas pueden reducir costos de disposición final, minimizar su huella ambiental y, al mismo tiempo, obtener nuevos productos para el mercado.

“Es una herramienta que ayuda a las industrias a cerrar sus ciclos productivos, haciendo que los residuos se transformen en parte de la cadena de valor. Es un paso hacia sistemas más sostenibles y eficientes”, concluyó Vásquez.

Este tipo de iniciativas refuerzan la idea de que la economía circular no es solo una tendencia, sino una necesidad que, poco a poco, comienza a consolidarse en los procesos productivos de diferentes sectores.

Fuente: CONICET

Deja tu comentario